25/02/2018, 20:25
Por un momento, Akane parecía haber ganado la guerra. Batalla tras batalla, hubo un momento de sosiego en el que Etsu parecía haber tirado la toalla para con su hermano. Reinó la calma por unos segundos; unos segundos que fueron mas efímeros que un pintalabios en una señora de esas que venden su cuerpo en cualquier esquina.
El chico hincó el tenedor en el plato de helado, de manera brusca y sin aviso previo. El trozo de pescado que aún había en el mismo se vio bañado en el dulce manjar, y de una estocada se llevó Etsu ambas cosas a la boca. Akane quedó boquiabierto, no pudo reaccionar tan rápido como lo había hecho su antagonista. Tan solo quedó expectante de tan dantesca escena, pues en cierto modo había sido... raro y asqueroso.
¿Pescado con helado? ¿qué clase de degenerado y psicópata estaba hecho Etsu?
El chico mascó eufóricamente, promovido por la adrenalina del momento —¿vesh logque mobligralh a sé? —inquirió tan claro como la comida que trataba de tragar le permitía.
Tras unos segundos luchando por su vida, el Inuzuka tragó la comida —con la comida no se juega, hermano.
Y no era para menos, después de todo, ambos tenían instintos animales. Etsu no tanto, pero tratando nada mas que con su perro y su padre... algo se le había pegado. Sin demora, el chico tomó su cartera, y dejó lo pertinente sobre la mesa. Bueno, mas que lo pertinente, lo estrictamente necesario. No se puede amasar una gran fortuna a base de dejar propinas y limosnas en cualquier lado, eso era mas que obvio.
Akane, notablemente enfadado, elevó el rostro y lo giró; indignado sin lugar a dudas. Él también habría hecho lo mismo, y lo sabía muy bien. Tan solo se le había adelantado, y eso era realmente lo que le molestaba.
Etsu chasqueó los dedos, y aunque Akane estaba enfadado, se levantó del asiento dispuesto a emprender la marcha. Observó por un instante a su alrededor, buscando por dónde empezar a dar vueltas, y avistando que pese al espectáculo que habían dado en la terraza, apenas le había hecho caso —Bueno, un buen entrenamiento vendrá bien para bajar la comida, ¿verdad? —preguntó a su gemelo.
Sin embargo, éste no estaba dispuesto a perdonarlo tan rápido. Etsu se encogió de hombro, y cuando iba a comenzar a andar, vio a un tipo de lo mas singular. Entre tanta gente de características similares, destacaba un chico que era singularmente blanco, y que llevaba a un pájaro negro sobre el hombro.
«¡Ostras! ¡ostras! ¡ostras!»
Los ojos del chico se abrieron como platos, siempre había querido conocer a uno en persona. Por mas que hubiese leído sobre ellos, siempre había pensado que no eran personajes de pura ficción... como las chicas que llegan vírgenes al matrimonio, los demonios, el santo grial, o las bolas del dragón.
—¡Hermano, mira! ¡MIRA ESO! —inquirió con entusiasmo, señalando al chico.
El animal arqueó una ceja, aún conservando su apariencia humana. Pero antes de que pudiese soltar un ladrido o aullido, Etsu había salido a la carrera, plantándose justo a la cara del chico. El pobre tenía menos experiencia tratando con personas que una escoba pocha, pero al menos le ponía entusiasmo y una cordial sonrisa. Menos da una piedra...
—¡Hola! ¡Me llamo Etsu, y... y... —y no pudo contener por mucho mas tiempo sus dudas existenciales —¿... donde está tu barco? ¿¡Eres un pirata, verdad!?
Los libros siempre lo habían dicho, los tipos grandes que llevaban un pájaro que habla al hombro son los llamados piratas, los reyes del mar. Dueños de navíos enormes, con cientos de cañones y que dedicaban su vida a asaltar otros barcos, emborracharse, y los juegos de azar. No había fallo, ése chico había de ser al menos hijo de un pirata; si no es que era uno de ellos.
¡CLIIINK!
El chico hincó el tenedor en el plato de helado, de manera brusca y sin aviso previo. El trozo de pescado que aún había en el mismo se vio bañado en el dulce manjar, y de una estocada se llevó Etsu ambas cosas a la boca. Akane quedó boquiabierto, no pudo reaccionar tan rápido como lo había hecho su antagonista. Tan solo quedó expectante de tan dantesca escena, pues en cierto modo había sido... raro y asqueroso.
¿Pescado con helado? ¿qué clase de degenerado y psicópata estaba hecho Etsu?
El chico mascó eufóricamente, promovido por la adrenalina del momento —¿vesh logque mobligralh a sé? —inquirió tan claro como la comida que trataba de tragar le permitía.
Tras unos segundos luchando por su vida, el Inuzuka tragó la comida —con la comida no se juega, hermano.
Y no era para menos, después de todo, ambos tenían instintos animales. Etsu no tanto, pero tratando nada mas que con su perro y su padre... algo se le había pegado. Sin demora, el chico tomó su cartera, y dejó lo pertinente sobre la mesa. Bueno, mas que lo pertinente, lo estrictamente necesario. No se puede amasar una gran fortuna a base de dejar propinas y limosnas en cualquier lado, eso era mas que obvio.
Akane, notablemente enfadado, elevó el rostro y lo giró; indignado sin lugar a dudas. Él también habría hecho lo mismo, y lo sabía muy bien. Tan solo se le había adelantado, y eso era realmente lo que le molestaba.
Etsu chasqueó los dedos, y aunque Akane estaba enfadado, se levantó del asiento dispuesto a emprender la marcha. Observó por un instante a su alrededor, buscando por dónde empezar a dar vueltas, y avistando que pese al espectáculo que habían dado en la terraza, apenas le había hecho caso —Bueno, un buen entrenamiento vendrá bien para bajar la comida, ¿verdad? —preguntó a su gemelo.
Sin embargo, éste no estaba dispuesto a perdonarlo tan rápido. Etsu se encogió de hombro, y cuando iba a comenzar a andar, vio a un tipo de lo mas singular. Entre tanta gente de características similares, destacaba un chico que era singularmente blanco, y que llevaba a un pájaro negro sobre el hombro.
«¡Ostras! ¡ostras! ¡ostras!»
Los ojos del chico se abrieron como platos, siempre había querido conocer a uno en persona. Por mas que hubiese leído sobre ellos, siempre había pensado que no eran personajes de pura ficción... como las chicas que llegan vírgenes al matrimonio, los demonios, el santo grial, o las bolas del dragón.
—¡Hermano, mira! ¡MIRA ESO! —inquirió con entusiasmo, señalando al chico.
El animal arqueó una ceja, aún conservando su apariencia humana. Pero antes de que pudiese soltar un ladrido o aullido, Etsu había salido a la carrera, plantándose justo a la cara del chico. El pobre tenía menos experiencia tratando con personas que una escoba pocha, pero al menos le ponía entusiasmo y una cordial sonrisa. Menos da una piedra...
—¡Hola! ¡Me llamo Etsu, y... y... —y no pudo contener por mucho mas tiempo sus dudas existenciales —¿... donde está tu barco? ¿¡Eres un pirata, verdad!?
Los libros siempre lo habían dicho, los tipos grandes que llevaban un pájaro que habla al hombro son los llamados piratas, los reyes del mar. Dueños de navíos enormes, con cientos de cañones y que dedicaban su vida a asaltar otros barcos, emborracharse, y los juegos de azar. No había fallo, ése chico había de ser al menos hijo de un pirata; si no es que era uno de ellos.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~