23/02/2018, 23:51
Saigo los acompañó hasta la entrada, dirigiéndolos a unas escaleras para subir de nuevo a la cueva, ya que obviamente no podían salir por donde habían entrado. La escalera era individual, primero iba el jounin, tras él, Keisuke, Mogura y Karamaru, en ese orden. Ryu se había quedado tras darle su superior unas ordenes que los genins no llegaron a escuchar.
La oscuridad de la cueva se fue comiendo la luz del escondite hasta que salieron, con los ojos más acostumbrados en comparación a cuando entrando a tientas. Se encontraban en uno de los laterales de la cueva, a un lado estaba el lago artificial y tramposo y al otro el camino por el que hacia un tiempo indeterminado que habían venido.
En cuanto los tres estuvieron fuera de las escaleras Saigo habló.
— Aki está esperándoos en la entrada, daos prisa, pase lo que pase no los traigáis al escondite.
Antes de que pudiesen protestar Saigo habría desaparecido al mismo tiempo que la escalera. No encontrarían nada más que oscuridad y frías paredes.
Si seguían por el lado contrario al lago llegarían hasta la entrada de la cueva, sin embargo, fuera no es que abundase la luz precisamente. La luz de la luna les ilustró en la hora del día en la que se encontraban, en plena noche. Al acercarse comprobarían que estaban completamente solos, si Aki estaba en alguna parte, no era en el rango de visión de los genins.
Sin embargo, a unos diez metros de su posición había una roca que parecía tener una inscripción hecha recientemente, pero para leerla necesitaban acercarse. Por esa zona empezaban a aparecer varios arboles y una maleza espesa que junto a la oscuridad parecían el lugar perfecto para todo tipo de acechadores tanto humanos como animales.
Por mucho que se fijaran o se concentraran en escuchar o en ver, no escucharían más que el silbar del viento al pasar entre las hojas de los arboles y no verían más que plantas y piedras. Si había alguien o algo, estaba bien oculto.
La oscuridad de la cueva se fue comiendo la luz del escondite hasta que salieron, con los ojos más acostumbrados en comparación a cuando entrando a tientas. Se encontraban en uno de los laterales de la cueva, a un lado estaba el lago artificial y tramposo y al otro el camino por el que hacia un tiempo indeterminado que habían venido.
En cuanto los tres estuvieron fuera de las escaleras Saigo habló.
— Aki está esperándoos en la entrada, daos prisa, pase lo que pase no los traigáis al escondite.
Antes de que pudiesen protestar Saigo habría desaparecido al mismo tiempo que la escalera. No encontrarían nada más que oscuridad y frías paredes.
Si seguían por el lado contrario al lago llegarían hasta la entrada de la cueva, sin embargo, fuera no es que abundase la luz precisamente. La luz de la luna les ilustró en la hora del día en la que se encontraban, en plena noche. Al acercarse comprobarían que estaban completamente solos, si Aki estaba en alguna parte, no era en el rango de visión de los genins.
Sin embargo, a unos diez metros de su posición había una roca que parecía tener una inscripción hecha recientemente, pero para leerla necesitaban acercarse. Por esa zona empezaban a aparecer varios arboles y una maleza espesa que junto a la oscuridad parecían el lugar perfecto para todo tipo de acechadores tanto humanos como animales.
Por mucho que se fijaran o se concentraran en escuchar o en ver, no escucharían más que el silbar del viento al pasar entre las hojas de los arboles y no verían más que plantas y piedras. Si había alguien o algo, estaba bien oculto.