16/02/2018, 20:49
Alcanzado un consenso unánime, el trío de shinobis entraron en la taberna. Ralexion siguió a Akame y se sentó a la izquierda de este, dejando escapar un suspiro de placer. «Un sitio donde sentarse que no sea el suelo o un árbol... ¡por fin!», pensó el joven, recostándose. No le importó que el referido pidiese sin preguntar, el kusajin se iba a comer y beber lo que le pusiesen en la mesa.
Ahora quedaba la cuestión sugerida por Datsue: el jefe del equipo. Sí, a Ralexion le parecía lógico lo dicho por uno de los Hermanos del Desierto. No le resultaba impedimento el seguir las órdenes de Akame o Datsue en combate, siempre que fueran razonables. Por todo ello se encogió de hombros, mostrando una sonrisa.
—Supongo que soy el candidato menos adecuado, estoy en minoría al ser el único integrante de Kusagakure y el menos experimentado —afirmó con tranquilidad—. A no ser, por supuesto, que mi apabullante labia se merezca el manto de líder.
Ahora quedaba la cuestión sugerida por Datsue: el jefe del equipo. Sí, a Ralexion le parecía lógico lo dicho por uno de los Hermanos del Desierto. No le resultaba impedimento el seguir las órdenes de Akame o Datsue en combate, siempre que fueran razonables. Por todo ello se encogió de hombros, mostrando una sonrisa.
—Supongo que soy el candidato menos adecuado, estoy en minoría al ser el único integrante de Kusagakure y el menos experimentado —afirmó con tranquilidad—. A no ser, por supuesto, que mi apabullante labia se merezca el manto de líder.