9/02/2018, 03:03
Cuando la mirada del maestro escudriñó a Raiden, el hombre mantuvo el contacto visual y no se inmutó lo más mínimo. El chūnin estaba habituado a las inquisitivas inspecciones de sus superiores; para él era algo trivial. Sin embargo, cuando llegó el turno de Ralexion, el joven terminó desviándola. Los ojos del anciano eran calmos y profundos, pero al Uchiha le ocasionó cierta vergüenza escénica el ser observado con tanto descaro. No supo muy bien qué expresión poner ni cómo reaccionar, así que se decantó por bajar su campo de visión al suelo y esperar que la tormenta pasase.
Acto seguido, el genin de Kusagakure y su sensei prestaron especial atención a las instrucciones de Hisui, además de echarle un vistazo al portentoso reloj de la fachada. Cuando todo quedó anunciado y los nuevos alumnos disponían de sus instrucciones, Raiden le dedicó una reverencia al veterano, entonces Ralexion se apresuró a imitarla.
—Vamos, no podemos permitirnos llegar tarde.
Ralexion asintió.
El dúo se internó en el edificio residencial a buen paso. Raiden a la cabeza, liderando la marcha, mientras que el pelinegro se limitaba a seguirlo. El chūnin no tardó mucho en dar con las escaleras que llevaban al primer piso, el ala de alojamiento para los alumnos. Tras una rápida travesía a lo largo de un pasillo transveral, los dos integrantes de Kusagakure se detuvieron. Dos puertas contiguas captaron la atención del rubio. "Uchiha Ralexion", rezaba una, y "Nara Raiden" la otra.
—¡En el pasillo en 10 o 15 minutos como mucho, Ralexion! ¿Entendido?
—¡Claro que sí, Raiden-sensei! —el joven sonrió y le dedicó un gesto con la mano derecha, el pulgar alzado.
El hombre le devolvió la sonrisa y se internó en su habitación.
El Uchiha no tardó en hacer lo mismo. En primer lugar se dirigió al centro de la instancia con pasos de lo más moderados, haciéndose con los alrededores y los muebles a su disposición.
—Nada mal... —valoró.
Tomó la mochila y la dejó reposar sobre la cama. Ya se ocuparía del equipaje más tarde, cuando la hora no le pisase los talones. Entonces se aproximó a la ventana —que en su caso daba al patio interior de la residencia— y se apoyó sobre esta, observando la armoniosa imagen. «No parece un mal lugar para echarse una siesta...».
Casi perdió la noción del tiempo, pero el muchacho logró salir de su ensimismamiento a tiempo. Con apresurado semblante atravesó la puerta de su habitación, retornando al pasillo. Raiden ya estaba allí, apoyado sobre la pared junto a la entrada de su habitáculo, brazos cruzados. Ralexion pudo observar que el hombre se había quitado su chaleco, quedando así solo su camiseta, pantalones y sandalias reglamentarias de Kusa, además de su portador de objetos al muslo; una vestimenta similar a la del Uchiha. El par de aros gemelos, típicos del clan Nara, mantenían su posición privilegiada en los lóbulos de sus orejas.
El chūnin realizó una breve seña y el genin asintió. Los dos deshicieron el camino que habían realizado hacía apenas quince minutos y retonaron a la planta baja, siendo más concretos, a la sala principal. Presenciaron la disposición de mesas, dignas de restaurante, y se sentaron en la más cercana, uno frente al otro.
Aguardaron los minutos que les separaban del almuerzo charlando sobre la última misión de rango D que el equipo había realizado. Acto seguido, a la hora indicada, un auténtico desfile de sirvientes les trajo comida suficiente como para alimentarlos dos días. El mozo observó, fascinado, la destreza casi mecánica de los hombres y mujeres que les estaban sirviendo, sin embargo, cuando el sensual aroma de la comida recién hecha alcanzó sus fosas nasales, la veda quedó abierta.
—¡Que aproveche!
El genin empezó a arramblar con todo lo que encontraba a su paso, a excepción del pescado, el cual evitaba como si tuviese la peste. Se hizo con toda la carne que pudo, además de acompañarla con verduras, mientras le daba grandes tragos a su vaso, repleto hasta el borde de zumo de frutas. Comía como si le fuese la vida en ello, la gula personificada.
Así fue hasta que Raiden le miró con unos ojos letalmente recriminadores. Ralexion paró de inmediato, la boca todavía llena, terror en su expresión.
—¿Qué dije sobre ser educado, Uchiha de pueblo...? —susurró el sensei, tan frío como amenazante.
