28/02/2018, 02:05
Fue al escuchar de nuevo la voz de su Hermano que Akame despegó la mirada de aquella Luna plateada para bajarla a la tierra, al reino de los mortales. Giró la cabeza y clavó sus ojos oscuros en los de Datsue, idénticos. La huella genética de los ancestros que compartían, incluso aunque fuese de forma muy remota, se hizo más evidente que nunca. Sin embargo, había una diferencia; los ojos de Akame estaban anegados de lágrimas.
—Sé lo que estás pensando. Shiona-sama me lo dijo una vez —fue capaz de articular, con la voz rota—. No debería ansiar el poder ni la venganza... Pero... Yo...
Entonces apretó los dientes y los puños con toda la fuerza de la que fue capaz, y de un salto se puso en pie. Con lágrimas cayendo por su rostro, lanzó un grito de desgarradora agonía y amargura, que se perdió en la inmensidad de la playa desierta para acabar fundiéndose con el rumor de las olas del mar.
—Pero no puedo evitarlo... ¡Yo la amaba! ¡Yo la amaba, y ahora nunca volveré a verla! —se lamentó, con la voz quebrada—. ¡Mierda puta, coño! ¡Arg!
Pegó una patada al aire y un puñado de arena salió volando para dispersarse en el viento nocturno, que le agitó la capa marrón que llevaba encima para protegerse del frío invernal. Luego se quedó allí, parado frente a la orilla, con los brazos caídos a ambos lados del cuerpo y la cabeza gacha.
—He leído sobre... Una cosa. Una cuarta fase del Sharingan.
—Sé lo que estás pensando. Shiona-sama me lo dijo una vez —fue capaz de articular, con la voz rota—. No debería ansiar el poder ni la venganza... Pero... Yo...
Entonces apretó los dientes y los puños con toda la fuerza de la que fue capaz, y de un salto se puso en pie. Con lágrimas cayendo por su rostro, lanzó un grito de desgarradora agonía y amargura, que se perdió en la inmensidad de la playa desierta para acabar fundiéndose con el rumor de las olas del mar.
—Pero no puedo evitarlo... ¡Yo la amaba! ¡Yo la amaba, y ahora nunca volveré a verla! —se lamentó, con la voz quebrada—. ¡Mierda puta, coño! ¡Arg!
Pegó una patada al aire y un puñado de arena salió volando para dispersarse en el viento nocturno, que le agitó la capa marrón que llevaba encima para protegerse del frío invernal. Luego se quedó allí, parado frente a la orilla, con los brazos caídos a ambos lados del cuerpo y la cabeza gacha.
—He leído sobre... Una cosa. Una cuarta fase del Sharingan.