La primera ronda de asalto había dado inicio, pero nadie sabía realmente cuando terminaría, tanto los aldeanos como Koutetsu y yo dábamos lo mejor de nosotros para mantener en alto el frente de la resistencia hacia el ejercito de los cadáveres, teníamos esos ciertos momentos de oportunidad en los que ganábamos unos pocos metros de terreno, pero unos pocos segundos después ya estábamos nuevamente contra el muro, y mi única esperanza, el nido de cristal, seguía con un silencio sepulcral, ningún ápice de movimiento, ayuda o siquiera vida desde el interior se manifestó.
No podía dar mi brazo a torcer, no tan rápido, no mientras tuviera gente a mi alrededor a la que proteger y vidas a las que podría salvar, no podría dejarles al merced de la muerte, no podía rendirme sólo porque la luz del milagro que debía ocurrir aún no aparecía.
—¡Mantengan sus posiciones! —Animó Koutetsu a todos nosotros.
No obstante, lo único desfavorable no era la diferencia numérica, sino también el ambiente de combate, mis articulaciones, mis dedos y mi nariz dolían, y no era precisamente por los golpes que había recibido en combate, mi corazón hacía un gran esfuerzo por mantenerse en ritmo y lograr que todo se mantuviese en orden, pero con cada movimiento, con cada ninjutsu, el oxigeno que podía adquirir era cada vez menor.
—Esto no tiene fin —decían algunos.
—Aún no.— Me detuve antes de volver a la batalla, estaba recuperando el aliento. —NO SE RINDAN!!!— Vociferé con la finalidad de aumentar el ánimo del grupo.
El combate siguió su curso, el moreno lanzando sendos cortes con su fierro y por mi parte, intentando de que ningún cadáver llegase a alguno de los aldeanos, hasta los momentos todo transcurría relativamente bien, solo que la resistencia empezaría a fallar en cualquier momento y ese era uno de mis mayores temores.
Repentinamente, el panorama cambió y la asistente de Shinda, aquella mujer amargada que se encargaba de cubrir las defensas internas de nuestra improvisada formación, fue atrapada, las frías y heladas garrasde la muerte se hicieron con su débil cuerpo y fue cuestión de arrastrada hacia la horda de nuestros enemigos!
"Rayos! No puede ser, rápido!" Me dije en un momento de apuro, pero por más que quería ir a correr, ir a salvarle, o por lo menos hacer el intento; sabía exactamente que sí dejaba mi posición habría muchas más pérdidas, y era algo que no me podía permitir. Tensé mi mandíbula y lo único que pude hacer fue golpear los cadáveres que tenía frente a mi, les descargué toda mi furia, sentía bastante impotencia.
No tardó en llegar el susurro de su cuerpo siendo destrozado, aquel ruido característico de sus articulaciones siendo separadas, así como cuando deshuesas un pollo, pues algo similar; y algo que no podría olvidar fueron aquello gritos, sus últimas palabras, en un acto de desespero simplemente se dirigió a una única persona, el guardián del conocimiento; sin embargo, fue cuestión de segundos para que los gritos se vieran ahogados y ella fuera reducida a nada... Solo quedaría aquel tinte rojizo tiñendo la blanca capa de nieve y sus viseras por todo el lugar...
Sí la situación continuaba así, en un par de minutos iríamos cayendo uno por uno, y nos reducirían hasta matarnos a todos...
—Koutetsu, sabes tan bien como yo que no podremos ganar sí no tratamos de resolver lo que ocasiona esto; debemos ir contra ellos, quizá podríamos hacer que desactiven su técnica y así los aldeanos podrían intentar escapar.— Comenté con cierto cansancio, era la única solución que venía a mi mente, a mi cansada mente.
No podía dar mi brazo a torcer, no tan rápido, no mientras tuviera gente a mi alrededor a la que proteger y vidas a las que podría salvar, no podría dejarles al merced de la muerte, no podía rendirme sólo porque la luz del milagro que debía ocurrir aún no aparecía.
—¡Mantengan sus posiciones! —Animó Koutetsu a todos nosotros.
No obstante, lo único desfavorable no era la diferencia numérica, sino también el ambiente de combate, mis articulaciones, mis dedos y mi nariz dolían, y no era precisamente por los golpes que había recibido en combate, mi corazón hacía un gran esfuerzo por mantenerse en ritmo y lograr que todo se mantuviese en orden, pero con cada movimiento, con cada ninjutsu, el oxigeno que podía adquirir era cada vez menor.
—Esto no tiene fin —decían algunos.
—Aún no.— Me detuve antes de volver a la batalla, estaba recuperando el aliento. —NO SE RINDAN!!!— Vociferé con la finalidad de aumentar el ánimo del grupo.
El combate siguió su curso, el moreno lanzando sendos cortes con su fierro y por mi parte, intentando de que ningún cadáver llegase a alguno de los aldeanos, hasta los momentos todo transcurría relativamente bien, solo que la resistencia empezaría a fallar en cualquier momento y ese era uno de mis mayores temores.
Repentinamente, el panorama cambió y la asistente de Shinda, aquella mujer amargada que se encargaba de cubrir las defensas internas de nuestra improvisada formación, fue atrapada, las frías y heladas garrasde la muerte se hicieron con su débil cuerpo y fue cuestión de arrastrada hacia la horda de nuestros enemigos!
"Rayos! No puede ser, rápido!" Me dije en un momento de apuro, pero por más que quería ir a correr, ir a salvarle, o por lo menos hacer el intento; sabía exactamente que sí dejaba mi posición habría muchas más pérdidas, y era algo que no me podía permitir. Tensé mi mandíbula y lo único que pude hacer fue golpear los cadáveres que tenía frente a mi, les descargué toda mi furia, sentía bastante impotencia.
No tardó en llegar el susurro de su cuerpo siendo destrozado, aquel ruido característico de sus articulaciones siendo separadas, así como cuando deshuesas un pollo, pues algo similar; y algo que no podría olvidar fueron aquello gritos, sus últimas palabras, en un acto de desespero simplemente se dirigió a una única persona, el guardián del conocimiento; sin embargo, fue cuestión de segundos para que los gritos se vieran ahogados y ella fuera reducida a nada... Solo quedaría aquel tinte rojizo tiñendo la blanca capa de nieve y sus viseras por todo el lugar...
Sí la situación continuaba así, en un par de minutos iríamos cayendo uno por uno, y nos reducirían hasta matarnos a todos...
—Koutetsu, sabes tan bien como yo que no podremos ganar sí no tratamos de resolver lo que ocasiona esto; debemos ir contra ellos, quizá podríamos hacer que desactiven su técnica y así los aldeanos podrían intentar escapar.— Comenté con cierto cansancio, era la única solución que venía a mi mente, a mi cansada mente.