4/03/2018, 18:41
La chica leyó la nota de la peliplateada, y con desdén dejó la nota a un lado. Parecía un tanto indignada porque ésta le hubiese traído esos libros tan "sencillos" pero por otro lado, no había sido del todo maleducada. Dejó escapar un suspiro a modo de confirmación, de que estaba de acuerdo y le daba una segunda oportunidad. Tras ello, tomó un papel de su vera, y comenzó a realizar unos monigotes un tanto singulares. Dibujos chorras y absurdos, aunque con un toque infantil ciertamente gracioso.
Taeko subió de nuevo las escaleras, y pasó junto al hijo de la señora Otoshino. Éste, aunque ella nuevamente le había regalado una sonrisa, ni tan si quiera le llevó una mirada. Estaba tan centrado en los estudios, que parecía que pudiese morir en cualquier momento dado. Tan centrado, que era hasta envidiable. Lamentablemente, perdía todo su atractivo en falta de educación y arrogancia. Al final, la genin llegó hasta los tomos que bien buscaba, y terminó por pillar los cuatro tomos que vio mas adecuados. Uno para principiantes, dos intermedios, y uno tan avanzado que ni ella misma entendería si le echaba un ojo. Tras ello, bajó nuevamente las escaleras y se dirigió hacia la pelirroja que le había pedido esos libros.
Al ver a la chica bajar, la pelirroja mostró una cordial sonrisa. La kunoichi dejó los libros a su vera, así como una nota que la pelirroja leyó poco después. Sin demora, echó un vistazo a los libros, y confirmó con un gesto firme de cabeza.
—Si, ésto ya es otra cosa. Muchas gracias.
Sin embargo, pasó olímpicamente de todos y cada uno de los libros. Los dejó en una pila justo a su vera, y continuó dibujando esos monigotes de hacía un rato. Parecía que no tenía interés alguno en lo libros, o en lo que éstos pudiesen contener.
Al lado contrario de la sala, la otra pelirroja parecía totalmente ausente. Ya no hacía gestos, ni ruiditos, ni nada. Mantenía la mirada firme en el infinito, curiosamente mirando casi a la dirección de la pelirroja que acababa de atender Taeko; pero su mirada estaba lejos de decir algo, no parecía estar allí. Si Taeko se fijaba lo suficiente, podría ver que la pequeña estaba muy muy rara. No un poco, mucho. Casi, casi... casi parecía un mero muñeco.
Taeko subió de nuevo las escaleras, y pasó junto al hijo de la señora Otoshino. Éste, aunque ella nuevamente le había regalado una sonrisa, ni tan si quiera le llevó una mirada. Estaba tan centrado en los estudios, que parecía que pudiese morir en cualquier momento dado. Tan centrado, que era hasta envidiable. Lamentablemente, perdía todo su atractivo en falta de educación y arrogancia. Al final, la genin llegó hasta los tomos que bien buscaba, y terminó por pillar los cuatro tomos que vio mas adecuados. Uno para principiantes, dos intermedios, y uno tan avanzado que ni ella misma entendería si le echaba un ojo. Tras ello, bajó nuevamente las escaleras y se dirigió hacia la pelirroja que le había pedido esos libros.
Al ver a la chica bajar, la pelirroja mostró una cordial sonrisa. La kunoichi dejó los libros a su vera, así como una nota que la pelirroja leyó poco después. Sin demora, echó un vistazo a los libros, y confirmó con un gesto firme de cabeza.
—Si, ésto ya es otra cosa. Muchas gracias.
Sin embargo, pasó olímpicamente de todos y cada uno de los libros. Los dejó en una pila justo a su vera, y continuó dibujando esos monigotes de hacía un rato. Parecía que no tenía interés alguno en lo libros, o en lo que éstos pudiesen contener.
Al lado contrario de la sala, la otra pelirroja parecía totalmente ausente. Ya no hacía gestos, ni ruiditos, ni nada. Mantenía la mirada firme en el infinito, curiosamente mirando casi a la dirección de la pelirroja que acababa de atender Taeko; pero su mirada estaba lejos de decir algo, no parecía estar allí. Si Taeko se fijaba lo suficiente, podría ver que la pequeña estaba muy muy rara. No un poco, mucho. Casi, casi... casi parecía un mero muñeco.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~