15/02/2018, 17:23
Akame asintió, con una sonrisa radiante, ante las afirmativas de sus compañeros. «Parece que todos estamos igual de exahustos y hambrientos...» Ni corto ni perezoso, el Uchiha se desvió de la travesía de la calle principal para seguir, olfateando el aire, el rastro de aquel delicioso olor a guiso de verduras y carne. Ya se imaginaba la textura del cerdo asado y los vegetales recién recogidos, aquel toque rural que faltaba a los alimentos de las ciudades y que a él, personalmente, le encantaba.
La posada resultó estar ubicada a un lado de la calle principal —la que subía en dirección al castillo del señor— y tratarse de un edificio de lo más acogedor; construída enteramente con madera y algo de piedra, ofrecía una vista robusta ante el resto de viviendas alrededor, que eran mucho más pobres. Tenía dos plantas, como solía corresponder a los edificios de ese tipo, y nada más entrar Akame pudo confirmar que sus suposiciones eran correctas.
La primera abarcaba la taberna, una normal y corriente que se asemejaba bien a cualquier otra que los muchachos hubieran podido ver antes en otros lugares. Estaba repleta y el ambiente era bullicioso, cálido y regado por las jarras de cerveza que iban de acá para allá y el aroma de una enorme olla de estofado. Akame se relamió y se dirigió hacia la única mesa —con cuatro sillas— que quedaba vacía a aquellas horas.
El de Uzu se dejó caer pesadamente sobre su asiento tras descolgarse la mochila y dejarla apoyada en el suelo. No llevaba puesta su capa, sino que no había llegado a sacarla del petate durante su viaje. El calor de Primavera comenzaba a eliminar la necesidad de usar semejantes prendas. Akame se recostó y llamó la atención del mesero, que corría de aquí para allá.
—Una jarra de cerveza, tres vasos, y tres raciones de ese estofado que huele tan bien —se tomó la libertad de pedir sin consultar a sus compañeros.
Cuando el joven asintió y se dio media vuelta de camino a la barra, el Uchiha dirigió su mirada hacia sus dos compañeros.
—Me parece bien —terció, aludiendo a la propuesta que Datsue había hecho anteriormente—. ¿Alguno se ofrece?
La posada resultó estar ubicada a un lado de la calle principal —la que subía en dirección al castillo del señor— y tratarse de un edificio de lo más acogedor; construída enteramente con madera y algo de piedra, ofrecía una vista robusta ante el resto de viviendas alrededor, que eran mucho más pobres. Tenía dos plantas, como solía corresponder a los edificios de ese tipo, y nada más entrar Akame pudo confirmar que sus suposiciones eran correctas.
La primera abarcaba la taberna, una normal y corriente que se asemejaba bien a cualquier otra que los muchachos hubieran podido ver antes en otros lugares. Estaba repleta y el ambiente era bullicioso, cálido y regado por las jarras de cerveza que iban de acá para allá y el aroma de una enorme olla de estofado. Akame se relamió y se dirigió hacia la única mesa —con cuatro sillas— que quedaba vacía a aquellas horas.
El de Uzu se dejó caer pesadamente sobre su asiento tras descolgarse la mochila y dejarla apoyada en el suelo. No llevaba puesta su capa, sino que no había llegado a sacarla del petate durante su viaje. El calor de Primavera comenzaba a eliminar la necesidad de usar semejantes prendas. Akame se recostó y llamó la atención del mesero, que corría de aquí para allá.
—Una jarra de cerveza, tres vasos, y tres raciones de ese estofado que huele tan bien —se tomó la libertad de pedir sin consultar a sus compañeros.
Cuando el joven asintió y se dio media vuelta de camino a la barra, el Uchiha dirigió su mirada hacia sus dos compañeros.
—Me parece bien —terció, aludiendo a la propuesta que Datsue había hecho anteriormente—. ¿Alguno se ofrece?