El muchacho tragó todo lo que tenía en la boca de una sentada. Rió con nerviosismo, haciendo todo lo posible en tal de evitar la mirada de su maestro y superior. Continuó comiendo, esta vez a un ritmo mucho más civilizado. De igual manera, Raiden degustaba un filete de pescado a la plancha, pero no apartaba la mirada de su alumno.
Acto seguido, el genin de Kusagakure y su sensei prestaron especial atención a las instrucciones de Hisui, además de echarle un vistazo al portentoso reloj de la fachada. Cuando todo quedó anunciado y los nuevos alumnos disponían de sus instrucciones, Raiden le dedicó una reverencia al veterano, entonces Ralexion se apresuró a imitarla.
—Vamos, no podemos permitirnos llegar tarde.
Ralexion asintió.
El dúo se internó en el edificio residencial a buen paso. Raiden a la cabeza, liderando la marcha, mientras que el pelinegro se limitaba a seguirlo. El chūnin no tardó mucho en dar con las escaleras que llevaban al primer piso, el ala de alojamiento para los alumnos. Tras una rápida travesía a lo largo de un pasillo transveral, los dos integrantes de Kusagakure se detuvieron. Dos puertas contiguas captaron la atención del rubio. "Uchiha Ralexion", rezaba una, y "Nara Raiden" la otra.
—¡En el pasillo en 10 o 15 minutos como mucho, Ralexion! ¿Entendido?
—¡Claro que sí, Raiden-sensei! —el joven sonrió y le dedicó un gesto con la mano derecha, el pulgar alzado.
El hombre le devolvió la sonrisa y se internó en su habitación.
El Uchiha no tardó en hacer lo mismo. En primer lugar se dirigió al centro de la instancia con pasos de lo más moderados, haciéndose con los alrededores y los muebles a su disposición.
—Nada mal... —valoró.
Tomó la mochila y la dejó reposar sobre la cama. Ya se ocuparía del equipaje más tarde, cuando la hora no le pisase los talones. Entonces se aproximó a la ventana —que en su caso daba al patio interior de la residencia— y se apoyó sobre esta, observando la armoniosa imagen. «No parece un mal lugar para echarse una siesta...».
Casi perdió la noción del tiempo, pero el muchacho logró salir de su ensimismamiento a tiempo. Con apresurado semblante atravesó la puerta de su habitación, retornando al pasillo. Raiden ya estaba allí, apoyado sobre la pared junto a la entrada de su habitáculo, brazos cruzados. Ralexion pudo observar que el hombre se había quitado su chaleco, quedando así solo su camiseta, pantalones y sandalias reglamentarias de Kusa, además de su portador de objetos al muslo; una vestimenta similar a la del Uchiha. El par de aros gemelos, típicos del clan Nara, mantenían su posición privilegiada en los lóbulos de sus orejas.
El chūnin realizó una breve seña y el genin asintió. Los dos deshicieron el camino que habían realizado hacía apenas quince minutos y retonaron a la planta baja, siendo más concretos, a la sala principal. Presenciaron la disposición de mesas, dignas de restaurante, y se sentaron en la más cercana, uno frente al otro.
Aguardaron los minutos que les separaban del almuerzo charlando sobre la última misión de rango D que el equipo había realizado. Acto seguido, a la hora indicada, un auténtico desfile de sirvientes les trajo comida suficiente como para alimentarlos dos días. El mozo observó, fascinado, la destreza casi mecánica de los hombres y mujeres que les estaban sirviendo, sin embargo, cuando el sensual aroma de la comida recién hecha alcanzó sus fosas nasales, la veda quedó abierta.
—¡Que aproveche!
El genin empezó a arramblar con todo lo que encontraba a su paso, a excepción del pescado, el cual evitaba como si tuviese la peste. Se hizo con toda la carne que pudo, además de acompañarla con verduras, mientras le daba grandes tragos a su vaso, repleto hasta el borde de zumo de frutas. Comía como si le fuese la vida en ello, la gula personificada.
Así fue hasta que Raiden le miró con unos ojos letalmente recriminadores. Ralexion paró de inmediato, la boca todavía llena, terror en su expresión.
—¿Qué dije sobre ser educado, Uchiha de pueblo...? —susurró el sensei, tan frío como amenazante.
El muchacho tragó todo lo que tenía en la boca de una sentada. Rió con nerviosismo, haciendo todo lo posible en tal de evitar la mirada de su maestro y superior. Continuó comiendo, esta vez a un ritmo mucho más civilizado. De igual manera, Raiden degustaba un filete de pescado a la plancha, pero no apartaba la mirada de su alumno.