18/08/2015, 16:51
Visto lo visto, no le darían una buena misión al peliblanco hasta que su equipo estuviese bien confirmado, y hasta que no se proviesen de algo de experiencia. Tenía algo de lógica, a nadie en su sano juicio le daría por enviar a chicos de que apenas cumplían la mayoría de edad a una misión en que podían morir. Si hay algo mas feo que poner el cuerpo de una chica en una caja de pino, es poner a un crío en la misma caja. A menos que lo disfraces de payaso, al menos así sería gracioso, aunque estaría mal igualmente...
Entre que se conformaba o no, el chico se decidió por ir a la aventura por sí mismo. A saber cuanto tardarían con tanta burocracia y tanto papeleo. Así al menos aprovechaba el tiempo, y ganaba lo que tanto les faltaba, experiencia.
El albino se atavió con sus ropas acostumbradas, así como con esa capa de viaje negra que tanto adoraba. Además de lo habitual, tomó también sus útiles ninja, su bandana, y una mochila que cargó con un bloc, pinturas, un táper lleno de pizza, y una lata de té verde. Quizás llevaba consigo las mejores cosas que el humano ha llegado a diseñar... lástima que merezcan morir todos. Bueno, mas que morir, la salvación, el huir lejos de una realidad que solo martiriza a los que aguantan en pié.
Decidido, y equipado, el chico salió de la aldea. Evidentemente cumplió con todos los trámites necesario, y avisó de su ausencia no prolongada. Lo dejó mas que nada como un pequeño viaje para inspirarse y dibujar, tampoco mentía demasiado, ese propósito no iba a caer en vano.
"Bueno... ¿A donde voy? ¿Sur? ¿Oeste? ... Quizás debería dejarme guiar por el instinto, así es como se hacen los guerreros, ¿no?"
Sin pausa, pero sin prisa, el chico comenzó a andar guiado por lo que él quiso llamar "instinto". Lejos de la realidad, eso no era instinto, simplemente ando por andar. El instinto del guerrero no le lleva a los sitios, les hace moverse en momentos críticos, pero no los mueve en las marañas de lo que es llamado destino.
Fuere como fuere, el chico terminó dirigiéndose hacia el oeste. Al cabo de un buen tiempo, su alrededor terminó cambiando drásticamente, el paisaje que lo rodeaba era arenisco y rocoso. Como si nada, el chico continuó andando. Ese sitio no le llamaba la atención, y no encontraba nada que le hiciese quedarse allí tan siquiera por un ratejo. Así pues, ando y ando.
Algo sí que consiguió llamar su atención al cabo de un rato. Pese a la escasa vegetación del alrededor, frente a él se erguía una enorme estructura de madera. La construcción no parecía demasiado estable, y apenas llegaba a ver qué había sobre ella. En la cima de la estructura se presentaba una enorme plataforma, algo realmente grotesco... ¿qué pasaría si a alguien le daba por subir y se caía todo? Diablos, el ingeniero de ésta especie de torre era un auténtico génio. Había hecho una estructura con la cuál podía matar a aquellos que se arriesgasen a subir, o jugasen a su alrededor.
—Jejejeje....— Se regocijó pensando en qué fin podría tener esa estructura.
El Senju se mantuvo alejado de la estructura, en el suelo, y buscó un sitio medio agradable para sentarse. No tardó en toparse con una enorme roca, la cual era perfecta. Sin mas, se quitó la mochila de la espalda, y tomó de ésta el bloc y un par de lápices antes de dejarla caer al lado de la roca.
De un salto, se impulsó hasta la cima del mineral, y se sentó en éste enfocando la estructura de madera. Sin mas, empezó a dibujar lo que podía sentir al ver aquella torre de madera.
Entre que se conformaba o no, el chico se decidió por ir a la aventura por sí mismo. A saber cuanto tardarían con tanta burocracia y tanto papeleo. Así al menos aprovechaba el tiempo, y ganaba lo que tanto les faltaba, experiencia.
El albino se atavió con sus ropas acostumbradas, así como con esa capa de viaje negra que tanto adoraba. Además de lo habitual, tomó también sus útiles ninja, su bandana, y una mochila que cargó con un bloc, pinturas, un táper lleno de pizza, y una lata de té verde. Quizás llevaba consigo las mejores cosas que el humano ha llegado a diseñar... lástima que merezcan morir todos. Bueno, mas que morir, la salvación, el huir lejos de una realidad que solo martiriza a los que aguantan en pié.
Decidido, y equipado, el chico salió de la aldea. Evidentemente cumplió con todos los trámites necesario, y avisó de su ausencia no prolongada. Lo dejó mas que nada como un pequeño viaje para inspirarse y dibujar, tampoco mentía demasiado, ese propósito no iba a caer en vano.
"Bueno... ¿A donde voy? ¿Sur? ¿Oeste? ... Quizás debería dejarme guiar por el instinto, así es como se hacen los guerreros, ¿no?"
Sin pausa, pero sin prisa, el chico comenzó a andar guiado por lo que él quiso llamar "instinto". Lejos de la realidad, eso no era instinto, simplemente ando por andar. El instinto del guerrero no le lleva a los sitios, les hace moverse en momentos críticos, pero no los mueve en las marañas de lo que es llamado destino.
Fuere como fuere, el chico terminó dirigiéndose hacia el oeste. Al cabo de un buen tiempo, su alrededor terminó cambiando drásticamente, el paisaje que lo rodeaba era arenisco y rocoso. Como si nada, el chico continuó andando. Ese sitio no le llamaba la atención, y no encontraba nada que le hiciese quedarse allí tan siquiera por un ratejo. Así pues, ando y ando.
Algo sí que consiguió llamar su atención al cabo de un rato. Pese a la escasa vegetación del alrededor, frente a él se erguía una enorme estructura de madera. La construcción no parecía demasiado estable, y apenas llegaba a ver qué había sobre ella. En la cima de la estructura se presentaba una enorme plataforma, algo realmente grotesco... ¿qué pasaría si a alguien le daba por subir y se caía todo? Diablos, el ingeniero de ésta especie de torre era un auténtico génio. Había hecho una estructura con la cuál podía matar a aquellos que se arriesgasen a subir, o jugasen a su alrededor.
—Jejejeje....— Se regocijó pensando en qué fin podría tener esa estructura.
El Senju se mantuvo alejado de la estructura, en el suelo, y buscó un sitio medio agradable para sentarse. No tardó en toparse con una enorme roca, la cual era perfecta. Sin mas, se quitó la mochila de la espalda, y tomó de ésta el bloc y un par de lápices antes de dejarla caer al lado de la roca.
De un salto, se impulsó hasta la cima del mineral, y se sentó en éste enfocando la estructura de madera. Sin mas, empezó a dibujar lo que podía sentir al ver aquella torre de madera.