6/02/2018, 03:26
Por mera suerte, el ataque había tenido una mayor propiedad aturdidora que dañina. El joven de ojos grises se reincorporo, para encontrarse inmerso en un pequeño y frio bosque, cuyos arboles eran traslucidas columnas de hielo. Atreves de aquellos cristales pudo localizar a su enemigo, de pie en el centro de todo.
Comenzó a moverse con prisa, pasando de un pilar a otro mientras buscaba rodear al nativo, quien parecía estar esperando por un poco de acción.
—Pagaras caro esa irrespetuosa confianza —declaro con serenidad.
Se colocó justo frente a uno de los carámbanos, como si quisiese cubrirse con el mismo. Su enemigo era consciente de sus movimientos, y sabía que tendría que descubrirse para poder atacarle. Se acercó hasta encontrarse justo en el lateral de su objetivo, quien secretamente le ignoraba a propósito. Cargo chakra en su arma y procedió a hundir su espada en el hielo frente a él, dejándola aprisionada. El nativo escucharía un suspiro fúnebre mientras que el extendido filo de Bohimei se acercaba hacia su cuerpo, penetrando todo lo que estuviese en medio. Su vista periférica le advirtió del peligro demasiado tarde: el filo, extendido por aquel chakra gris, se había visto oculto por las dos columnas de hielo que había atravesado para llegar a su carne. Evadió la estocada al rostro; pero esta logro darle en el hombro, ensartándole durante los instantes que duraría la técnica.
El Seltkalt se removió un poco, tratando de congelar el filo que le había apuñalado; pero era incapaz de congelar el chakra puro.
El Hakagurē elevo una corta y desesperada plegaria a los dioses sin nombre del campo de batalla, para que su compañero aprovechara aquella diminuta ventana, esa pequeña oportunidad de atacar.
Comenzó a moverse con prisa, pasando de un pilar a otro mientras buscaba rodear al nativo, quien parecía estar esperando por un poco de acción.
—Pagaras caro esa irrespetuosa confianza —declaro con serenidad.
Se colocó justo frente a uno de los carámbanos, como si quisiese cubrirse con el mismo. Su enemigo era consciente de sus movimientos, y sabía que tendría que descubrirse para poder atacarle. Se acercó hasta encontrarse justo en el lateral de su objetivo, quien secretamente le ignoraba a propósito. Cargo chakra en su arma y procedió a hundir su espada en el hielo frente a él, dejándola aprisionada. El nativo escucharía un suspiro fúnebre mientras que el extendido filo de Bohimei se acercaba hacia su cuerpo, penetrando todo lo que estuviese en medio. Su vista periférica le advirtió del peligro demasiado tarde: el filo, extendido por aquel chakra gris, se había visto oculto por las dos columnas de hielo que había atravesado para llegar a su carne. Evadió la estocada al rostro; pero esta logro darle en el hombro, ensartándole durante los instantes que duraría la técnica.
El Seltkalt se removió un poco, tratando de congelar el filo que le había apuñalado; pero era incapaz de congelar el chakra puro.
El Hakagurē elevo una corta y desesperada plegaria a los dioses sin nombre del campo de batalla, para que su compañero aprovechara aquella diminuta ventana, esa pequeña oportunidad de atacar.