19/02/2018, 00:07
(Última modificación: 19/02/2018, 00:09 por Amedama Daruu.)
Repitió la sugerencia un par o tres de veces, pero pronto fue evidente que lo que debía de dar era una orden, de esas a las que uno no puede negarse: las que te golpean con la punta del zapato en la espalda. El tiburón gruñó unas súplicas, y cuando estaba a punto de darle un nuevo puntapié terminó por darse la vuelta y acceder a levantarse mientras se frotaba los ojos.
Daruu se vistió la capa de viaje y se desperezó, estirando brazos y piernas. Dio un largo bostezo, y casi se le cae el bocadillo que le tendía Kaido, que rebotó en sus manos hasta tres veces.
—Gracias, Kaido —agradeció, con una sonrisa afable—. Venga, va. Sé que hay sueño, pero no nos queda más remedio.
—¿Cuál es el plan?
—Pues... otro laaargo día de viaje a lomos de pájaro de caramelo hasta Yukio. Seguramente llegaremos de noche. ¿Qué, a que apetece?
Daruu se vistió la capa de viaje y se desperezó, estirando brazos y piernas. Dio un largo bostezo, y casi se le cae el bocadillo que le tendía Kaido, que rebotó en sus manos hasta tres veces.
—Gracias, Kaido —agradeció, con una sonrisa afable—. Venga, va. Sé que hay sueño, pero no nos queda más remedio.
—¿Cuál es el plan?
—Pues... otro laaargo día de viaje a lomos de pájaro de caramelo hasta Yukio. Seguramente llegaremos de noche. ¿Qué, a que apetece?