20/02/2018, 02:43
Uchiha Datsue tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no tratar de partir con sus propios puños las rejas que lo separaban de aquella sabandija. ¿Cómo podía ser tan mentiroso? ¿Cómo podía tener una lengua tan ponzoñosa? Cada palabra que pronunciaba era una saeta directa a su corazón y orgullo. Una saeta envenenada que infectaba su sangre de rabia y, al mismo tiempo, de una dolorosa impotencia.
De impotencia por no poder cerrarle la boca a base de golpes.
Pero Daruu tenía urgencias más apremiantes, como salir vivos de aquella. Datsue aguantó como pudo la bofetada dialéctica de que sus secuestradores eran, en efecto, sus propios paisanos.
—Hasta en los mejores sitios hay algún descarriado… —refutó con la boca pequeña.
Pero su antiguo contrincante en el Torneo de los Dojos continuó con su alegato. Aquel chico sabía hablar, y lo que era más importante, sabía vender una idea. Sobrevivir; hacerse con un tesoro; abandonar a su suerte a un Ribereño del Sur. Los tres pilares básicos en los que se sostenía el alma de Datsue. Eran sus instintos más primitivos, que ahora, quizá por primera vez en la vida, luchaban entre sí por ver quién se alzaba entre todos ellos.
Y, quien conoce bien a Uchiha Datsue, sabe que él tiene un código, tan inquebrantable y férreo como el de los antiguos samuráis más honorables. Un código que consistía en…
—Está bien —dijo a regañadientes.
…sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir. Luego, ya llegaba el resto.
Le entregó las ganzúas a Daruu, pues no podía ser él quien liberase a aquel demonio. Entonces, con la otra mano, tomó por la nuca a Daruu y le atrajo hacia sí para poder susurrarle al oído:
—Pero pase lo que pase, no podemos dejar que se quite las pulseras… o nos arrepentiremos —le advirtió, antes de soltarle.
¿Iba a dejar así las cosas? ¿Con una simple advertencia? Ni mucho menos. Pero Daruu tenía razón en algo: lo primero era sobrevivir.
De impotencia por no poder cerrarle la boca a base de golpes.
Pero Daruu tenía urgencias más apremiantes, como salir vivos de aquella. Datsue aguantó como pudo la bofetada dialéctica de que sus secuestradores eran, en efecto, sus propios paisanos.
—Hasta en los mejores sitios hay algún descarriado… —refutó con la boca pequeña.
Pero su antiguo contrincante en el Torneo de los Dojos continuó con su alegato. Aquel chico sabía hablar, y lo que era más importante, sabía vender una idea. Sobrevivir; hacerse con un tesoro; abandonar a su suerte a un Ribereño del Sur. Los tres pilares básicos en los que se sostenía el alma de Datsue. Eran sus instintos más primitivos, que ahora, quizá por primera vez en la vida, luchaban entre sí por ver quién se alzaba entre todos ellos.
Y, quien conoce bien a Uchiha Datsue, sabe que él tiene un código, tan inquebrantable y férreo como el de los antiguos samuráis más honorables. Un código que consistía en…
—Está bien —dijo a regañadientes.
…sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir. Luego, ya llegaba el resto.
Le entregó las ganzúas a Daruu, pues no podía ser él quien liberase a aquel demonio. Entonces, con la otra mano, tomó por la nuca a Daruu y le atrajo hacia sí para poder susurrarle al oído:
—Pero pase lo que pase, no podemos dejar que se quite las pulseras… o nos arrepentiremos —le advirtió, antes de soltarle.
¿Iba a dejar así las cosas? ¿Con una simple advertencia? Ni mucho menos. Pero Daruu tenía razón en algo: lo primero era sobrevivir.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado