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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La marea de muerte caía sobre ellos con la cadencia de una oleaje violento; como un mar lento e inexorable que azota una costa lejana, erosionando con crueldad los remanentes de una vieja construcción que negaba a caer, pero cuya derrota era segura. Keisuke mantenía cierto grado de esperanza, ofreciendo lo que pudiese quedar de su fe a la posibilidad de que desde el interior de El nido de cristal estuviesen preparando un rescate, un apoyo o lo que fuese que pudiese ayudarles… Pero mientras pasaban los angustiosos segundos, que se asemejaban a horas, el edificio solo les correspondía a manera de testigo silencioso.

¡Mantengan sus posiciones! —clamaba Kōtetsu, cada vez que se manifestaba un embate.

Aquel grupo de “resistencia” no estaba en todo momento contra las cuerdas: de vez en cuando avanzaban y arremetían ferozmente, cuando alguna de las técnicas de los ninjas despejaban un poco el terreno. En otros momentos, cuando la masa de cadáveres resultaba incontenible, se veían obligados a retroceder hasta casi aplastar contra el muro de hielo a quienes yacían detrás de ellos. Pero la mayoría del tiempo mantenía una precaria posición de guarda, sosteniéndose en pie con toda la fuerza y valor que les era posible manifestar.

Esto no tiene fin —decían algunos.

El Hakagurē se mantenía arrojando certeros tajos a diestra y siniestra, ejecutando atemorizantes técnicas que despedazaban la vanguardia enemiga. Manteniéndose cercano a él estaba el Inoue, desplegando todo lo que tenía para defenderse.

Era obvio que el grupo dependía de aquellos dos, que como pilares de granito se mantenían sosteniendo la vida de los supervivientes. La situación los obligaba a mantenerse al frente, como vanguardia, recibiendo apoyo de los civiles a quienes protegían. Pero al final no eran de piedra, eran humanos que comenzaban a cansarse.

La chica del mal humor que trabajaba para Shinda era la que mejor les proporcionaba asistencia, manteniendo lejos las garras que se colaban en las defensas de los muchachos. Se le veía bastante segura, esgrimiendo un largo y delgado machete con soltura, confiando en la protección que aquellos dos chicos le proporcionaban.

Y de pronto, la muerte comenzó a ganar…

En un momento de humana debilidad, ninguno de los dos genin pudo detener un grotesco brazo que aprisiono la mano de aquella muchacha. Ambos podrían verlo, pero estarían demasiado comprometidos para ayudarle, o de demasiado cansados como para lograr moverse a tiempo.

A aquella fría y muerta mano se sumaron otras más, arrastrándola con brutalidad hacia la horda, desgarrando tanto ropas como piel. Solo se necesitó un instante para que dejase de estar a su lado, con su respiración agitada. Ahora yacía del lado de los muertos siendo despedazada mientras sus últimos y desesperantes gritos iban dirigidos a su maestro, clamando por socorro. Fue aquel par de chicos quienes en primera línea debieron de observar como su cuerpo era destrozado por infinidad de manos y como sus entrañas se regaban con un roció carmesí sobre la blanca nieve, quienes debieron de escuchar sus últimos y fatídicas suplicas, y el terrible, terrible, sonido de sus articulaciones estallando al separarse y de sus carnes siendo rasgadas y vertidas sobre el suelo.

¡Un espectáculo grotesco!, que sin duda vaticinaba su pronto destino si no hacían algo, si algo no pasaba a su favor.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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RE: La muerte es blanca y tiene los ojos azules - por Hanamura Kazuma - 10/03/2018, 14:30


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