6/04/2018, 13:29
(Última modificación: 6/04/2018, 13:33 por Aotsuki Ayame.)
El silencio fue su única respuesta durante varios largos y tensos segundos.
Ayame observó cómo su compañero paseaba arriba y abajo, con su larga coleta y los bajos de su túnica ondeando a merced de la tormenta, tras su espalda. Ella inclinó ligeramente la cabeza y le miró por debajo de las pestañas. ¿En qué estaba pensando? Fuera lo que fuese, al final terminó por detenerse casi en el mismo punto de inicio y respondió a su sello de confrontación.
El desenlace ya se había firmado.
—Está bien. Lucharemos —afirmó, e inmediatamente las venas alrededor de sus ojos se hincharon mostrando la verdadera forma del famoso Byakugan—. Pero te lo advierto: no eres la única que ha acelerado el ritmo. Desde lo que pasó con los Kajitsu, he entrenado más que nunca. No será fácil para ti.
—No lo espero —replicó, frunciendo el ceño y separando y flexionando ligeramente las piernas, preparándose para el embite.
«Ojos que ven el chakra. Ojos que ven en la distancia. Ojos que ven a través de las cosas. Ojos que ven en cualquier dirección. Ojos que ven a través de los Genjutsu.» Repasaba mentalmente. «Y no sólo eso, Daruu es un diestro combatiente, experto en el arte del engaño y de la estrategia. Sabe utilizar el Suiton, seguramente mejor que yo incluso, y también ha sido entrenado por papá en las ilusiones...»
No tenía ninguna consigo. Lo sabía y era perfectamente consciente de ello. Pero no iba a permitir que en aquella ocasión aquello le desanimara. Porque si no era capaz de hacerle frente a él...
¿Cómo le haría frente a su padre?
Rauda, metió la mano en el portaobjetos, movió el brazo en arco y lanzó cinco senbon hacia su ahora contrincante: uno a la cabeza, dos a los brazos y dos a las piernas respectivamente.
Ayame observó cómo su compañero paseaba arriba y abajo, con su larga coleta y los bajos de su túnica ondeando a merced de la tormenta, tras su espalda. Ella inclinó ligeramente la cabeza y le miró por debajo de las pestañas. ¿En qué estaba pensando? Fuera lo que fuese, al final terminó por detenerse casi en el mismo punto de inicio y respondió a su sello de confrontación.
El desenlace ya se había firmado.
—Está bien. Lucharemos —afirmó, e inmediatamente las venas alrededor de sus ojos se hincharon mostrando la verdadera forma del famoso Byakugan—. Pero te lo advierto: no eres la única que ha acelerado el ritmo. Desde lo que pasó con los Kajitsu, he entrenado más que nunca. No será fácil para ti.
—No lo espero —replicó, frunciendo el ceño y separando y flexionando ligeramente las piernas, preparándose para el embite.
«Ojos que ven el chakra. Ojos que ven en la distancia. Ojos que ven a través de las cosas. Ojos que ven en cualquier dirección. Ojos que ven a través de los Genjutsu.» Repasaba mentalmente. «Y no sólo eso, Daruu es un diestro combatiente, experto en el arte del engaño y de la estrategia. Sabe utilizar el Suiton, seguramente mejor que yo incluso, y también ha sido entrenado por papá en las ilusiones...»
No tenía ninguna consigo. Lo sabía y era perfectamente consciente de ello. Pero no iba a permitir que en aquella ocasión aquello le desanimara. Porque si no era capaz de hacerle frente a él...
¿Cómo le haría frente a su padre?
Rauda, metió la mano en el portaobjetos, movió el brazo en arco y lanzó cinco senbon hacia su ahora contrincante: uno a la cabeza, dos a los brazos y dos a las piernas respectivamente.