5/04/2018, 18:00
—Meh, ¿se te ha metido un palo en el culo? —replicó, jocoso, Akame—. ¡Atento! Que he vivido más de una aventura con ese chico y soy el primero que avala que tiene madera.
Así era y, aunque Akame nunca había hablado a su compadre del pequeño viaje que había hecho hasta Mori no Kuni siguiendo la pista del Templo de Uróboros —tampoco de los sucesos que seguirían a la fallida expedición—, tampoco lo hizo en ese momento. No sólo porque no le apeteciese tener que escuchar las quejas —fundadas— que Datsue seguramente le regalaría por haber confiado en un kusajin antes que en él para semejante empresa; sino porque el compadre empezó a relatar sus propias andaduras sin dar espacio a más.
Pese a todo, la historia de Datsue arrancó más de una carcajada al otro Hermano del Desierto. Akame tuvo que contenerse para no romper a reír de forma demasiado ruidosa o descarada, tanto que al final tuvo que cubrirse el rostro con ambas manos para que no se viera su mueca divertida.
—¡Por Amaterasu, qué grande! —alabó—. No te quites méritos, compadre, no te los quites porque te digo yo que esto es lo más divertido que he escuchado en mucho tiempo —agregó entre risas.
Luego, Akame dio una honda calada al cigarrillo que reposaba entre los dedos índice y corazón de su mano diestra y expulsó el humo con gesto de sumo relajo.
—¿Y tienes alguna manera de saber si han caído en la trampa? —preguntó, malicioso—. Joder, daría uno de mis ojos por poder ver el momento a través de un agujerito en la pared...
Así era y, aunque Akame nunca había hablado a su compadre del pequeño viaje que había hecho hasta Mori no Kuni siguiendo la pista del Templo de Uróboros —tampoco de los sucesos que seguirían a la fallida expedición—, tampoco lo hizo en ese momento. No sólo porque no le apeteciese tener que escuchar las quejas —fundadas— que Datsue seguramente le regalaría por haber confiado en un kusajin antes que en él para semejante empresa; sino porque el compadre empezó a relatar sus propias andaduras sin dar espacio a más.
Pese a todo, la historia de Datsue arrancó más de una carcajada al otro Hermano del Desierto. Akame tuvo que contenerse para no romper a reír de forma demasiado ruidosa o descarada, tanto que al final tuvo que cubrirse el rostro con ambas manos para que no se viera su mueca divertida.
—¡Por Amaterasu, qué grande! —alabó—. No te quites méritos, compadre, no te los quites porque te digo yo que esto es lo más divertido que he escuchado en mucho tiempo —agregó entre risas.
Luego, Akame dio una honda calada al cigarrillo que reposaba entre los dedos índice y corazón de su mano diestra y expulsó el humo con gesto de sumo relajo.
—¿Y tienes alguna manera de saber si han caído en la trampa? —preguntó, malicioso—. Joder, daría uno de mis ojos por poder ver el momento a través de un agujerito en la pared...