9/02/2018, 23:33
— Necesito unos segundos para lo que tengo pensado, intenta vigilar y protegerme ya que no podré hacer mucho en ese tiempo, por si acaso, vale?
Shin Fu asintió silenciosamente. Era la hora de pasar a la acción.
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— Nos han descubierto, están hablando de algo. El shinobi parece más perdido que uno de la Ribera Sur en un concurso de inteligencia.
— Haz el puto favor de ahorrarte esos comentarios y ponte serio.
Un bandido bastante delgaducho comentaba la jugada desde la copa de uno de los arboles, oculto a la perfección entre sus ramas. Mientras, una mujer y otro hombre, éste más musculado que su compañero, aguardaban desde las hierbas de debajo del árbol.
— ¿Y la kunoichi?
— Está grogui en la parte de atrás del carromato.
Se hizo un breve silencio mientras los tres intentaban visualizar su objetivo sin hacer ruidos innecesarios ni ser vistos.
— ¡Esperad! Están viniendo.
— ¿Vienen a ver qué ha pasado?
— ¡Una polla! Han parado el carro y despues de cinco minutos de chachara vienen andando ¡y con un palo con clavos!
— Ya están casi en el tronco caído.
— Podría ser una trampa, la kunoichi sigue en el carromato.
— ¡ES! una trampa. ¿Qué hacemos?
— Vamos a por ellos y después saqueamos a gusto, como siempre.
— Chicos, ha absorbido el tronco.
Los dos saltaron de inmediato de su escondite, posicionándose justo entre Riko y Fu y el carromato. Obviamente, consternados por lo que el shinobi acababa de hacer.
— ¿Qué cojones?
— Shin Fu, veo que traes refuerzos, perro cobarde. De nada os servirá haber quitado el tronco, si no podéis recuperar el carro. Danos la mitad de lo que lleves y nos iremos y santas pascuas.
El hombre, tapado de pies a cabeza con una capa de un verde oscuro perfecto para camuflarse, desenvainó una espada que de afilada tenía poco, estaba claramente usada y su hoja más que cortar tenía toda la pinta de arrancar de forma muy desagradable y muy impráctica. Su tez era oscura, ojos marrones y melena negra, así como una barba de tres días que le daba un aspecto duro, acompañado por su constitución robusta. Su mirada y sus palabras reflejaban una seriedad sobria.
Por detrás suyo, una mujer de pelo negro seguía con su mirada azulada clavada en Riko como si acabase de ver un alien. Llevaba la misma capa que el hombre, aunque ella desenvainó un arma muy diferente, en sus manos se podían distinguir varios cuchillos arrojadizos de estilo mucho más sencillo que el kunai. Eran planos y pequeños, como si hubiesen aplastado un senbon.
— ¿Y bien, shinobi-san?
La distancia entre ellos y el carromato era de unos siete metros, y los bandidos estaban a unos tres metros de Fu y Riko.
Shin Fu asintió silenciosamente. Era la hora de pasar a la acción.
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— Nos han descubierto, están hablando de algo. El shinobi parece más perdido que uno de la Ribera Sur en un concurso de inteligencia.
— Haz el puto favor de ahorrarte esos comentarios y ponte serio.
Un bandido bastante delgaducho comentaba la jugada desde la copa de uno de los arboles, oculto a la perfección entre sus ramas. Mientras, una mujer y otro hombre, éste más musculado que su compañero, aguardaban desde las hierbas de debajo del árbol.
— ¿Y la kunoichi?
— Está grogui en la parte de atrás del carromato.
Se hizo un breve silencio mientras los tres intentaban visualizar su objetivo sin hacer ruidos innecesarios ni ser vistos.
— ¡Esperad! Están viniendo.
— ¿Vienen a ver qué ha pasado?
— ¡Una polla! Han parado el carro y despues de cinco minutos de chachara vienen andando ¡y con un palo con clavos!
— Ya están casi en el tronco caído.
— Podría ser una trampa, la kunoichi sigue en el carromato.
— ¡ES! una trampa. ¿Qué hacemos?
— Vamos a por ellos y después saqueamos a gusto, como siempre.
— Chicos, ha absorbido el tronco.
Los dos saltaron de inmediato de su escondite, posicionándose justo entre Riko y Fu y el carromato. Obviamente, consternados por lo que el shinobi acababa de hacer.
— ¿Qué cojones?
— Shin Fu, veo que traes refuerzos, perro cobarde. De nada os servirá haber quitado el tronco, si no podéis recuperar el carro. Danos la mitad de lo que lleves y nos iremos y santas pascuas.
El hombre, tapado de pies a cabeza con una capa de un verde oscuro perfecto para camuflarse, desenvainó una espada que de afilada tenía poco, estaba claramente usada y su hoja más que cortar tenía toda la pinta de arrancar de forma muy desagradable y muy impráctica. Su tez era oscura, ojos marrones y melena negra, así como una barba de tres días que le daba un aspecto duro, acompañado por su constitución robusta. Su mirada y sus palabras reflejaban una seriedad sobria.
Por detrás suyo, una mujer de pelo negro seguía con su mirada azulada clavada en Riko como si acabase de ver un alien. Llevaba la misma capa que el hombre, aunque ella desenvainó un arma muy diferente, en sus manos se podían distinguir varios cuchillos arrojadizos de estilo mucho más sencillo que el kunai. Eran planos y pequeños, como si hubiesen aplastado un senbon.
— ¿Y bien, shinobi-san?
La distancia entre ellos y el carromato era de unos siete metros, y los bandidos estaban a unos tres metros de Fu y Riko.