14/02/2018, 02:29
Con la comida rematada y sus estómagos llenos, Uchiha Ralexion y Nara Raiden abandonaron el edificio residencial para reunirse a la hora indicada con Hisui-sensei, al igual que los otros estudiantes.
El maestro ya estaba allí, esperándoles. Los dos integrantes de Kusagakure le devolvieron la reverencia. Tras unas educadas formalidades por parte del sensei, este les invitó a entrar al Dojo de Jade, el que debía ser los cimientos —metafóricamente hablando— de todo el recinto del veterano.
Fue entonces que Raiden posó su diestra sobre el hombro del Uchiha.
—Bueno, aquí es donde nos separamos. Espero que aprendas mucho, que por algo te he traído hasta aquí, ¡no lo desaproveches! —le dio una palmada en la espalda— Yo voy a ver si le echo un vistazo al complejo y entreno por mi cuenta un poco. Ya me cuentas luego.
Ralexion enarboló una sonrisa que denotaba confianza.
—Vale, ¡nos vemos luego, Raiden-sensei!
Se despidieron y tomaron caminos distintos. El rubio discurrió en la dirección del edificio de alojamiento mientras que el moreno se internó en el dojo, siguiendo a los otros. Ya dentro, el anciano anunció que el entrenamiento equivaldría, al menos en primera instancia, a combates uno contra uno entre los distintos pupilos allí reunidos. Ralexion prestó atención en silencio, con los brazos cruzados.
Su emparejamiento fue el segundo de la lista. Su compañero de penurias sería Muramaki Masaki, el otro genin de Kusagakure al cual no conocía. «Mejor que uno de la Lluvia», reflexionó, socarrón. Avanzó a buen paso, atravesando el umbral de la sala de entrenamiento antes que su contrincante. Caminó unos 7 metros en dirección al fondo de la instancia, a lo que se detuvo y giró sobre sus talones, mirando hacia la puerta de entrada, esperando ver a su oponente.
Sintió un leve cosquilleo escalándole la columna, una sensación chillona pero agradable. Comenzó a realizar estiramientos típicos de los practicantes del Taijutsu, maniobras que preparaban al cuerpo para el consiguiente esfuerzo físico. Se sentía genial.
—Oye, pues no está nada mal esto del Fūinjutsu médico, ¿verdad? —comentó.
—Lo primero que debéis tener en mente en el momento de empezar un combate es qué información conocéis acerca de vuestro oponente. ¿Es fuerte a distancias largas o cortas? ¿Es más rápido o más lento que vosotros? ¿Es diestro con las armas, o en cuerpo a cuerpo? ¿Qué tipo de técnicas utiliza? ¿Qué naturalezas elementales maneja?
»El manejo de esta información puede decidir el resultado del combate incluso antes de empezar. El ninja poderoso nunca subestima a su enemigo. Nunca se lanza de cabeza a lo desconocido. Es cuidadoso, medita cada acción, observa cada gota de lluvia, el movimiento de cada hoja en el aire... Así debéis hacer.
De aquella manera resonó la voz del maestro en la sala, desprovista de cuerpo que la acompañase. El Uchiha lanzó un silbido, impresionado, para entonces reflexionar sobre la valiosa lección que les había impartido sin pena ni gloria. «Solo sé... que no sé nada... hmm, en tal caso, habrá que ir descubriéndolo poco a poco. Lo siento, Masaki-san, pero Hisui-sensei dice que debemos pelear con todo.»
Sus ojos, fijos sobre el otro muchacho, se tornaron rojos y adquirieron un par de aspas alrededor de la pupila. El Sharingan se manifestó a la par que los labios del shinobi se transformaron en una sonrisa desafiante. Haciendo gala de su juego de dedos realizó con la diestra un sello impartido en las academias ninja como símbolo de un duelo amistoso.
—Mi nombre es Uchiha Ralexion, es un placer —procedió así a presentarse—. ¡Que gane el mejor!
El maestro ya estaba allí, esperándoles. Los dos integrantes de Kusagakure le devolvieron la reverencia. Tras unas educadas formalidades por parte del sensei, este les invitó a entrar al Dojo de Jade, el que debía ser los cimientos —metafóricamente hablando— de todo el recinto del veterano.
Fue entonces que Raiden posó su diestra sobre el hombro del Uchiha.
—Bueno, aquí es donde nos separamos. Espero que aprendas mucho, que por algo te he traído hasta aquí, ¡no lo desaproveches! —le dio una palmada en la espalda— Yo voy a ver si le echo un vistazo al complejo y entreno por mi cuenta un poco. Ya me cuentas luego.
Ralexion enarboló una sonrisa que denotaba confianza.
—Vale, ¡nos vemos luego, Raiden-sensei!
Se despidieron y tomaron caminos distintos. El rubio discurrió en la dirección del edificio de alojamiento mientras que el moreno se internó en el dojo, siguiendo a los otros. Ya dentro, el anciano anunció que el entrenamiento equivaldría, al menos en primera instancia, a combates uno contra uno entre los distintos pupilos allí reunidos. Ralexion prestó atención en silencio, con los brazos cruzados.
Su emparejamiento fue el segundo de la lista. Su compañero de penurias sería Muramaki Masaki, el otro genin de Kusagakure al cual no conocía. «Mejor que uno de la Lluvia», reflexionó, socarrón. Avanzó a buen paso, atravesando el umbral de la sala de entrenamiento antes que su contrincante. Caminó unos 7 metros en dirección al fondo de la instancia, a lo que se detuvo y giró sobre sus talones, mirando hacia la puerta de entrada, esperando ver a su oponente.
Sintió un leve cosquilleo escalándole la columna, una sensación chillona pero agradable. Comenzó a realizar estiramientos típicos de los practicantes del Taijutsu, maniobras que preparaban al cuerpo para el consiguiente esfuerzo físico. Se sentía genial.
—Oye, pues no está nada mal esto del Fūinjutsu médico, ¿verdad? —comentó.
—Lo primero que debéis tener en mente en el momento de empezar un combate es qué información conocéis acerca de vuestro oponente. ¿Es fuerte a distancias largas o cortas? ¿Es más rápido o más lento que vosotros? ¿Es diestro con las armas, o en cuerpo a cuerpo? ¿Qué tipo de técnicas utiliza? ¿Qué naturalezas elementales maneja?
»El manejo de esta información puede decidir el resultado del combate incluso antes de empezar. El ninja poderoso nunca subestima a su enemigo. Nunca se lanza de cabeza a lo desconocido. Es cuidadoso, medita cada acción, observa cada gota de lluvia, el movimiento de cada hoja en el aire... Así debéis hacer.
De aquella manera resonó la voz del maestro en la sala, desprovista de cuerpo que la acompañase. El Uchiha lanzó un silbido, impresionado, para entonces reflexionar sobre la valiosa lección que les había impartido sin pena ni gloria. «Solo sé... que no sé nada... hmm, en tal caso, habrá que ir descubriéndolo poco a poco. Lo siento, Masaki-san, pero Hisui-sensei dice que debemos pelear con todo.»
Sus ojos, fijos sobre el otro muchacho, se tornaron rojos y adquirieron un par de aspas alrededor de la pupila. El Sharingan se manifestó a la par que los labios del shinobi se transformaron en una sonrisa desafiante. Haciendo gala de su juego de dedos realizó con la diestra un sello impartido en las academias ninja como símbolo de un duelo amistoso.
—Mi nombre es Uchiha Ralexion, es un placer —procedió así a presentarse—. ¡Que gane el mejor!