7/04/2018, 23:09
(Última modificación: 7/04/2018, 23:11 por Amedama Daruu.)
Y de pronto, los ojos del capitán reflejaron la nada. Una mirada perdida en el horizonte. Vacía. Se había quedado ensimismado, con la boca abierta.
—¿Hola? ¿Capitán? —murmuró Daruu. Luego, sus ojos se detuvieron momentáneamente en su compañero. El rojo del sharingan. Volvió a mirar al capitán con más atención. Ahí estaba, claro y perfectamente distinguible: el chakra de Datsue recorriendo el cerebro del hombre, y todo el sistema circulatorio—. ¡Sí, joder, sí! ¡Datsue, te quiero! —se alegró, saltando y dando palmas.
Daruu se acercó al capitán. Con mucho cuidado, aflojó sus dedos de la ballesta y la tomó con una mano. Aflojó los dedos de la pala y la tomó con la otra. Volvió a la posición donde se encontraba Datsue y clavó la pala en la tierra, y se acercó de nuevo ballesta en ristre al capitán.
Le apuntó con ella y...
Daruu depositó el arma en el suelo con cuidado. Se levantó, le echó un vistazo y negó con la cabeza. No. Un tiro en la cabeza sería muy benevolente. Y un poco grotesco cavar el tesoro con un cadáver al lado.
Se colocó en posición. Él estaba en frente. Detrás de él, el Capitán. Y detrás de él, la entrada de la caverna. Daruu se aclaró la garganta.
—¡Hakke Kushō, hijoputa! —gritó, y extendió la palma hacia adelante, golpeándole el pecho. Los pies del Capitán se levantaron del suelo y el hombretón salió disparado hacia atrás, cruzando el umbral de la cueva, tropezando en el borde del precipicio, y...
—¡¡UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...!!
...cayendo irremediablemente hacia lo más profundo de la selva.
El Hyuuga se dio la vuelta y se sacudió las manos.
—¡Bien hecho!
—¿Hola? ¿Capitán? —murmuró Daruu. Luego, sus ojos se detuvieron momentáneamente en su compañero. El rojo del sharingan. Volvió a mirar al capitán con más atención. Ahí estaba, claro y perfectamente distinguible: el chakra de Datsue recorriendo el cerebro del hombre, y todo el sistema circulatorio—. ¡Sí, joder, sí! ¡Datsue, te quiero! —se alegró, saltando y dando palmas.
Daruu se acercó al capitán. Con mucho cuidado, aflojó sus dedos de la ballesta y la tomó con una mano. Aflojó los dedos de la pala y la tomó con la otra. Volvió a la posición donde se encontraba Datsue y clavó la pala en la tierra, y se acercó de nuevo ballesta en ristre al capitán.
Le apuntó con ella y...
Daruu depositó el arma en el suelo con cuidado. Se levantó, le echó un vistazo y negó con la cabeza. No. Un tiro en la cabeza sería muy benevolente. Y un poco grotesco cavar el tesoro con un cadáver al lado.
Se colocó en posición. Él estaba en frente. Detrás de él, el Capitán. Y detrás de él, la entrada de la caverna. Daruu se aclaró la garganta.
—¡Hakke Kushō, hijoputa! —gritó, y extendió la palma hacia adelante, golpeándole el pecho. Los pies del Capitán se levantaron del suelo y el hombretón salió disparado hacia atrás, cruzando el umbral de la cueva, tropezando en el borde del precipicio, y...
—¡¡UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...!!
...cayendo irremediablemente hacia lo más profundo de la selva.
El Hyuuga se dio la vuelta y se sacudió las manos.
—¡Bien hecho!