26/02/2018, 19:00
Por la cara que estaba poniendo Daruu subido en lo alto de un árbol, uno podía deducir con bastante grado de exactitud que sus ojos no estaban viendo ningún barco. Ni barco, ni secuestradores, ni Capitán, ni medio alguno por el que salir de aquella condenada isla. Datsue —que finalmente se había levantado— dio una patada a la arena, irritado, cuando el amejin confirmó sus sospechas con palabras.
—Vaya que si estamos jodidos…
Como si sus palabras hubiesen convocado un rayo de esperanza, un trozo de papel planeó entre ellos dos como una hoja moribunda en Otoño. Datsue se agachó para verlo de cerca. Luego, su cabeza todavía embotada tardó unos preciosos segundos en procesar la imagen que tenía ante sus ojos.
Negó con la cabeza, cauteloso. Su mente todavía convaleciente le estaba jugando una muy mala pasada.
Tomó el mapa con manos temblorosas y se irguió. Volvió a fijarse en las dos líneas marrones representadas en el mapa, y alzó la vista para contemplar los dos árboles que había frente a ellos. Luego, dio otro rápido vistazo a la cala. Luego otra vez al mapa. Luego otra vez a la X. Luego otra vez a la isla. Muy rápido. Y de forma muy frenética.
Clic. El Sonido de su cerebro al encajar las piezas.
—Datsue, no. Datsue, NO
—No, no, no, no, no, no... —No podía creérselo. Se llevó una mano a la cabeza y empezó a tirarse de los pelos. No podía ser… No podía…—. Sí… Sí, sí, sí, sí, sí, sí... ¡SÍ! —El corazón empezó a galoparle como un caballo desbocado al terminar de encajar las piezas. Los Ribereños del Sur, el Capitán y su mapa del tesoro, la isla…—. ¡Síiiiii! ¡Síiiii!
Datsue saltó en el aire y lanzó un puño al cielo, pletórico. Entonces empezó a reírse, una risa aguda y casi demente, mientras corría de un lado a otro sin rumbo aparente. Daba saltitos en el aire, reía todavía más fuerte, lanzaba cortes de manga en dirección a Oonindo, y volvía a reír de manera estridente y aguda. El dolor de cabeza, desaparecido. Las preocupaciones por cómo salir de aquella isla, olvidadas en el fondo de una botella de ron.
—¡Daruu! ¡Daruu! —gritaba Datsue, que por un momento lo había perdido de vista y no sabía donde estaba. Al verlo, corrió hasta él y le propinó un fuerte abrazo. De esos dados por los ninjas más curtidos, palmeándole la espalda como si quisiese partírsela mientras no paraba de dar saltitos en el sitio. Cuando le soltó, el amejin pudo ver que el Uchiha tenía los ojos húmedos por la emoción, y hasta creyó captar un destello verde en su mirada. El destello de un fajo de billetes de ryōs—. Tío. Tío, tío, tío, tío. Te das cuenta de lo que es, ¿verdad? Joder, ¿¡te das cuenta de lo que es!?
Parecía a punto de llorar.
—¡Es lo que tú mismo dijiste! ¡Lo que vislumbraste dos días atrás! ¡Eres un genio! —exclamó, loco de emoción—. Dos shinobi de aldeas opuestas en el continente se encuentran en el punto más alejado de cada una de ellas. Curioso, ¿no? —imitó, con voz bastante más grave, repitiendo las palabras exactas que Daruu le había dicho en su encuentro—. ¡Pues claro que curioso! ¡Era el jodido destino! ¡Uchiha Datsue el Intrépido y el Demonio de Ojos Blancos unidos por una buena causa! —No existía mejor causa que la de encontrar un tesoro enterrado—. Pero tranquilízate, Daruu, ¡no perdamos la compostura! ¡Hay que mantener la calma ante todo! ¡Lo primero es llegar hasta la X! —Datsue puso el mapa a la vista de los dos y trazó una línea recta con el dedo, desde su posición hasta la X—. Ya sé que el cabrón dijo que no lo había enterrado ahí, pero creo que es un buen punto de partida.
