5/04/2018, 23:02
Quizás en otra ocasión, Daruu habría discutido con Kaido, habría levantado la voz, agitado los brazos y los puños y soltado algún que otro improperio. Pero a decir verdad el muchacho sólo seguía estupefacto ante la radicalmente motivada actitud del tiburón de Amegakure. De modo que en lugar de eso, se fue a lavar los dientes, y a peinarse un poco el cabello antes de salir a la calle. Pero aún así podría haberle pinchado un ojo a alguien, porque cualquiera que haya conocido a Daruu sabrá sin que yo lo diga que ese cabello era impeinable.
Daruu preparó todo lo que necesitaba para resistir al frío ambiente de Yukio y quizás el de la cordillera que había más allá. Cogió su abrigo, su gruesa capa de lana, su mochila con un termo con más café todavía más caliente que el que se habían bebido...
...y luego salió del hostal. Kaido vagabundeaba por los alrededores, oteando el ambiente.
—¿Vamos? —dijo el pelopincho, y sin esperar una respuesta, partió por entre las calles de la ciudad.
Habían tenido suerte: aquél día no era particularmente frío. Y Daruu agradeció profundamente que, bajo aquella capa de abrigo extremo, estuviese empezando a sudar. Más arriba, en la montaña, no tendría esa molestia, pero tampoco otras como dedos azules y músculos entumecidos.
Los muchachos compraron un poco de comida y partieron alejándose de la ciudad, con un par de viejecitas mirándolos mientras se alejaban, probablemente preguntándose el motivo por el que aquellas personas dementes se alejaban de aquél día tan estupendo en busca de las heladas de los acantilados.
—De momento, podríamos ir por ese sendero. —Señaló a un camino que se perdía entre las rocas y subía haciendo zigzag por una ladera—. Si alguien intenta esconderse allá arriba no creo que lo haga en una vía de montañismo turística, pero mira el lado bueno: quizás así conseguimos no morir —rio por no llorar—. Aunque, quién sabe. Si es Hibagon... Seguro que él no lo toma como esconderse, sino más bien aposentarse en una casa de vacaciones.
Daruu preparó todo lo que necesitaba para resistir al frío ambiente de Yukio y quizás el de la cordillera que había más allá. Cogió su abrigo, su gruesa capa de lana, su mochila con un termo con más café todavía más caliente que el que se habían bebido...
...y luego salió del hostal. Kaido vagabundeaba por los alrededores, oteando el ambiente.
—¿Vamos? —dijo el pelopincho, y sin esperar una respuesta, partió por entre las calles de la ciudad.
Habían tenido suerte: aquél día no era particularmente frío. Y Daruu agradeció profundamente que, bajo aquella capa de abrigo extremo, estuviese empezando a sudar. Más arriba, en la montaña, no tendría esa molestia, pero tampoco otras como dedos azules y músculos entumecidos.
Los muchachos compraron un poco de comida y partieron alejándose de la ciudad, con un par de viejecitas mirándolos mientras se alejaban, probablemente preguntándose el motivo por el que aquellas personas dementes se alejaban de aquél día tan estupendo en busca de las heladas de los acantilados.
—De momento, podríamos ir por ese sendero. —Señaló a un camino que se perdía entre las rocas y subía haciendo zigzag por una ladera—. Si alguien intenta esconderse allá arriba no creo que lo haga en una vía de montañismo turística, pero mira el lado bueno: quizás así conseguimos no morir —rio por no llorar—. Aunque, quién sabe. Si es Hibagon... Seguro que él no lo toma como esconderse, sino más bien aposentarse en una casa de vacaciones.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)