7/04/2018, 19:49
—Soooo, sooooo bonita —canturreó Pachan, mientras intentaba amilanar a una de sus yeguas que parecía haber visto de refilón a la araña de Yota—. pero vaya susto, quillo. Una araña que habla. ¿Es uno de tus experimentos, Hibana-san?
—Mal me temo que no, mi buen carruajero. Es todo mérito del ninja.
—Ya veo. Bueno, nadie deja de ser bienvenido al transporte de Pachan, pero trata de mantener a tu mascota lejos de los caballos. Pueden asustarse y tirar como locos del carromato. Ahora, acomódense, será un largo viaje. ¡Jaiá!
Los caballos, relinchando, comenzaron a cabalgar.
Las planicies de Kaminari eran, desde luego, imponentes. Vastos terrenos que se abrían paso entre pastizales a medio crecer, grandes terrenos de maiceras que se hermetizaban con otros caminos menos poblados y plantaciones de todo tipo de vegetales, con el maíz como grueso predominante. Gran variedad de animales también habitaban sus campos y aunque no parecía ser demasiado constante, los tres viajeros iban encontrándose cada tanto con pequeño pueblos campesinos que hacían de cubiles receptivos para los viajeros como ellos. El cielo, cubierto de infinidad de nubes mucho más densas y blancas que las que solían adornar las alturas de otros países, brillaba resplandeciente y curiosamente, parecía ir guiándoles hacia su más imperioso destino. Todas ellas formaban una ruta serpenteante que apuntalaba hacia el este.
—Y; extranjero. ¿Qué te parece nuestra querida Kaminari hasta ahora? desde luego no tan verde y frondoso como el vuestro, pero como puedes ver, tenemos una fauna indudablemente más versátil. La gente suele saber poco de nosotros, con la desaparición de la ancestral Kumogakure y la rivalización de las nuevas potencias perdimos en algún momento la preponderancia cultural. Pero no por eso dejamos de ser un país con tanto por descubrir, y por ver. Pero pocos se animan a venir.
—Mal me temo que no, mi buen carruajero. Es todo mérito del ninja.
—Ya veo. Bueno, nadie deja de ser bienvenido al transporte de Pachan, pero trata de mantener a tu mascota lejos de los caballos. Pueden asustarse y tirar como locos del carromato. Ahora, acomódense, será un largo viaje. ¡Jaiá!
Los caballos, relinchando, comenzaron a cabalgar.
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Las planicies de Kaminari eran, desde luego, imponentes. Vastos terrenos que se abrían paso entre pastizales a medio crecer, grandes terrenos de maiceras que se hermetizaban con otros caminos menos poblados y plantaciones de todo tipo de vegetales, con el maíz como grueso predominante. Gran variedad de animales también habitaban sus campos y aunque no parecía ser demasiado constante, los tres viajeros iban encontrándose cada tanto con pequeño pueblos campesinos que hacían de cubiles receptivos para los viajeros como ellos. El cielo, cubierto de infinidad de nubes mucho más densas y blancas que las que solían adornar las alturas de otros países, brillaba resplandeciente y curiosamente, parecía ir guiándoles hacia su más imperioso destino. Todas ellas formaban una ruta serpenteante que apuntalaba hacia el este.
—Y; extranjero. ¿Qué te parece nuestra querida Kaminari hasta ahora? desde luego no tan verde y frondoso como el vuestro, pero como puedes ver, tenemos una fauna indudablemente más versátil. La gente suele saber poco de nosotros, con la desaparición de la ancestral Kumogakure y la rivalización de las nuevas potencias perdimos en algún momento la preponderancia cultural. Pero no por eso dejamos de ser un país con tanto por descubrir, y por ver. Pero pocos se animan a venir.