Ecos del pasado

[Inuzuka Nabi]

Eri pasó sin contestar al muchacho, soltando una risilla por el aspecto del mismo. Al menos no se habia ofendido por loa malos modales del gran chef Uchiha. Así pues, sirvió dos platos y se sentó a degustar el fruto de su arduo trabajo de unos cinco minutos matinales.

¡Que aproveche, Eri-chan!

Y feliz dentro de su seriedad habitual empezó a zampar de esos huevos revueltos con bacon tan apetitosos. De vez en cuando por el rabillo del ojo se fijaba en la peliazul, que se habia sentado en silencio y desde que le habia servido el plato no habia parado de comer hasta que finalmente el plato estaba totalmente vacio y en el del rubio aún quedaba un cuarto de desayuno.

La chica se levantó y se lanzó a por su brazo derecho, por un momento pensó que se lo iba a comer de lo hambrienta que parecia devorando los huevos revueltos, pero la joven solo se lo agarró y zarandeó mientras Nabi intentaba cortar el último trozo de bacon que le quedaba, imposibilitando la tarea. Estaba acostumbrado a ello, pues la peliazul se lo hacia constantemente, mientras comia, mientras bebia, mientras hacían un examen, mientras meaba por suerte no.

Le explicó que habia tenido un sueño sobre algo que dejó enterrado en el orfanato hacía años ya. También comentó que ir a visitar aquel lugar estaba en su lista de prioridades pues no tenia ni idea de que habia pasado con aquel lugar tras su marcha y la verdad es que Nabi tampoco sabia que habia pasado tras ser llevado a la fuerza. Pero se habia enterado en su tiempo encerrado con los psiquiatras y los terapeutas.

Se descubrió lo del director, pero para cuando eso pasó él ya no se encontraba allí. Jamás se ha vuelto a saber de él y los niños fueron reasignados a otros orfanatos. El edificio sigue ahí, vacio. Creo que para el año que viene lo tiraran abajo para hacer una hamburgueseria. Así que si quieres ir mejor que sea pronto.

Le explicaria el rubio sin entender que Eri le estaba diciendo de ir ahora mismo. Finalmente, se acabaria su plato y esperaria a ver que contestaba la peliazul. Mientras se quitaba aquel estupido delantal y lo colgaba de la silla. Por suerte, no se habia manchado, una cosa menos que lavar.