»¡Vamos, vamos! —le apremió, empezando ya a caminar playa arriba a grandes zancadas—. ¡El paraíso nos aguarda, Daruu! ¡Nos aguarda!
—Vaya que si estamos jodidos…
Como si sus palabras hubiesen convocado un rayo de esperanza, un trozo de papel planeó entre ellos dos como una hoja moribunda en Otoño. Datsue se agachó para verlo de cerca. Luego, su cabeza todavía embotada tardó unos preciosos segundos en procesar la imagen que tenía ante sus ojos.
Negó con la cabeza, cauteloso. Su mente todavía convaleciente le estaba jugando una muy mala pasada.
Tomó el mapa con manos temblorosas y se irguió. Volvió a fijarse en las dos líneas marrones representadas en el mapa, y alzó la vista para contemplar los dos árboles que había frente a ellos. Luego, dio otro rápido vistazo a la cala. Luego otra vez al mapa. Luego otra vez a la X. Luego otra vez a la isla. Muy rápido. Y de forma muy frenética.
Clic. El Sonido de su cerebro al encajar las piezas.
—Datsue, no. Datsue, NO
—No, no, no, no, no, no... —No podía creérselo. Se llevó una mano a la cabeza y empezó a tirarse de los pelos. No podía ser… No podía…—. Sí… Sí, sí, sí, sí, sí, sí... ¡SÍ! —El corazón empezó a galoparle como un caballo desbocado al terminar de encajar las piezas. Los Ribereños del Sur, el Capitán y su mapa del tesoro, la isla…—. ¡Síiiiii! ¡Síiiii!
Datsue saltó en el aire y lanzó un puño al cielo, pletórico. Entonces empezó a reírse, una risa aguda y casi demente, mientras corría de un lado a otro sin rumbo aparente. Daba saltitos en el aire, reía todavía más fuerte, lanzaba cortes de manga en dirección a Oonindo, y volvía a reír de manera estridente y aguda. El dolor de cabeza, desaparecido. Las preocupaciones por cómo salir de aquella isla, olvidadas en el fondo de una botella de ron.
—¡Daruu! ¡Daruu! —gritaba Datsue, que por un momento lo había perdido de vista y no sabía donde estaba. Al verlo, corrió hasta él y le propinó un fuerte abrazo. De esos dados por los ninjas más curtidos, palmeándole la espalda como si quisiese partírsela mientras no paraba de dar saltitos en el sitio. Cuando le soltó, el amejin pudo ver que el Uchiha tenía los ojos húmedos por la emoción, y hasta creyó captar un destello verde en su mirada. El destello de un fajo de billetes de ryōs—. Tío. Tío, tío, tío, tío. Te das cuenta de lo que es, ¿verdad? Joder, ¿¡te das cuenta de lo que es!?
Parecía a punto de llorar.
—¡Es lo que tú mismo dijiste! ¡Lo que vislumbraste dos días atrás! ¡Eres un genio! —exclamó, loco de emoción—. Dos shinobi de aldeas opuestas en el continente se encuentran en el punto más alejado de cada una de ellas. Curioso, ¿no? —imitó, con voz bastante más grave, repitiendo las palabras exactas que Daruu le había dicho en su encuentro—. ¡Pues claro que curioso! ¡Era el jodido destino! ¡Uchiha Datsue el Intrépido y el Demonio de Ojos Blancos unidos por una buena causa! —No existía mejor causa que la de encontrar un tesoro enterrado—. Pero tranquilízate, Daruu, ¡no perdamos la compostura! ¡Hay que mantener la calma ante todo! ¡Lo primero es llegar hasta la X! —Datsue puso el mapa a la vista de los dos y trazó una línea recta con el dedo, desde su posición hasta la X—. Ya sé que el cabrón dijo que no lo había enterrado ahí, pero creo que es un buen punto de partida.
»¡Vamos, vamos! —le apremió, empezando ya a caminar playa arriba a grandes zancadas—. ¡El paraíso nos aguarda, Daruu! ¡Nos aguarda!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado