6/04/2018, 16:27
Datsue bajó las escaleras que conducían a la planta baja de la taberna un momento después de que el mesero dejara sobre la mesa junto a la que estaba sentado Akame sendos platos repletos de los manjares que le habían sido anunciados. El Uchiha saludó a su compadre con una inclinación de cabeza y empezó a comer.
La pregunta del menor de los Hermanos del Desierto se respondería por sí misma; en el plato de madera que le correspondía había varias lonchas de panceta a la plancha, un pequeño taco de mantequilla, varias rodajas de pan humeante y dos salchichas de aspecto dudoso. Un poco más allá, en el centro de la mesa, un tarro de miel.
—Sabe mejor de lo que parece —le aseguró Akame, todavía masticando un bocado de una rebanada de pan que había untado con miel—. ¿Y Ralexion-san?
Ninguno de los dos muchachos había visto al de Kusagakure desde que se marchase a su habitación la noche anterior. «¿Qué cojones...?»
—¡Tabernero! El muchacho que llegó ayer con nosotros, ¿ha salido ya? —quiso saber el jōnin.
El corpulento dueño hizo memoria durante un momento y luego se encogió de hombros.
—Sí, un rato antes de que tú bajaras. Pagó su parte de la estancia y se fue... Llevaba el petate y no dijo nada más.
Akame miró a su compadre e imitó el encogimiento de hombros del tabernero. Luego, siguió desayunando.
—Cuando terminemos, deberíamos ir hacia el castillo. Supongo que no nos costará conseguir una audiencia con el señor Iekatsu si llevamos el pergamino de misión.
La pregunta del menor de los Hermanos del Desierto se respondería por sí misma; en el plato de madera que le correspondía había varias lonchas de panceta a la plancha, un pequeño taco de mantequilla, varias rodajas de pan humeante y dos salchichas de aspecto dudoso. Un poco más allá, en el centro de la mesa, un tarro de miel.
—Sabe mejor de lo que parece —le aseguró Akame, todavía masticando un bocado de una rebanada de pan que había untado con miel—. ¿Y Ralexion-san?
Ninguno de los dos muchachos había visto al de Kusagakure desde que se marchase a su habitación la noche anterior. «¿Qué cojones...?»
—¡Tabernero! El muchacho que llegó ayer con nosotros, ¿ha salido ya? —quiso saber el jōnin.
El corpulento dueño hizo memoria durante un momento y luego se encogió de hombros.
—Sí, un rato antes de que tú bajaras. Pagó su parte de la estancia y se fue... Llevaba el petate y no dijo nada más.
Akame miró a su compadre e imitó el encogimiento de hombros del tabernero. Luego, siguió desayunando.
—Cuando terminemos, deberíamos ir hacia el castillo. Supongo que no nos costará conseguir una audiencia con el señor Iekatsu si llevamos el pergamino de misión.