18/03/2018, 18:01
Él carraspeó en respuesta.
—Y tanto que me surgió —respondió, y por alguna razón que se le escapaba a Ayame, parecía algo apurado—. Verás, resulta que… —se interrumpió de golpe, como si acabara de caer en la cuenta de algo—. Hmm… No sé si debería contártelo, Ayame-chan. Tiene que ver con un compañero tuyo, y… —carraspeó varias veces—. Bueno, digamos que no le deja en muy buen lugar.
—¿Un compañero mío? —repitió ella, sorprendida. ¿Se estaría refiriendo a alguien que ella conocía? ¿Podría estar refiriéndose... a Daruu?
Pero el de Uzushiogakure se levantó, negando con la cabeza.
—No, de verdad Ayame, de verdad que no puedo. No insistas —repetía, acercándose a su posición mientras seguía negando con la cabeza—. De verdad. Que no puedo. Hice un…
Pero era demasiado tarde. Había prendido la llama de la curiosidad en Ayame, y ahora la muchacha le miraba con ojos brillantes y anhelantes. Si era algo relacionado con alguien de su aldea, y más aún si era algo relacionado con alguien cercano a ella, tenía todo el derecho a saberlo. Y más si se trataba de algo grave. Datsue debió percibir la urgencia de su mirada, porque entonces añadió:
—Bueeeno, está bien, está bien. Pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿vale?
—¡Vale! ¡Te lo prometo! —exclamó ella, asintiendo fervientemente.
Fue entonces cuando él apoyó una mano sobre su hombro, y Ayame, que no estaba acostumbrada al contacto físico con extraños, se estremeció sin poder evitarlo. No se apartó, sin embargo.
Pobre e ingenua Ayame, completamente ajena a los maliciosos designios del Uchiha...
—¿Qué pasó? —insistió, ante el tenso silencio que había tejido el Uchiha de manera casi dramática.
—Y tanto que me surgió —respondió, y por alguna razón que se le escapaba a Ayame, parecía algo apurado—. Verás, resulta que… —se interrumpió de golpe, como si acabara de caer en la cuenta de algo—. Hmm… No sé si debería contártelo, Ayame-chan. Tiene que ver con un compañero tuyo, y… —carraspeó varias veces—. Bueno, digamos que no le deja en muy buen lugar.
—¿Un compañero mío? —repitió ella, sorprendida. ¿Se estaría refiriendo a alguien que ella conocía? ¿Podría estar refiriéndose... a Daruu?
Pero el de Uzushiogakure se levantó, negando con la cabeza.
—No, de verdad Ayame, de verdad que no puedo. No insistas —repetía, acercándose a su posición mientras seguía negando con la cabeza—. De verdad. Que no puedo. Hice un…
Pero era demasiado tarde. Había prendido la llama de la curiosidad en Ayame, y ahora la muchacha le miraba con ojos brillantes y anhelantes. Si era algo relacionado con alguien de su aldea, y más aún si era algo relacionado con alguien cercano a ella, tenía todo el derecho a saberlo. Y más si se trataba de algo grave. Datsue debió percibir la urgencia de su mirada, porque entonces añadió:
—Bueeeno, está bien, está bien. Pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿vale?
—¡Vale! ¡Te lo prometo! —exclamó ella, asintiendo fervientemente.
Fue entonces cuando él apoyó una mano sobre su hombro, y Ayame, que no estaba acostumbrada al contacto físico con extraños, se estremeció sin poder evitarlo. No se apartó, sin embargo.
Pobre e ingenua Ayame, completamente ajena a los maliciosos designios del Uchiha...
—¿Qué pasó? —insistió, ante el tenso silencio que había tejido el Uchiha de manera casi dramática.