5/04/2018, 21:51
Datsue parecía sorprendido por su rotunda afirmación, pero Ayame no se achantó en ningún momento.
—Está bien, está bien. No insistiré más. Aunque no sabes lo que te pierdes…
Ayame suspiró, profundamente aliviada, mientras el Uchiha se llevaba el cigarro a la boca y aspiraba una honda calada ante su horrorizado y asqueado gesto. Evidentemente, no pasó mucho tiempo antes de que el Uchiha arrancara a toser. Y Ayame no pudo evitar que una sonrisilla le naciera desde lo más profundo de su pecho.
—Te lo dij...
—Jo-der. Esto es… fuerte. Pero sí, noto como me limpia toda la podredumbre que tenía acumulada en el interior —murmuró, con voz casi estrangulada.
«Sí, claro. Y una mierda te va a limpiar eso.» Pensó Ayame para sus adentros, torciendo el gesto y arrugando la nariz.
No habiendo aprendido la lección, Datsue volvió a llevarse el cigarro a los labios y le dio otra calada. En aquella ocasión no llegó a toser.
—¡Hmmm! ¡Qué rico! ¡Sabe a chocolate!
«Sí. A chocolate ahumado, concretamente.» Completó Ayame, desviando la mirada mientras Datsue le daba una tercera calada y expulsaba el humo por los labios.
—¡Apunta eso hacia otro lado, por favor! —le pidió, tapándose tanto la nariz como la boca con profunda indignación. ¡Sólo le faltaba apestar ella a tabaco!
—¡Ah, se me olvidaba, Ayame! ¡Creo que esto sí te gustará! —Ella le miró sin demasiado convencimiento, mientras el Uchiha rebuscaba entre sus ropajes—. Hmm… ¿Dónde lo había sellado? ¡Ah, sí, en el cuello!
«Conoce las técnicas de sellado.» Reparó, admirándole.
Con manos diestras y gestos sumamente ágiles y elegantes, él realizó tres sellos.
«No sé cómo no se ha quemado con el cigarro haciendo eso. ¡Espera...!» Aquellos tres sellos le habían resultado muy, pero que muy familiares. Pero no llegó a caer en la cuenta a tiempo. Antes de que pudiera pensar demasiado en ello, Datsue había pronunciado el nombre de la técnica y se había llevado las manos al cuello. En ellas, como si de un truco de magia se tratara, apareció un pequeño brick de cartón con pajita incluida.
—Toma. Decías que eras el agua, ¿no? Pues esto contiene agua pura recogida de un antiquísimo manantial al que muy pocas personas tienen acceso. ¡Dicen que es la más pura de Oonindo! Pruébala, ya verás.
Ella ladeó la cabeza, súbitamente interesada.
—¿El agua más pura de todo Ōnindo? —preguntó, llena de curiosidad. Y, como si de una niña pequeña se tratara, comenzó la retahíla de preguntas—: ¿Y dónde está ese sitio? Si tan importante es y tan pocas personas tienen acceso a él deben ser personas muy importantes... o ricas... ¿Cómo es que tú tienes esto?
—Está bien, está bien. No insistiré más. Aunque no sabes lo que te pierdes…
Ayame suspiró, profundamente aliviada, mientras el Uchiha se llevaba el cigarro a la boca y aspiraba una honda calada ante su horrorizado y asqueado gesto. Evidentemente, no pasó mucho tiempo antes de que el Uchiha arrancara a toser. Y Ayame no pudo evitar que una sonrisilla le naciera desde lo más profundo de su pecho.
—Te lo dij...
—Jo-der. Esto es… fuerte. Pero sí, noto como me limpia toda la podredumbre que tenía acumulada en el interior —murmuró, con voz casi estrangulada.
«Sí, claro. Y una mierda te va a limpiar eso.» Pensó Ayame para sus adentros, torciendo el gesto y arrugando la nariz.
No habiendo aprendido la lección, Datsue volvió a llevarse el cigarro a los labios y le dio otra calada. En aquella ocasión no llegó a toser.
—¡Hmmm! ¡Qué rico! ¡Sabe a chocolate!
«Sí. A chocolate ahumado, concretamente.» Completó Ayame, desviando la mirada mientras Datsue le daba una tercera calada y expulsaba el humo por los labios.
—¡Apunta eso hacia otro lado, por favor! —le pidió, tapándose tanto la nariz como la boca con profunda indignación. ¡Sólo le faltaba apestar ella a tabaco!
—¡Ah, se me olvidaba, Ayame! ¡Creo que esto sí te gustará! —Ella le miró sin demasiado convencimiento, mientras el Uchiha rebuscaba entre sus ropajes—. Hmm… ¿Dónde lo había sellado? ¡Ah, sí, en el cuello!
«Conoce las técnicas de sellado.» Reparó, admirándole.
Con manos diestras y gestos sumamente ágiles y elegantes, él realizó tres sellos.
«No sé cómo no se ha quemado con el cigarro haciendo eso. ¡Espera...!» Aquellos tres sellos le habían resultado muy, pero que muy familiares. Pero no llegó a caer en la cuenta a tiempo. Antes de que pudiera pensar demasiado en ello, Datsue había pronunciado el nombre de la técnica y se había llevado las manos al cuello. En ellas, como si de un truco de magia se tratara, apareció un pequeño brick de cartón con pajita incluida.
—Toma. Decías que eras el agua, ¿no? Pues esto contiene agua pura recogida de un antiquísimo manantial al que muy pocas personas tienen acceso. ¡Dicen que es la más pura de Oonindo! Pruébala, ya verás.
Ella ladeó la cabeza, súbitamente interesada.
—¿El agua más pura de todo Ōnindo? —preguntó, llena de curiosidad. Y, como si de una niña pequeña se tratara, comenzó la retahíla de preguntas—: ¿Y dónde está ese sitio? Si tan importante es y tan pocas personas tienen acceso a él deben ser personas muy importantes... o ricas... ¿Cómo es que tú tienes esto?