11/02/2018, 23:41
En efecto, Daruu no podría quejarse. Sólo por el simple hecho de tener a una madre presente, que además sabía cocinar buenos postres y que, ¡aunado a ello! resultó ser una asesina silente y acojonante, con una sobresaliente carrera ninja.
Lejos de lo que podría haber llegado a tener Kaido nunca, y que, desde luego, ya era muy tarde para andar buscando.
Y es que cuando Daruu le increpó sobre su familia, su gesto transmutó a un intenso desinterés. A una zozobra tangible que, por alguna bizarra razón, no se sentía como tristeza, o nostalgia. Era más bien algo parecido a una dolorosa indiferencia. O eso era lo que transmitía él, el escualo.
—No —Daruu tuvo que sentir a aquel no como el más tajante que le hubieran dicho alguna vez—. ni mamá ni papá. La verdad es que nunca me he interesado en preguntar, pero asumo que habrán decidido no encargarse del pequeño monstruito azul, y me dejaron con alguna gente de mi clan. Supongo que se les puede llamar parientes, pero si hablamos del vientre del que tuve que salir, o del par de cojones que lo fecundó, a saber tú en dónde coño están. Oye, y sinceramente, no me interesa tampoco.
Carcajeó y mostró a aquella sonrisa suya, afilada.
Entonces, Daruu lo entendió.
Entendió por qué reía tanto, y es que aquel manojo de navajas era su escudo. Su protección. Una manera de disuadir y de evadir, de amedrantar. De protegerse a sí mismo, también. De no mostrarse vulnerable aún y a pesar de que lo era, y mucho.
Lejos de lo que podría haber llegado a tener Kaido nunca, y que, desde luego, ya era muy tarde para andar buscando.
Y es que cuando Daruu le increpó sobre su familia, su gesto transmutó a un intenso desinterés. A una zozobra tangible que, por alguna bizarra razón, no se sentía como tristeza, o nostalgia. Era más bien algo parecido a una dolorosa indiferencia. O eso era lo que transmitía él, el escualo.
—No —Daruu tuvo que sentir a aquel no como el más tajante que le hubieran dicho alguna vez—. ni mamá ni papá. La verdad es que nunca me he interesado en preguntar, pero asumo que habrán decidido no encargarse del pequeño monstruito azul, y me dejaron con alguna gente de mi clan. Supongo que se les puede llamar parientes, pero si hablamos del vientre del que tuve que salir, o del par de cojones que lo fecundó, a saber tú en dónde coño están. Oye, y sinceramente, no me interesa tampoco.
Carcajeó y mostró a aquella sonrisa suya, afilada.
Entonces, Daruu lo entendió.
Entendió por qué reía tanto, y es que aquel manojo de navajas era su escudo. Su protección. Una manera de disuadir y de evadir, de amedrantar. De protegerse a sí mismo, también. De no mostrarse vulnerable aún y a pesar de que lo era, y mucho.