4/04/2018, 23:57
(Última modificación: 7/04/2018, 22:18 por Amedama Daruu.)
Dos hombres hablaban sentados en seiza, bajo el tatami cubierto del Edificio del Morikage, de cara a la ominosa Villa Oculta de la Hierba bañanada bajo la luz de la luna llena. Uno de ellos, el más viejo, iba vestido de color azul marino, porque le apetecía, como siempre. Y aún así cualquier ninja de su villa sabría de quién se trataba. Su simple presencia imponía; lejos distaba Moyashi Kenzou de ser un ancianito indefenso.
El otro tenía una melena larga y azul, y unas cejas tan peculiares como para sobresalir a ambos lados de su cabeza si uno le miraba de espaldas, como supongo que estáis imaginando a estos dos hombres. Este vestía con un kimono de color negro. Como lo estáis viendo de espaldas, no veríais sus dos extraños ojos dorados en forma de anillo, como si la pupila fuera de color blanco. Yubiwa era, sí, un tío curioso.
—¿Es el único que presenta una compatibilidad? —dijo Kenzou.
—El único que podría tenerla, Morikage-sama —replicó Yubiwa—. Ya sabe que con estas cosas, nunca se sabe. —Dejó pasar unos segundos, como si temiera decir lo siguiente—: ¿Seguro que no sería mejor pedir ayuda a los Uzumaki de Uzushiogakure, o a la propia Amegakure?
—Ya te he dicho que no, Yubiwa. No insistas. —El mandatario cortó de pronto—. El Pacto ya no existe. No hay alianzas. Precisamente por eso debemos actuar.
—Le creía un hombre de forjar nuevos pactos. De negociaciones.
—Y precisamente será más fácil hacerlo con un as bajo la manga, ¿no crees? —Kenzou le dirigió una mirada amable, con los ojos cerrados y una amplia sonrisa con la boca cerrada—. Tú también lo notas, seguro. La época de los guardianes se fue con ese demonio de Zoku. Al final, consiguió lo que se proponía. Que todo el mundo volviera a ver a los bijuu como una pesa de poder en la balanza de la paz.
El silencio reinó durante un par de minutos, rotos por el mismo Kenzou, con un tema bien distinto.
—¿Qué tal va tu vista, amigo mío?
—Bien, bien —respondió Yubiwa—. Lo peor de todo es el dichoso colirio. Tengo que echármelo cada treinta minutos. Lo que me recuerda... —El jounin rebuscó en el interior de sus bolsillos y encontró un pequeño cuentagotas. Aplicó un par de medidas sobre cada ojo—. Aún pasará un tiempo hasta que pueda volver a usar mi doujutsu, no obstante...
Kenzou asintió dos veces.
—Entiendo. Bueno, espero que hasta entonces siga en forma. Cuando yo no pueda más... espero que estés preparado para recoger el testigo.
—¡Morikage-sama! No estará pensando en...
—¡Cuando me quede manco, cojo, o las dos! ¡Antes, ni en tus sueños te doy el sombrero! Y eso que no me lo pongo —Kenzou rio—. Bueno, se hace tarde. Y hay mucho que hacer. Y me gustaría tener una pequeña charla con él antes de entrar en materia.
—¿Quiere que vaya a hacerlo llamar?
—Sí, por favor, Yubiwa-kun.
Yubiwa se levantó y se dirigió en silencio hacia las escaleras.
—Ah, y Yubiwa-kun, por favor —añadió—: Haz que el joven Juro venga sólo. Tú espéranos abajo.
»Hay formalidades que sólo pueden tenerse cara a cara, a solas. Tú ya me entiendes.
—Claro, Kenzou-sama.
Los pasos de Yubiwa resonaron, cada vez más abajo. Ahora sólo cabía esperar a su nuevo invitado.
El otro tenía una melena larga y azul, y unas cejas tan peculiares como para sobresalir a ambos lados de su cabeza si uno le miraba de espaldas, como supongo que estáis imaginando a estos dos hombres. Este vestía con un kimono de color negro. Como lo estáis viendo de espaldas, no veríais sus dos extraños ojos dorados en forma de anillo, como si la pupila fuera de color blanco. Yubiwa era, sí, un tío curioso.
—¿Es el único que presenta una compatibilidad? —dijo Kenzou.
—El único que podría tenerla, Morikage-sama —replicó Yubiwa—. Ya sabe que con estas cosas, nunca se sabe. —Dejó pasar unos segundos, como si temiera decir lo siguiente—: ¿Seguro que no sería mejor pedir ayuda a los Uzumaki de Uzushiogakure, o a la propia Amegakure?
—Ya te he dicho que no, Yubiwa. No insistas. —El mandatario cortó de pronto—. El Pacto ya no existe. No hay alianzas. Precisamente por eso debemos actuar.
—Le creía un hombre de forjar nuevos pactos. De negociaciones.
—Y precisamente será más fácil hacerlo con un as bajo la manga, ¿no crees? —Kenzou le dirigió una mirada amable, con los ojos cerrados y una amplia sonrisa con la boca cerrada—. Tú también lo notas, seguro. La época de los guardianes se fue con ese demonio de Zoku. Al final, consiguió lo que se proponía. Que todo el mundo volviera a ver a los bijuu como una pesa de poder en la balanza de la paz.
El silencio reinó durante un par de minutos, rotos por el mismo Kenzou, con un tema bien distinto.
—¿Qué tal va tu vista, amigo mío?
—Bien, bien —respondió Yubiwa—. Lo peor de todo es el dichoso colirio. Tengo que echármelo cada treinta minutos. Lo que me recuerda... —El jounin rebuscó en el interior de sus bolsillos y encontró un pequeño cuentagotas. Aplicó un par de medidas sobre cada ojo—. Aún pasará un tiempo hasta que pueda volver a usar mi doujutsu, no obstante...
Kenzou asintió dos veces.
—Entiendo. Bueno, espero que hasta entonces siga en forma. Cuando yo no pueda más... espero que estés preparado para recoger el testigo.
—¡Morikage-sama! No estará pensando en...
—¡Cuando me quede manco, cojo, o las dos! ¡Antes, ni en tus sueños te doy el sombrero! Y eso que no me lo pongo —Kenzou rio—. Bueno, se hace tarde. Y hay mucho que hacer. Y me gustaría tener una pequeña charla con él antes de entrar en materia.
—¿Quiere que vaya a hacerlo llamar?
—Sí, por favor, Yubiwa-kun.
Yubiwa se levantó y se dirigió en silencio hacia las escaleras.
—Ah, y Yubiwa-kun, por favor —añadió—: Haz que el joven Juro venga sólo. Tú espéranos abajo.
»Hay formalidades que sólo pueden tenerse cara a cara, a solas. Tú ya me entiendes.
—Claro, Kenzou-sama.
Los pasos de Yubiwa resonaron, cada vez más abajo. Ahora sólo cabía esperar a su nuevo invitado.
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