21/02/2018, 13:57
Las flores de cerezo caían cual agua por un umbral de rocas dando lugar a una cascada, en éste caso una cascada de pétalos rosados y alguno que otro casi llegando a un tono carmín. El suelo ya quedaba recubierto hacía tiempo de los mismos, terminando en un contraste entre el azul del cielo y el rosa del suelo tremendamente artístico. Escasas nubes surcaban con júbilo el infinito azul, danzando entre dulces melodías de viento.
—¡Woof! —protestó de nuevo Akane.
Etsu lo miró de nuevo, arqueando una ceja. Terminó por cruzarse de brazos, casi resignado, y dejó caer un pesado y profundo suspiro. Tomó aire, y se dispuso a contestar a su compañero por enésima vez en menos de media hora.
—¡Te he dicho que no! —contestó el muchacho, acompañando sus palabras con gestos de mano en pos de aclararlo aún mas, si es que era posible —¿cuantas veces tengo que repetirtelo, Akane?
—¡Wof! ¡woof!
A su alrededor, la gente los miraba un tanto extrañados. Eran dos chicos que casi parecían gemelos, aunque uno era de apariencia un tanto mas asalvajada, y en vez de hablar... ¿ladraba? Así era, no había fallo. No era del todo normal, pero era imposible dejar de lado la situación. El chico acercó de nuevo su tazón de helado, y terminó dándole de nuevo una estocada al pescado que aún tenía a medio comer.
—Te he dicho que éste es mi helado, tu ya te has tomado tu porción.
El otro chico, el asalvajado, gruñó cual perro rabioso, mostrando sus colmillos —grrrrrrrr
—¡Me cago en la puta, Akane! ¡déjame comer en paz, joder! —inquirió con el pescado aún trabado en su tenedor.
Pero su fiel compañero no estaba dispuesto a perder la guerra. Como mucho podía perder una batalla, pero no perdería la guerra de manera tan sencilla, lucharía con garras y dientes. De nuevo, arrastró como quien no quería la cosa el plato de helado hacia su lado de la mesa, una mesa que estaba siendo un tanto popular en la terraza del restaurante. En medio de Notsuba, casi de regreso de una incursión por parte de su padre, no le quedaba otra que aguantar por esos lares hasta que regresasen.
Por suerte o por desgracia, tras comer tenía mucho que visitar. Esas tierras estaban repletas de dojos, seguro que podía encontrar la manera de entrenar...
—¡Woof! —protestó de nuevo Akane.
Etsu lo miró de nuevo, arqueando una ceja. Terminó por cruzarse de brazos, casi resignado, y dejó caer un pesado y profundo suspiro. Tomó aire, y se dispuso a contestar a su compañero por enésima vez en menos de media hora.
—¡Te he dicho que no! —contestó el muchacho, acompañando sus palabras con gestos de mano en pos de aclararlo aún mas, si es que era posible —¿cuantas veces tengo que repetirtelo, Akane?
—¡Wof! ¡woof!
A su alrededor, la gente los miraba un tanto extrañados. Eran dos chicos que casi parecían gemelos, aunque uno era de apariencia un tanto mas asalvajada, y en vez de hablar... ¿ladraba? Así era, no había fallo. No era del todo normal, pero era imposible dejar de lado la situación. El chico acercó de nuevo su tazón de helado, y terminó dándole de nuevo una estocada al pescado que aún tenía a medio comer.
—Te he dicho que éste es mi helado, tu ya te has tomado tu porción.
El otro chico, el asalvajado, gruñó cual perro rabioso, mostrando sus colmillos —grrrrrrrr
—¡Me cago en la puta, Akane! ¡déjame comer en paz, joder! —inquirió con el pescado aún trabado en su tenedor.
Pero su fiel compañero no estaba dispuesto a perder la guerra. Como mucho podía perder una batalla, pero no perdería la guerra de manera tan sencilla, lucharía con garras y dientes. De nuevo, arrastró como quien no quería la cosa el plato de helado hacia su lado de la mesa, una mesa que estaba siendo un tanto popular en la terraza del restaurante. En medio de Notsuba, casi de regreso de una incursión por parte de su padre, no le quedaba otra que aguantar por esos lares hasta que regresasen.
Por suerte o por desgracia, tras comer tenía mucho que visitar. Esas tierras estaban repletas de dojos, seguro que podía encontrar la manera de entrenar...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~