30/03/2018, 01:30
(Última modificación: 30/03/2018, 01:30 por Inuzuka Etsu.)
Taeko no tardó en ponerse entre filas, como si fuese una mas del asunto. Parcialmente intimidada por los gritos de la señora Otoshino, así como nerviosa ante la situación que se presentaba. La tensión que producía el silencio entre grito y grito de la bibliotecaria casi podía tocarse, era tan intenso que casi parecía físico. Por suerte o por desgracia, la chica no era el objetivo principal de ésta reprimenda, si no mas bien una cómplice.
—Está bien, está bien... —zanjó el asunto mientras cruzaba los brazos tras su espalda —no vas a confesar nada, ¿verdad pequeña diablesa?
De pronto, la mirada de la señora Otoshino se hincó con mesura en la chica pelirroja, la última en agregarse a las filas ,y por supuesto, culpable de las trampas. Ésta comenzó a sudar notoriamente, se veía realmente nerviosa, mucho mas que a la peliplateada.
—Sabes lo que les ocurre a las chicas maleducadas que actúan así, ¿verdad?
—Yo.. y-yo...
—¡NI YO NI LECHES! —bramó de nuevo.
De pronto, la señora Otohino realizó apenas dos sellos manuales —perro y dragón— y dio un fuerte zapatazo en el suelo. Desde donde había pisado ésta, comenzaron a salir un montón de ramas que parecían árboles retorciéndose sobre sí mismos, pero que terminaron lanzándose súbitamente sobre la pequeña. La chica intentó saltar hacia un lado, pero las ramas tomaron su pié y ésta terminó golpeándose contra el suelo de la propia inercia.
¡PLOF!
Apenas le dio tiempo a quejarse, pues la señora Otoshino señaló las puertas de la biblioteca, y éstas se abrieron ante la señal. Con el mismo gesto, las ramas arrastraron a la chica por el suelo —mientras la pequeña casi se dejó las uñas en el suelo intentando zafarse— hasta la puerta con una velocidad asombrosa.
—¡QUEDAS EXPULSADA DE LA BIBLIOTECA DE POR VIDA!
El anuncio de la señora Otoshino vino acompañado de un lanzamiento de la pequeña hacia el exterior por parte de los ramajes que la habían apresado. Tras ello, la bibliotecaria volvió a cruzar los brazos, y se giró para encarar al grupo de chicos y chicas. Lo sucedido había sido tan fugaz y duro que apenas habían sido capaces de reaccionar ante ello. Ni tan siquiera su propia hermana. Nadie pudo soltar una palabra.
—Con el próximo gamberro o gamberra no tendré tanta delicadeza. Ésto ha sido un aviso —sentenció, para volverse tranquilamente hacia su mesa. Entre tanto, las puertas volvieron a cerrarse solas, y las raíces retornaron su avance hasta la zona desde la que habían surgido, para volver todo el destrozo a su normalidad.
Ni el encargado de los chicos fue capaz de saber qué hacer... todos quedaron mirándose las caras los unos a los otros, sin saber si sentarse o bien irse de la biblioteca.
—Está bien, está bien... —zanjó el asunto mientras cruzaba los brazos tras su espalda —no vas a confesar nada, ¿verdad pequeña diablesa?
De pronto, la mirada de la señora Otoshino se hincó con mesura en la chica pelirroja, la última en agregarse a las filas ,y por supuesto, culpable de las trampas. Ésta comenzó a sudar notoriamente, se veía realmente nerviosa, mucho mas que a la peliplateada.
—Sabes lo que les ocurre a las chicas maleducadas que actúan así, ¿verdad?
—Yo.. y-yo...
—¡NI YO NI LECHES! —bramó de nuevo.
De pronto, la señora Otohino realizó apenas dos sellos manuales —perro y dragón— y dio un fuerte zapatazo en el suelo. Desde donde había pisado ésta, comenzaron a salir un montón de ramas que parecían árboles retorciéndose sobre sí mismos, pero que terminaron lanzándose súbitamente sobre la pequeña. La chica intentó saltar hacia un lado, pero las ramas tomaron su pié y ésta terminó golpeándose contra el suelo de la propia inercia.
¡PLOF!
Apenas le dio tiempo a quejarse, pues la señora Otoshino señaló las puertas de la biblioteca, y éstas se abrieron ante la señal. Con el mismo gesto, las ramas arrastraron a la chica por el suelo —mientras la pequeña casi se dejó las uñas en el suelo intentando zafarse— hasta la puerta con una velocidad asombrosa.
—¡QUEDAS EXPULSADA DE LA BIBLIOTECA DE POR VIDA!
El anuncio de la señora Otoshino vino acompañado de un lanzamiento de la pequeña hacia el exterior por parte de los ramajes que la habían apresado. Tras ello, la bibliotecaria volvió a cruzar los brazos, y se giró para encarar al grupo de chicos y chicas. Lo sucedido había sido tan fugaz y duro que apenas habían sido capaces de reaccionar ante ello. Ni tan siquiera su propia hermana. Nadie pudo soltar una palabra.
—Con el próximo gamberro o gamberra no tendré tanta delicadeza. Ésto ha sido un aviso —sentenció, para volverse tranquilamente hacia su mesa. Entre tanto, las puertas volvieron a cerrarse solas, y las raíces retornaron su avance hasta la zona desde la que habían surgido, para volver todo el destrozo a su normalidad.
Ni el encargado de los chicos fue capaz de saber qué hacer... todos quedaron mirándose las caras los unos a los otros, sin saber si sentarse o bien irse de la biblioteca.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~