21/08/2015, 18:22
Como una hoja arrastrada por el viento, Hanaiko Daruu había vagado de un lado a otro, como uno de tantos días, siguiendo el consejo de Seremaru. Os he contado otros encuentros, en otros momentos, pero hoy os hablaré del día que conoció al primer Uchiha.
El clan Uchiha es un clan shinobi reputado, temido por muchos, respetado por unos, odiado por otros. En cierta medida, todos han oído hablar de él en algún momento de la vida, para Daruu no es una excepción. Se rumorea que poseen unos ojos con un gran poder, y que nadie tiene más habilidad que ellos con el Ninjutsu de fuego. Se decía que no había que enfrentarlos uno a uno. Al menos, en guerra, era interesante poseer a alguien al lado que pudiera ayudar. Algunos hablaban de Genjutsu. Alguien que supiera un poco de cómo funcionaban las ilusiones con chakra, adivinaba en seguida el por qué era recomendable tener a alguien al lado. Sin embargo, no había tantos que supieran cómo funcionaban los Genjutsu de los Uchiha. Daruu no lo sabía, por ejemplo.
Por el momento, tampoco era algo que debiera preocuparle.
Tampoco es que el clan del que supuestamente descendía Daruu fuese pusilánime o débil. Todos los que despertaban el Kekkei Genkai de la madera pertenecían al clan Senju o tenían profundas raíces —qué apropiado— arraigadas en su línea genealógica. Evidentemente, ni Daruu ni su padre portaban el apellido, pero el chico siempre sospechó que en algún momento un Hanaiko tuvo que tener hijos con alguien de la familia.
Esta vez, no había salido de su país, pero casi. En un terreno más conocido y más seguro, eso sí, porque era un linde que separaba los tres países que habían firmado el pacto de no agresión. Un límite que conocían todos los que habían pisado con la mirada un libro de historia. El famoso Valle del Fin de las leyendas, donde los tres primeros Kage del Remolino, la Lluvia y la Hierba habían aniquilado por fin a las nueve bestias con cola.
Salió del límite del bosque cuando las vio. Las tres estatuas de los Kage. Se perdió en su memoria de la historia durante un buen rato, hasta que se dio cuenta de que no estaba sólo en aquél espectáculo para la vista.
Ignoremos por un momento las tres enormes estatuas de piedra, la cascada que caía entre las estatuas del Uzukage y el Arashikage. Ignoremos el enorme embalse de aguas revueltas que vigilaba la Morikage, pues son cosas que no tienen importancia, pese a su ominosa presencia. Centrémonos en Uchiha Nabi.
Era un muchacho con las piernas largas, más alto que él, pero por algún motivo Daruu supo que debía tener una edad parecida a la suya. Rubio, tan rubio que el sol hubiera tenido envidia, y tan rubio que destacaba en la genética de su clan. Iba vestido con una camiseta negra, una manga corta y otra ocultando un secreto, y pantalones blancos. El símbolo a ambos lados de sus brazos no daba lugar a dudas: era un Uchiha.
Como imagináis, Daruu había oído muchas historias sobre aquél clan. Así que admiró encontrar a uno de aquellos. Por otra parte, siempre había sentido una innata curiosidad por todo lo que consideraba mágico de pequeño, y como un puzzle, cualquier fracción de Ninjutsu debía de ser desengranada y analizada. Los ojos carmesíes de aquella familia no eran una excepción.
Sí, sintió curiosidad, pero también admito que nuestro protagonista sintió miedo. La placa, al cuello, era de Uzushiogakure, pero sus intenciones no tenían aún patria ni dirección.
—¿Disculpa? —Antes de que le descubrieran a él también y pudiera haber algún malentendido, decidió intervenir.
El clan Uchiha es un clan shinobi reputado, temido por muchos, respetado por unos, odiado por otros. En cierta medida, todos han oído hablar de él en algún momento de la vida, para Daruu no es una excepción. Se rumorea que poseen unos ojos con un gran poder, y que nadie tiene más habilidad que ellos con el Ninjutsu de fuego. Se decía que no había que enfrentarlos uno a uno. Al menos, en guerra, era interesante poseer a alguien al lado que pudiera ayudar. Algunos hablaban de Genjutsu. Alguien que supiera un poco de cómo funcionaban las ilusiones con chakra, adivinaba en seguida el por qué era recomendable tener a alguien al lado. Sin embargo, no había tantos que supieran cómo funcionaban los Genjutsu de los Uchiha. Daruu no lo sabía, por ejemplo.
Por el momento, tampoco era algo que debiera preocuparle.
Tampoco es que el clan del que supuestamente descendía Daruu fuese pusilánime o débil. Todos los que despertaban el Kekkei Genkai de la madera pertenecían al clan Senju o tenían profundas raíces —qué apropiado— arraigadas en su línea genealógica. Evidentemente, ni Daruu ni su padre portaban el apellido, pero el chico siempre sospechó que en algún momento un Hanaiko tuvo que tener hijos con alguien de la familia.
Esta vez, no había salido de su país, pero casi. En un terreno más conocido y más seguro, eso sí, porque era un linde que separaba los tres países que habían firmado el pacto de no agresión. Un límite que conocían todos los que habían pisado con la mirada un libro de historia. El famoso Valle del Fin de las leyendas, donde los tres primeros Kage del Remolino, la Lluvia y la Hierba habían aniquilado por fin a las nueve bestias con cola.
Salió del límite del bosque cuando las vio. Las tres estatuas de los Kage. Se perdió en su memoria de la historia durante un buen rato, hasta que se dio cuenta de que no estaba sólo en aquél espectáculo para la vista.
Ignoremos por un momento las tres enormes estatuas de piedra, la cascada que caía entre las estatuas del Uzukage y el Arashikage. Ignoremos el enorme embalse de aguas revueltas que vigilaba la Morikage, pues son cosas que no tienen importancia, pese a su ominosa presencia. Centrémonos en Uchiha Nabi.
Era un muchacho con las piernas largas, más alto que él, pero por algún motivo Daruu supo que debía tener una edad parecida a la suya. Rubio, tan rubio que el sol hubiera tenido envidia, y tan rubio que destacaba en la genética de su clan. Iba vestido con una camiseta negra, una manga corta y otra ocultando un secreto, y pantalones blancos. El símbolo a ambos lados de sus brazos no daba lugar a dudas: era un Uchiha.
Como imagináis, Daruu había oído muchas historias sobre aquél clan. Así que admiró encontrar a uno de aquellos. Por otra parte, siempre había sentido una innata curiosidad por todo lo que consideraba mágico de pequeño, y como un puzzle, cualquier fracción de Ninjutsu debía de ser desengranada y analizada. Los ojos carmesíes de aquella familia no eran una excepción.
Sí, sintió curiosidad, pero también admito que nuestro protagonista sintió miedo. La placa, al cuello, era de Uzushiogakure, pero sus intenciones no tenían aún patria ni dirección.
—¿Disculpa? —Antes de que le descubrieran a él también y pudiera haber algún malentendido, decidió intervenir.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)