5/02/2018, 22:32
Ambos gennin se dirigieron a su habitación, caminando en silencio, para meterse cada uno dentro de sus propias camas y tras poco tiempo el calvo ya andaba en puros sueños. Un dragón a lo lejos, un tigre a su lado, conversaciones inentendibles, movimientos rápidos, saltos de escenas, los rostros de Kagawa y Takimura, un recuerdo de pequeño, y de nuevo los ojos abiertos.
«Vaya sueños, ¿Qué hora es?»
Tras pasar por el baño, y despertar a su compañero, el cenobita realizó sus últimos preparativos para la noche. Los dos shinobi podían salir de la habitación y ver que los pasillos del cuarto piso estaban completamente desiertos, y aún sin saber en qué momento del día se encontraban, era fácil de suponer que probablemente la obra ya había comenzado.
¿Nos habremos quedado dormidos? Apurémonos por las dudas.
A paso rápido, impuesto por Karamaru, subieron al tercer piso, luego al segundo, ambos desiertos. Para cuando estuviesen pisando los últimos escalones de su recorrido, se pudo escuchar un grito absurdamente agudo que los obligó a llevarse las manos a los oídos o poner cara de horror.
Frente al escenario las filas y filas de sillas estaban ocupadas, sobre el una mujer pelirroja de piel arrugada y escuálida pegaba gritos a diestra y siniestra dando la sensación que cantaba, pero solo entendible para expertos en el género. En la última fila vacía se encontraba Kagawa, sentado en el centro con nadie en las sillas continuas. Parecía ser la única opción y una buena oportunidad para esclarecer la conversación previa.
—Vamos uno a cada lado, y estate atento al otro que no lo veo.— comentó en susurros a Riko mientras se acercaban.
—Compañeros, veo que les falta el mérito de la puntualidad, menos mal que llegaron para la mejor parte.— el supuesto shinobi parecía disfrutar de las cuchillas que entraban por sus oídos que oportunamente, junto a los músicos que creaban sonidos más armoniosos, servían muy bien para diluir en el ambiente las conversaciones de cada uno de los allí sentados.
«Vaya sueños, ¿Qué hora es?»
Tras pasar por el baño, y despertar a su compañero, el cenobita realizó sus últimos preparativos para la noche. Los dos shinobi podían salir de la habitación y ver que los pasillos del cuarto piso estaban completamente desiertos, y aún sin saber en qué momento del día se encontraban, era fácil de suponer que probablemente la obra ya había comenzado.
¿Nos habremos quedado dormidos? Apurémonos por las dudas.
A paso rápido, impuesto por Karamaru, subieron al tercer piso, luego al segundo, ambos desiertos. Para cuando estuviesen pisando los últimos escalones de su recorrido, se pudo escuchar un grito absurdamente agudo que los obligó a llevarse las manos a los oídos o poner cara de horror.
Frente al escenario las filas y filas de sillas estaban ocupadas, sobre el una mujer pelirroja de piel arrugada y escuálida pegaba gritos a diestra y siniestra dando la sensación que cantaba, pero solo entendible para expertos en el género. En la última fila vacía se encontraba Kagawa, sentado en el centro con nadie en las sillas continuas. Parecía ser la única opción y una buena oportunidad para esclarecer la conversación previa.
—Vamos uno a cada lado, y estate atento al otro que no lo veo.— comentó en susurros a Riko mientras se acercaban.
—Compañeros, veo que les falta el mérito de la puntualidad, menos mal que llegaron para la mejor parte.— el supuesto shinobi parecía disfrutar de las cuchillas que entraban por sus oídos que oportunamente, junto a los músicos que creaban sonidos más armoniosos, servían muy bien para diluir en el ambiente las conversaciones de cada uno de los allí sentados.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