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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El tiempo parecía pasar lentamente, más lento de lo habitual, estaba ansioso por ver alguna respuesta por parte de aquella flecha, no pasaba nada... Nada que dijera que el plan había funcionado hasta que una tímida nube de humo negro transparente se asomó, no venía sola sino acompañada de muchas más, más grandes, más oscuras, más intensas.

"Pensé que las llamas normales no le acabarían..." Pensé rápidamente, no quería decirlo, porque el mismo Sarutobi había dicho eso, por lo que era parte de su plan y algo más debía ocurrir.

Rápidamente el ático se vio envuelto en grandes llamas, vivas y de color entre naranja, amarillo y rojizo, incluso podía sentir el olor de dióxido de carbono, y claro como olvidar al negro que se estaba apoderando del firmamento, todo un espectáculo. Agradecí el hecho de que ahora estuviéramos fuera de aquella fuente de calor. En cuestión de segundos toda la casa se vio envuelta en las garras del dios Vulcano. ¿Sería esa la tan anhelada victoria?

Esto aún no ha terminado —anunció el anciano, derrubando la poca esperanza que había crecido en mi, y seguramente yo no era el único que se habría desanidado con aquellas palabras.—Un simple incendio no bastara para matar a un guerrero como aquel.

Fue escuchar aquellas palabras y la vitalidad de la llama se ausentó bruscamente, ahora no eran cálidas, ni amarillas, ni anaranjadas ni mucho menos rojas, el sonido de la cristalización había anunciado que habíamos fallado. El frío reinaba nuevamente y pude sentir como una nueva ventisca se alzaba, estaba seguro que no era el único y ese hecho me asustaba, ¿qué haríamos? Los pilares empezaron a manifestarse y a salir desde los restos de la casa.

"Supongo que es hora de huir... No sé cuan lejos pueda llegar, pero es la mejor opción que viene a mi mente..."

Ha… ha congelado un incendio como ese —gimoteo la asistente, mientras caía de rodillas.

¡Y esa ha de ser su perdición! —proclamó el anciano.

Repentinamente el ático estalló en llamas, un pilar de fuego azul creció como sí de un volcán se tratase, una ola de calor se esparció por todos los alrededores, todo sucedió muy rápido el resplandor fue cegador y las llamas crecían más y más, no pude hacer nada más que voltearme para proteger mi cuerpo, mi rostro e incluso mis ojos que sentían un ligero ardor y dolor.
Además de eso descendí varios centímetros, y era que ahora estaba pisando tierra y no nieve, la humedad se esfumó rápidamente dejando una terrible sequía. Abracé mi cuerpo e incluso caminé unos pasos más para alejarme de todo aquel poder.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que todo volvió a la "normalidad", sí es que podía llamarse normal al cambio ambiental que habíamos visto. El las bajas temperaturas que me aquejaban anteriormente ya no estaban, ahora sentía que la ropa me molestaba, incluso mi piel estaba más roja de lo normal, labios secos y agrietados, y la consecuente debilidad. El vértigo no se hizo esperar, pero mi cuerpo resistió los segundos de pérdida de visión y entonces escuché a alguien hablar, era Sarutobi.

Se acabó, todo lo que queda de mi oficina y del enemigo es un cráter humeante.

—Para mi es suficiente conque haya desaparecido el enemigo, lo siento por los daños colaterales...— Comenté con una sonrisa cansada, miré a Koutetsu para sonreír aún más, una sonrisa victoriosa sería ahora, pero el mismo no reaccionaba igual, repentinamente se desplomó.—Koutetsu!!— Vociferé y me acerqué a él lo más rápido que pude, lo cual no era ni un ápice de mi velocidad normal.

Cuando llegué a él comprobé su pulso y respiración. —Está agotado, al igual que yo, ese choque térmico terminó por doblegarlo.— Anuncié. —Deberíamos descansar un poco, ¿están todos bien?— Pregunté al anciano, a la secretaria y luego buscaría a la princesa con la mirada.

"Tengo sed..."

—¿Creen que ya terminó la batalla? ¿O este era solo el inicio?— Pregunté con tono asustado por todo lo que había ocurrido.
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen
Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

[Imagen: 5b744fac64c6fe9ec924f3cf50c4417fo.jpg]
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RE: La muerte es blanca y tiene los ojos azules - por Keisuke - 12/02/2018, 02:43


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