7/03/2018, 19:08
—¿Conoces a Da...? ¡Ah, es cierto! ¡Luchásteis juntos en el torneo!
¿Qué si recordaba a Daruu? ¡Vaya que si lo recordaba! Y no solo por aquel combate en el torneo. Pero aquella, era otra historia, y no le correspondía a él contarla.
Ayame se disculpó por decir mal su nombre, alegando que era pésima para recordarlos. El Uchiha trató de esbozar una sonrisa amable, como queriendo decir que no pasaba nada. En realidad, no podía criticarla. A él le sucedía parecido, aunque quizá no de forma tan exagerada. La única diferencia era que, en vez de confundirse en una letra o dos, él solía olvidarse por completo del nombre.
La conversación siguió fluyendo en la dirección que Datsue quería, y Ayame, lejos de mostrarse recelosa por la petición del Uchiha, terminó por proponerle una plaza para poder seguir charlando tranquilamente.
—Estupendo —accedió Datsue, emprendiendo la marcha.
Tras abandonar el puente, subieron por unas escaleras que ascendían como una hélice alrededor del gigantesco tronco sobre el que se encontraban. Recordaba, de pequeño, haber subido unas escaleras del estilo con su madre, cuando le había llevado de visita a Tane-Shigai.
Su madre… ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? Ya más de un año. ¿Se encontraría bien? ¿Seguiría como siempre? ¿Y su padre?
Sacudió la cabeza. No era momento de pensar en ellos. Tenía que centrarse en Ayame, aquella kunoichi de la que un día había jurado vengarse. Una tontería, en realidad, porque aún con toda su mala pata, no había conseguido empañar la noche tan mágica que había vivido Datsue. Pero una promesa era una promesa…
…y Datsue pensaba cumplirla. Ahora, sin embargo, tenía preocupaciones más importantes de las que ocuparse primero.
—Se trata de Aiko —confesó, directo y al grano. Acababan de llegar a la plaza mencionada por Ayame, situada en una especie de plataforma circular alrededor del tronco en el que se encontraban. Datsue divisó un banco libre, cuyo respaldo era un tronco pulido con forma irregular mucho más cómodo de lo que parecía a simple vista, y fue a sentarse—. ¿Sabes…? —la miró a los ojos—. ¿Sabes algo de ella? Hace tiempo que no la veo y estoy… preocupado.
Estaba más que preocupado. En los últimos tiempos, Aiko y él se buscaban la vida para reservarse un día en exclusiva para ellos solos. De pronto, Aiko dejó de acudir a la cita. Sin dejar aviso, ni acudir a la siguiente pactada. Ni a la siguiente. Ni a la siguiente…
Lo más preocupante de todo era que el Sello de Rastreo que había implantado en ella en su aventura en el desierto no se movía. La aguja de su fuuinjutsu apuntaba siempre al mismo sitio, un punto que presumiblemente se encontraba en el País de la Tormenta. Datsue no se había atrevido a seguir la aguja por obvias razones. ¿Y si se encontraba en Amegakure? Aparecer ante las puertas de una Villa extranjera era una idea que ni el más intrépido de los ninjas —o ingenuos— se le ocurriría. Y él, que no era ninguna de las dos cosas, mucho menos.
¿Qué si recordaba a Daruu? ¡Vaya que si lo recordaba! Y no solo por aquel combate en el torneo. Pero aquella, era otra historia, y no le correspondía a él contarla.
Ayame se disculpó por decir mal su nombre, alegando que era pésima para recordarlos. El Uchiha trató de esbozar una sonrisa amable, como queriendo decir que no pasaba nada. En realidad, no podía criticarla. A él le sucedía parecido, aunque quizá no de forma tan exagerada. La única diferencia era que, en vez de confundirse en una letra o dos, él solía olvidarse por completo del nombre.
La conversación siguió fluyendo en la dirección que Datsue quería, y Ayame, lejos de mostrarse recelosa por la petición del Uchiha, terminó por proponerle una plaza para poder seguir charlando tranquilamente.
—Estupendo —accedió Datsue, emprendiendo la marcha.
Tras abandonar el puente, subieron por unas escaleras que ascendían como una hélice alrededor del gigantesco tronco sobre el que se encontraban. Recordaba, de pequeño, haber subido unas escaleras del estilo con su madre, cuando le había llevado de visita a Tane-Shigai.
Su madre… ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? Ya más de un año. ¿Se encontraría bien? ¿Seguiría como siempre? ¿Y su padre?
Sacudió la cabeza. No era momento de pensar en ellos. Tenía que centrarse en Ayame, aquella kunoichi de la que un día había jurado vengarse. Una tontería, en realidad, porque aún con toda su mala pata, no había conseguido empañar la noche tan mágica que había vivido Datsue. Pero una promesa era una promesa…
…y Datsue pensaba cumplirla. Ahora, sin embargo, tenía preocupaciones más importantes de las que ocuparse primero.
—Se trata de Aiko —confesó, directo y al grano. Acababan de llegar a la plaza mencionada por Ayame, situada en una especie de plataforma circular alrededor del tronco en el que se encontraban. Datsue divisó un banco libre, cuyo respaldo era un tronco pulido con forma irregular mucho más cómodo de lo que parecía a simple vista, y fue a sentarse—. ¿Sabes…? —la miró a los ojos—. ¿Sabes algo de ella? Hace tiempo que no la veo y estoy… preocupado.
Estaba más que preocupado. En los últimos tiempos, Aiko y él se buscaban la vida para reservarse un día en exclusiva para ellos solos. De pronto, Aiko dejó de acudir a la cita. Sin dejar aviso, ni acudir a la siguiente pactada. Ni a la siguiente. Ni a la siguiente…
Lo más preocupante de todo era que el Sello de Rastreo que había implantado en ella en su aventura en el desierto no se movía. La aguja de su fuuinjutsu apuntaba siempre al mismo sitio, un punto que presumiblemente se encontraba en el País de la Tormenta. Datsue no se había atrevido a seguir la aguja por obvias razones. ¿Y si se encontraba en Amegakure? Aparecer ante las puertas de una Villa extranjera era una idea que ni el más intrépido de los ninjas —o ingenuos— se le ocurriría. Y él, que no era ninguna de las dos cosas, mucho menos.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado