19/08/2015, 23:24
Horas habían pasado desde que la incesante tormenta se divisaba en el horizonte, a espaldas de Karamaru. Cruzaba un valle, con una pequeña cordillera por delante mientras decidía hacia donde ir. Recordaba su camino hacia el País de la Tierra, pero quería mas allá, tomar un viaje sin rumbo recordando todo a su paso para poder volver. Llevaba su mapa, obviamente, pero al calvo le gustaban los desafíos y quería conocer que tanto podía memorizar su mente. Tal vez era malo recordando palabras, pero para caras y lugares se consideraba bastante bueno. Yendo a ciegas por rutas desconocidas, cruzando montañas y bosques, el viaje se volvía mas una travesía o una odisea que un tiempo para pensar y desafiar a su mente. No importaba donde estaba siempre tenía que escalar, o zafarse de los bichos o caminar por lugares fructuosos. Según Karamaru el País de la Tierra ya había quedado atrás, y durante un rato había cruzado árboles mientras el Sol se habría paso desde "el borde del mundo. Varios días habían pasado, aunque el pelado no sabía cuantos, y todavía no llegaba a un punto donde su cuerpo se cansara y decida volver. Uno de sus mayores gustos era contemplar paisajes e incluso si estos eran nuevos. Con la naturaleza alrededor Karamaru se sentía vivo y en paz, sentía el cambio de clima se alejaba por un momento del sin cesar de la lluvia que a pesar de gustarle siempre esta bueno cambiar un poco la rutina.
Al cabo de un tiempo, los días se hacían cada vez mas largos y Karamaru echaba en falta la necesidad de ver a gente conocida o de por lo menos socializar. Pensaba en dar sus últimos pasos, tal vez descansar durante la noche y después volver, la mente del shinobi daba vueltas mientras sin pensar sus piernas seguían en movimiento. Así como un día ves al Sol ascender, al otro lo ves bajar. El cielo se tiño de un naranja rojizo, y media cuerpo azul se veía a lo lejos. Desde arriba de unos pequeños peñascos rocosos, lo único que interfería entre esa asombrosa vista y sus ojos eran gotas de aguas que revoloteaban alrededor. Las veía volar por unos segundos en el aire, frente a él, para después bajar rápidamente. En ese momento fue cuando se dedico a escuchar, y prestarle atención a lo que antes no oía por sus propios pensamientos. Fuertes ruidos de agua rompiendo llegaron a los oídos de Karamaru y en ese momento, con dos pasos para delante y bajando la vista, vio una costa de arena blanca a su derecha justo al costado del pequeño acantilado en el que se encontraba. Era un pequeño claro entre tanta roca, un lugar sin gente y a la vista clandestino. Era continuación de la costa común, un pedazo más de arena pero estaba encerrado por los costados por el acantilado sobre el que estaba el calvo.
Sin pensar, casi instintivamente, bajó y se recostó sobre la arena poniendo sus brazos bajo su cabeza. Miraba el horizonte y a ratos cerraba los ojos para escuchar el placentero crujir del agua. El cielo naranja rodeaba al calvo que poco a poco se sentía mas a gusto de haber hecho ese viaje. Para un admirador de los paisajes, ese era una de las mayores vistas que se podían encontrar. O por lo menos eso desde los conocimientos de Karamaru, que no había tenido un gran recorrido por las tierras del continente.
Al cabo de un tiempo, los días se hacían cada vez mas largos y Karamaru echaba en falta la necesidad de ver a gente conocida o de por lo menos socializar. Pensaba en dar sus últimos pasos, tal vez descansar durante la noche y después volver, la mente del shinobi daba vueltas mientras sin pensar sus piernas seguían en movimiento. Así como un día ves al Sol ascender, al otro lo ves bajar. El cielo se tiño de un naranja rojizo, y media cuerpo azul se veía a lo lejos. Desde arriba de unos pequeños peñascos rocosos, lo único que interfería entre esa asombrosa vista y sus ojos eran gotas de aguas que revoloteaban alrededor. Las veía volar por unos segundos en el aire, frente a él, para después bajar rápidamente. En ese momento fue cuando se dedico a escuchar, y prestarle atención a lo que antes no oía por sus propios pensamientos. Fuertes ruidos de agua rompiendo llegaron a los oídos de Karamaru y en ese momento, con dos pasos para delante y bajando la vista, vio una costa de arena blanca a su derecha justo al costado del pequeño acantilado en el que se encontraba. Era un pequeño claro entre tanta roca, un lugar sin gente y a la vista clandestino. Era continuación de la costa común, un pedazo más de arena pero estaba encerrado por los costados por el acantilado sobre el que estaba el calvo.
Sin pensar, casi instintivamente, bajó y se recostó sobre la arena poniendo sus brazos bajo su cabeza. Miraba el horizonte y a ratos cerraba los ojos para escuchar el placentero crujir del agua. El cielo naranja rodeaba al calvo que poco a poco se sentía mas a gusto de haber hecho ese viaje. Para un admirador de los paisajes, ese era una de las mayores vistas que se podían encontrar. O por lo menos eso desde los conocimientos de Karamaru, que no había tenido un gran recorrido por las tierras del continente.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
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