30/03/2018, 15:32
Daruu agitó la mano delante de sí mismo, soltando una risilla.
—Oh, sí, claro. Nos ponemos a las faldas de la montaña y gritamos HIBAGOOOOOOOOOOOOOOOOON, BAJA Y NO SEAS HUEVOOOOOOOOOOOOÓN —dijo, imitando un megáfono con sus manos—. No seas ridículo, hombre.
Tomó el borde que no se había comido Kaido y empezó a mordisquearlo.
—¿No te comes los bordes? Psché —dijo, decepcionado.
—En fin, sugiero que lo meditemos con la almohada. No habrá mejor consejera que esa.
—Sí, será lo mejor... Y tal vez mañana podamos coger unas cuantas provisiones y tomar el camino hacia las montañas. Tengo la sensación de que vamos a tener que investigar por allá arriba.
Los muchachos terminaron de asentar la pizza en el estómago y subieron a la habitación. Daruu cerró la puerta tras de sí y se fue al baño para cambiarse... a un pijama negro con miles de pequeños trozos de pizza. El chico, desde luego, tenía una obsesión muy peculiar.
Se tumbó en la cama, se tapó hasta el cuello y tiritó.
—Menos mal que hemos traído ropa abrigada —dijo—, si aquí hace este frío, ya verás allá arriba. —Se giró y miró por la ventana, observando las cumbres más cercanas a Yukio con desconfianza.
—Oh, sí, claro. Nos ponemos a las faldas de la montaña y gritamos HIBAGOOOOOOOOOOOOOOOOON, BAJA Y NO SEAS HUEVOOOOOOOOOOOOÓN —dijo, imitando un megáfono con sus manos—. No seas ridículo, hombre.
Tomó el borde que no se había comido Kaido y empezó a mordisquearlo.
—¿No te comes los bordes? Psché —dijo, decepcionado.
—En fin, sugiero que lo meditemos con la almohada. No habrá mejor consejera que esa.
—Sí, será lo mejor... Y tal vez mañana podamos coger unas cuantas provisiones y tomar el camino hacia las montañas. Tengo la sensación de que vamos a tener que investigar por allá arriba.
Los muchachos terminaron de asentar la pizza en el estómago y subieron a la habitación. Daruu cerró la puerta tras de sí y se fue al baño para cambiarse... a un pijama negro con miles de pequeños trozos de pizza. El chico, desde luego, tenía una obsesión muy peculiar.
Se tumbó en la cama, se tapó hasta el cuello y tiritó.
—Menos mal que hemos traído ropa abrigada —dijo—, si aquí hace este frío, ya verás allá arriba. —Se giró y miró por la ventana, observando las cumbres más cercanas a Yukio con desconfianza.