25/03/2018, 18:10
La chica, furibunda, se levantó obviando el dolor. Guardó el afilado me tal, y terminó sacando su libreta así como su bolígrafo. Tras escribir con una ira mas que palpable, le entregó la nota a la mujer, y ésta no tardó en leerla. La mujer quedó en silencio, casi absorta. Pero luego... luego...
La señora Otoshino cerró el puño, arrugando la nota con ello y haciendo de ésta no mas que un moño retorcido. Tomó aire, y cargó bien sus pulmones, tras lo cuál se giró y comenzó a andar hasta el centro de la estancia. Una vez en lo que parecía el epicentro de todo, paró sus pasos y dejó escapar un suspiro. Dejó la nota en la mesa que tenía a su vera, y tomó de nuevo aire.
—¡¡VENGAN AQUÍ TODOS!! ¡¡YAAAA!!
La mujer, con un chorro de voz dio una orden clara y concisa, en un grito tan fuerte que hizo que se moviesen hasta los libros y los estantes donde éstos reposaban. Todos y cada unos de la sala, así como de la sala superior, tendrían que llevarse las manos a los oídos; pero ni con esas terminarían reduciendo demasiado el ensordecedor bramido. Otoshino terminó mordiéndose el labio inferior de pura ira, pero terminó por dejar un pequeño suspiro en pos de relajarse un poco.
Todos, casi al instante del grito, se levantaron cual resorte de sus asientos. Kaoru corrió hacia el sitio, y no llegó a ser el primero. Una fila de pequeños y pequeñas ya se encontraba allí al frente de la bibliotecaria, y el chico se agregó a la misma. Poco tardó en escucharse unos pasos agobiados desde arriba, y cuando eso sucedió, poco tardó en escucharse otro bramido.
—¡...La HOSTIA!
Y como bien pregonaba, terminó dándose una buena hostia. El hijo de la señora bibliotecaria, que corrió hacia las escaleras, terminó rodando por éstas a causa de la misma sustancia que había desde el inicio de la misma. Tras un estruendoso, y nada ligero rodar de escaleras, terminó revoleado por los suelos al final de la misma.
—La.. madre... que me trajo... ay... ay... —el chico se quejaba en el suelo, abrazándose a sí mismo en el quejido.
—¡¡YA ES YAAAA!!
De nuevo, la mujer ensordeció a todos con su potente grito. Casi tan rápido como ésta gritó, su hijo se levantó del suelo, y cojeando avanzó tan rápido como pudo hasta la hilera de personas que habían en la biblioteca. La última en agregarse, si es que la peliplateada no lo había hecho aún, sería la susodicha pelirroja. Ésta bajó por la manga de la escalera, usando la misma como si fuese un tobogán.
Todos quedaron firmes ante la mujer, la cuál terminó por cruzarse de brazos, con una mirada aún mas furibunda que la que había mostrado la genin. Ésta dio un leve paseo hacia un lado, y tras ello retornó sus pasos en el sentido contrario de la ida.
—¿Alguien está gracioso, verdad? —inquirió Otoshino —o graciosa...
»¿Alguien tiene algo que decir? —y miró descaradamente a la pelirroja, a ambas. Pero ambas guardaron silencio, como si no supiesen de qué iba la cosa. El silencio reinó durante un intenso instante que casi pareció eterno...
—¿NADIE? —insistió de nuevo.
Sin embargo, nadie parecía dispuesto a soltar una sola palabra... ¿qué sucedería de seguir así?
La señora Otoshino cerró el puño, arrugando la nota con ello y haciendo de ésta no mas que un moño retorcido. Tomó aire, y cargó bien sus pulmones, tras lo cuál se giró y comenzó a andar hasta el centro de la estancia. Una vez en lo que parecía el epicentro de todo, paró sus pasos y dejó escapar un suspiro. Dejó la nota en la mesa que tenía a su vera, y tomó de nuevo aire.
—¡¡VENGAN AQUÍ TODOS!! ¡¡YAAAA!!
La mujer, con un chorro de voz dio una orden clara y concisa, en un grito tan fuerte que hizo que se moviesen hasta los libros y los estantes donde éstos reposaban. Todos y cada unos de la sala, así como de la sala superior, tendrían que llevarse las manos a los oídos; pero ni con esas terminarían reduciendo demasiado el ensordecedor bramido. Otoshino terminó mordiéndose el labio inferior de pura ira, pero terminó por dejar un pequeño suspiro en pos de relajarse un poco.
Todos, casi al instante del grito, se levantaron cual resorte de sus asientos. Kaoru corrió hacia el sitio, y no llegó a ser el primero. Una fila de pequeños y pequeñas ya se encontraba allí al frente de la bibliotecaria, y el chico se agregó a la misma. Poco tardó en escucharse unos pasos agobiados desde arriba, y cuando eso sucedió, poco tardó en escucharse otro bramido.
—¡...La HOSTIA!
Y como bien pregonaba, terminó dándose una buena hostia. El hijo de la señora bibliotecaria, que corrió hacia las escaleras, terminó rodando por éstas a causa de la misma sustancia que había desde el inicio de la misma. Tras un estruendoso, y nada ligero rodar de escaleras, terminó revoleado por los suelos al final de la misma.
—La.. madre... que me trajo... ay... ay... —el chico se quejaba en el suelo, abrazándose a sí mismo en el quejido.
—¡¡YA ES YAAAA!!
De nuevo, la mujer ensordeció a todos con su potente grito. Casi tan rápido como ésta gritó, su hijo se levantó del suelo, y cojeando avanzó tan rápido como pudo hasta la hilera de personas que habían en la biblioteca. La última en agregarse, si es que la peliplateada no lo había hecho aún, sería la susodicha pelirroja. Ésta bajó por la manga de la escalera, usando la misma como si fuese un tobogán.
Todos quedaron firmes ante la mujer, la cuál terminó por cruzarse de brazos, con una mirada aún mas furibunda que la que había mostrado la genin. Ésta dio un leve paseo hacia un lado, y tras ello retornó sus pasos en el sentido contrario de la ida.
—¿Alguien está gracioso, verdad? —inquirió Otoshino —o graciosa...
»¿Alguien tiene algo que decir? —y miró descaradamente a la pelirroja, a ambas. Pero ambas guardaron silencio, como si no supiesen de qué iba la cosa. El silencio reinó durante un intenso instante que casi pareció eterno...
—¿NADIE? —insistió de nuevo.
Sin embargo, nadie parecía dispuesto a soltar una sola palabra... ¿qué sucedería de seguir así?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~