25/03/2018, 17:32
No obstante, Datsue no engañaba a Daruu. Ya había visto cómo peleaba, y también cómo se las ingeniaba con esa labia suya. No era que fuese la mitad de astuto de lo que parecía, sino que era el doble. Por tanto, debía de andarse con cuidado. Ya preveía que trataría de quedarse todo el tesoro para él sólo, pese a todo por lo que estaban pasando juntos, o al menos, lo intuía. Pero de seguro que podía intentar alguna treta más. Sin embargo, aquella pasó desapercibida, en aquél entonces, y los resultados los vería un tiempo después...
Datsue clavó un dedo en el pecho de Daruu, quien instintivamente echó un paso atrás, aunque tarde. El amejin miró al Uchiha de arriba a abajo, entrecerrando los ojos, como si una pesada sospecha acabara de caer sobre sus hombros. Abrió la boca y entonces... Sonrió afablemente.
—Oye, no tengo nada en contra, en serio —dijo—, de verdad que no. Pero no me van los hombres. Estás muy tocón. ¿Estás flirteando conmigo, o qué?
Sea como fuere, el dúo siguió la marcha a través de aquella exótica jungla. Pronto dejaron atrás las palmeras y comenzaron el ascenso por la estrecha ladera de la montaña. Para entonces Daruu ya guiaba a Datsue con la ayuda de su Byakugan, consciente de que, inevitablemente, le estaba diciendo muchas cosas sobre sus ojos sin ni siquiera hablar.
—No, pero en serio, cabrón. Cuéntame algo que no sepa sobre vuestra mierda —dijo—. Sé un poco honrado, nada de metáforas como la del corazón de antes. Tú estás conociendo muchas cosas sobre mí, y me parece que la balanza está claramente escorada.
Datsue clavó un dedo en el pecho de Daruu, quien instintivamente echó un paso atrás, aunque tarde. El amejin miró al Uchiha de arriba a abajo, entrecerrando los ojos, como si una pesada sospecha acabara de caer sobre sus hombros. Abrió la boca y entonces... Sonrió afablemente.
—Oye, no tengo nada en contra, en serio —dijo—, de verdad que no. Pero no me van los hombres. Estás muy tocón. ¿Estás flirteando conmigo, o qué?
Sea como fuere, el dúo siguió la marcha a través de aquella exótica jungla. Pronto dejaron atrás las palmeras y comenzaron el ascenso por la estrecha ladera de la montaña. Para entonces Daruu ya guiaba a Datsue con la ayuda de su Byakugan, consciente de que, inevitablemente, le estaba diciendo muchas cosas sobre sus ojos sin ni siquiera hablar.
—No, pero en serio, cabrón. Cuéntame algo que no sepa sobre vuestra mierda —dijo—. Sé un poco honrado, nada de metáforas como la del corazón de antes. Tú estás conociendo muchas cosas sobre mí, y me parece que la balanza está claramente escorada.