12/02/2018, 19:22
(Última modificación: 12/02/2018, 19:38 por Uchiha Akame.)
Una vez todos los muchachos hubieron terminado de comer, tendrían que reunirse con Hisui-sensei en la entrada del dojo del Dojo de Jade. Allí les estaba esperando el maestro, frente a las escaleras de madera que daban acceso a una puerta corrediza doble de papel de arroz por la que se entraba a la instalación. Detrás suya estaba el edificio, con sus tejas color verde aguamarina, y delante el mar furioso cuyas olas rompían con fuerza contra el acantilado, levantando estelas de espuma blanca y gris.
Hisui-sensei los saludaría con una inclinación de cabeza.
—Espero que tanto las habitaciones como la comida hayan sido de su agrado, jóvenes —les diría—. Ahora, acompáñenme. Es momento de entrenar.
Con aquellas palabras el anciano se daría media vuelta, el viento agitando su melena de rastas blancas y grises, y subiría uno a uno todos los peldaños de las escaleras. Luego abriría las puertas corredizas del dojo y les invitaría a pasar.
Por dentro el lugar era incluso más impresionante que por fuera. Había una estancia principal muy amplia donde algunas personas realizaban estiramientos y otros ejercicios. A los lados se alzaban numerosos tabiques de papel de arroz con sus respectivas puertas, tras las cuales se encontraban las salas de entrenamiento. Hisui-sensei se volvió hacia los muchachos y habló con voz potente.
—Bien, ahora cada uno de vosotros entrará en la sala asignada junto con su compañero de entrenamiento. Dentro encontrareis un casillero para guardar cualquier cosa que no queráis llevar encima mientras combatís.
Dejó que sus palabras calaran.
—En efecto, y aunque supongo que la mayoría de vosotros ya lo sabréis, en este dojo se valora la capacidad de combate por encima de cualquier otra cosa. Un ninja debe ser muchas cosas, pero por encima de todas ellas, poderoso —hablaba con una determinación impropia de alguien de su edad, con un brillo esmeralda en sus ojos que se paseaban por la entrada—. Dentro de estas salas de entrenamiento combatiréis como si vuestra vida dependiese de ello... Con todo.
»En cada una de estas estancias hay un Fuuinjutsu médico especial preparado por mis mejores alumnos y alumnas, que revertirá cualquier daño que sufráis al terminar el combate.
Entonces el maestro señaló la primera puerta corredera que estaba a su derecha.
—Sarutobi Yato y Nara Shikanori, por aquí —indicó a los genin de Ame.
Luego señaló a la puerta de la izquierda.
—Uchiha Ralexion y Muramaki Masaki.
Finalmente, se volteó hacia una de las salas más alejadas.
—Inoue Keisuke y Manase Mogura.
Al entrar los muchachos en cada una de las salas, encontrarían un amplio tatami cuadrado de diez metros de lado. Las paredes de las habitaciones de entrenamiento parecían frágiles como el mismo papel de arroz del que estaban hechas, pero pronto los chicos comprobarían que ni la más poderosa de sus técnicas podría hacerles siquiera un rasguño. Una sensación extraña, parecida a un cosquilleo que se extendía por todo su cuerpo, los invadió; signo inequívoco de que ya estaban bajo los efectos del potente Fuuinjutsu médico del dojo.
—Todos, en posición.
La voz de Hisui-sensei resonaría en cada una de las habitaciones de entrenamiento, alta y clara, aunque el maestro no se encontrase en ninguna de ellas.
—Lo primero que debéis tener en mente en el momento de empezar un combate es qué información conocéis acerca de vuestro oponente. ¿Es fuerte a distancias largas o cortas? ¿Es más rápido o más lento que vosotros? ¿Es diestro con las armas, o en cuerpo a cuerpo? ¿Qué tipo de técnicas utiliza? ¿Qué naturalezas elementales maneja?
