19/08/2015, 18:23
Lo había visto varias veces. Ese gesto que hacía con la bandana, sólo que antes había llevado sencillas vendas de tela. Quizás temiera que se le soltase, ¿pero por qué? Daruu giró la cabeza, confundido, perdido en aquella sencilla manía suya, tanto que casi se le olvida que le estaba hablando. La muchacha le felicitó también haber aprobado el examen.
—Gracias, gracias. —Cerró los ojos y sonrió con sinceridad—. La verdad es que no sé por qué le tenía tanto miedo. Al final me resultó bastante fácil. Mi padre me enseñó bien.
La luz habitual en los ojos de Daruu titiló unos instantes, como si una sombra de sabor amargo hubiese acabado de cruzar por delante suya. De todos modos sólo fue un momento, y luego volvió a sonreír de nuevo con la misma jovialidad con la que siempre trataba a Ayame.
La chica preguntó qué le traía por allí.
—¿Y qué haces tú por aquí? —respondió, sin pensar. No era una respuesta arisca, sino una juguetona. Puso los brazos detrás de la espalda y comenzó a caminar sin un rumbo determinado por la terraza de la torre—. Lo mismo que yo, supongo. Por nostalgia, por costumbre, o por yo qué se. Me apetecía subir aquí, y me he quedado empanado mirando la aldea desde aquí arriba. Hay una buena vista, ¿sabes? ¡Mira!
Se dio la vuelta, se dirigió a la baranda y se apoyó en ella, como esperando que Ayame hiciera lo mismo. Quizás podría empezar a hacer amigos ahora que había aprobado.
Ahora que había aprobado...
Ahora que...
¿Ahora qué?
—Gracias, gracias. —Cerró los ojos y sonrió con sinceridad—. La verdad es que no sé por qué le tenía tanto miedo. Al final me resultó bastante fácil. Mi padre me enseñó bien.
La luz habitual en los ojos de Daruu titiló unos instantes, como si una sombra de sabor amargo hubiese acabado de cruzar por delante suya. De todos modos sólo fue un momento, y luego volvió a sonreír de nuevo con la misma jovialidad con la que siempre trataba a Ayame.
La chica preguntó qué le traía por allí.
—¿Y qué haces tú por aquí? —respondió, sin pensar. No era una respuesta arisca, sino una juguetona. Puso los brazos detrás de la espalda y comenzó a caminar sin un rumbo determinado por la terraza de la torre—. Lo mismo que yo, supongo. Por nostalgia, por costumbre, o por yo qué se. Me apetecía subir aquí, y me he quedado empanado mirando la aldea desde aquí arriba. Hay una buena vista, ¿sabes? ¡Mira!
Se dio la vuelta, se dirigió a la baranda y se apoyó en ella, como esperando que Ayame hiciera lo mismo. Quizás podría empezar a hacer amigos ahora que había aprobado.
Ahora que había aprobado...
Ahora que...
¿Ahora qué?