9/02/2018, 15:34
—Recuerde que no somos de la zona, kunoichi-dono. No baje la guardia.
—Entendido —asintió la kunoichi.
Así, ambos avanzaron entre los árboles por donde se habían escabullido los maleantes. Mogura lideraría el camino y Eri cubriría la retaguardia del pequeño equipo improvisado que acababan de formar. La verdad es que no les pillaba muy lejos del agujero donde ya los dos bandidos estaban de vuelta en sí mismos, diseñando algún plan para dar con la ardilla. Lo que no sabrían es que, a lo alto de esa montaña, había un hombre enmascarado puliendo su arma, pendiente de los alrededores mientras tarareaba una singular y alegre canción.
Pero, si ambos shinobi seguían a un ritmo lento, ocultos entre los árboles y de forma silenciosa, él no les vería.
Habría que ir con cuidado.
—Entendido —asintió la kunoichi.
Así, ambos avanzaron entre los árboles por donde se habían escabullido los maleantes. Mogura lideraría el camino y Eri cubriría la retaguardia del pequeño equipo improvisado que acababan de formar. La verdad es que no les pillaba muy lejos del agujero donde ya los dos bandidos estaban de vuelta en sí mismos, diseñando algún plan para dar con la ardilla. Lo que no sabrían es que, a lo alto de esa montaña, había un hombre enmascarado puliendo su arma, pendiente de los alrededores mientras tarareaba una singular y alegre canción.
Pero, si ambos shinobi seguían a un ritmo lento, ocultos entre los árboles y de forma silenciosa, él no les vería.
Habría que ir con cuidado.