30/03/2018, 21:03
Asintió. La verdad es que estaba siendo un poco ridículo, pero todo lo que embocara en no tener que subir la maldita montaña le parecía una mejor idea, por estúpida que fuese. Por suerte, las virutas del destino le habían puesto como compañero al chico insigne de Amegakure, un miembro inteligente y capaz, con grandes habilidades y un pésimo sentido del humor. Daruu era el filtro perfecto para su continuada estupidez.
Se complementaban bien, nadie podía poner aquello en duda.
Kaido tuvo que taparse el rostro con la fuerza de mil hombres para sopesar la ahogada carcajada que se le anudó silente en la garganta, en cuanto vio a Daruu salir del cuarto de baño con su particular pijama, ataviado de cientos de pequeños trozos de pizza. Le pareció gracioso y repulsivo, y aunque no dijo ni una palabra al respecto, no pudo evitar pensar en lo gracioso que sería que vistiese él, por las risas, un pijama con miles de pescados en ella. Hizo nota mental de ello, y se tumbó a su cama, también.
Luego cerró los ojos, y antes de que Daruu divagara respecto al frío, los ronquidos de Kaido dominaron la habitación. Porque sí, eh, roncaba como si no hubiera mañana.
—¡Daruu, despierta! —gritó, mientras hacía flexiones en el gélido suelo al lado de su cama. Subía y bajaba, subía y bajaba, tratando de filtrar el frío y no perder la costumbre de hacer sus rutinas diarias. Lo curioso era que se hubiera levantado primero que Daruu dada su ya sabida costumbre de quedarse pegado a las sábanas, pero en aquella ocasión, algo le había obligado a despertar sumamente temprano. Fuera la emoción que le generaba desvelar el misterio tras los robos de Yukio, o de poder encontrarse nuevamente a Hibagon—. ¡Arriba coño, arriba! que hace un frío de cojones esperándonos allá afuera. Parece que el clima se enteró de nuestro pequeño plan y empeoró las condiciones, ¡ja! ¡ja! te haré mi perra, clima de mierda. ¡Mi perra!
A su lado, un termo de café consumido por la mitad. La razón de la hiperactividad del pobre pescado.
Se complementaban bien, nadie podía poner aquello en duda.
. . .
Kaido tuvo que taparse el rostro con la fuerza de mil hombres para sopesar la ahogada carcajada que se le anudó silente en la garganta, en cuanto vio a Daruu salir del cuarto de baño con su particular pijama, ataviado de cientos de pequeños trozos de pizza. Le pareció gracioso y repulsivo, y aunque no dijo ni una palabra al respecto, no pudo evitar pensar en lo gracioso que sería que vistiese él, por las risas, un pijama con miles de pescados en ella. Hizo nota mental de ello, y se tumbó a su cama, también.
Luego cerró los ojos, y antes de que Daruu divagara respecto al frío, los ronquidos de Kaido dominaron la habitación. Porque sí, eh, roncaba como si no hubiera mañana.
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—¡Daruu, despierta! —gritó, mientras hacía flexiones en el gélido suelo al lado de su cama. Subía y bajaba, subía y bajaba, tratando de filtrar el frío y no perder la costumbre de hacer sus rutinas diarias. Lo curioso era que se hubiera levantado primero que Daruu dada su ya sabida costumbre de quedarse pegado a las sábanas, pero en aquella ocasión, algo le había obligado a despertar sumamente temprano. Fuera la emoción que le generaba desvelar el misterio tras los robos de Yukio, o de poder encontrarse nuevamente a Hibagon—. ¡Arriba coño, arriba! que hace un frío de cojones esperándonos allá afuera. Parece que el clima se enteró de nuestro pequeño plan y empeoró las condiciones, ¡ja! ¡ja! te haré mi perra, clima de mierda. ¡Mi perra!
A su lado, un termo de café consumido por la mitad. La razón de la hiperactividad del pobre pescado.