»El manejo de esta información puede decidir el resultado del combate incluso antes de empezar. El ninja poderoso nunca subestima a su enemigo. Nunca se lanza de cabeza a lo desconocido. Es cuidadoso, medita cada acción, observa cada gota de lluvia, el movimiento de cada hoja en el aire... Así debéis hacer.
Ahora, sólo les quedaba pelear.
Hisui-sensei los saludaría con una inclinación de cabeza.
—Espero que tanto las habitaciones como la comida hayan sido de su agrado, jóvenes —les diría—. Ahora, acompáñenme. Es momento de entrenar.
Con aquellas palabras el anciano se daría media vuelta, el viento agitando su melena de rastas blancas y grises, y subiría uno a uno todos los peldaños de las escaleras. Luego abriría las puertas corredizas del dojo y les invitaría a pasar.
Por dentro el lugar era incluso más impresionante que por fuera. Había una estancia principal muy amplia donde algunas personas realizaban estiramientos y otros ejercicios. A los lados se alzaban numerosos tabiques de papel de arroz con sus respectivas puertas, tras las cuales se encontraban las salas de entrenamiento. Hisui-sensei se volvió hacia los muchachos y habló con voz potente.
—Bien, ahora cada uno de vosotros entrará en la sala asignada junto con su compañero de entrenamiento. Dentro encontrareis un casillero para guardar cualquier cosa que no queráis llevar encima mientras combatís.
Dejó que sus palabras calaran.
—En efecto, y aunque supongo que la mayoría de vosotros ya lo sabréis, en este dojo se valora la capacidad de combate por encima de cualquier otra cosa. Un ninja debe ser muchas cosas, pero por encima de todas ellas, poderoso —hablaba con una determinación impropia de alguien de su edad, con un brillo esmeralda en sus ojos que se paseaban por la entrada—. Dentro de estas salas de entrenamiento combatiréis como si vuestra vida dependiese de ello... Con todo.
»En cada una de estas estancias hay un Fuuinjutsu médico especial preparado por mis mejores alumnos y alumnas, que revertirá cualquier daño que sufráis al terminar el combate.
Entonces el maestro señaló la primera puerta corredera que estaba a su derecha.
—Sarutobi Yato y Nara Shikanori, por aquí —indicó a los genin de Ame.
Luego señaló a la puerta de la izquierda.
—Uchiha Ralexion y Muramaki Masaki.
Finalmente, se volteó hacia una de las salas más alejadas.
—Inoue Keisuke y Manase Mogura.
Al entrar los muchachos en cada una de las salas, encontrarían un amplio tatami cuadrado de diez metros de lado. Las paredes de las habitaciones de entrenamiento parecían frágiles como el mismo papel de arroz del que estaban hechas, pero pronto los chicos comprobarían que ni la más poderosa de sus técnicas podría hacerles siquiera un rasguño. Una sensación extraña, parecida a un cosquilleo que se extendía por todo su cuerpo, los invadió; signo inequívoco de que ya estaban bajo los efectos del potente Fuuinjutsu médico del dojo.
—Todos, en posición.
La voz de Hisui-sensei resonaría en cada una de las habitaciones de entrenamiento, alta y clara, aunque el maestro no se encontrase en ninguna de ellas.
—Lo primero que debéis tener en mente en el momento de empezar un combate es qué información conocéis acerca de vuestro oponente. ¿Es fuerte a distancias largas o cortas? ¿Es más rápido o más lento que vosotros? ¿Es diestro con las armas, o en cuerpo a cuerpo? ¿Qué tipo de técnicas utiliza? ¿Qué naturalezas elementales maneja?
»El manejo de esta información puede decidir el resultado del combate incluso antes de empezar. El ninja poderoso nunca subestima a su enemigo. Nunca se lanza de cabeza a lo desconocido. Es cuidadoso, medita cada acción, observa cada gota de lluvia, el movimiento de cada hoja en el aire... Así debéis hacer.
Ahora, sólo les quedaba pelear.