7/04/2018, 23:27
Había esperado que Daruu intentara esquivar los senbon, pero no fue así. El chico ni siquiera se movió del sitio.
Pero a Ayame no le importó.
Porque en el momento en el que alzó una de sus manos supo predecir qué era lo que estaba a punto de hacer. Y no falló en su previsión. El Hyūga emitió una ráfaga de chakra, y los senbon se vieron repelidos en direcciones opuestas. Pero antes siquiera de que terminaran de clavarse en la arena de la playa, Ayame movió el dedo meñique.
Y el hilo de fino alambre que unía su dedo al cascabel que portaba uno de los senbon hizo la magia.
Un débil tintineo repicó en el lugar. Un débil e inofensivo tintineo que se clavaría en los tímpanos de Daruu y afectaría a su sentido del equilibrio, desorientándole momentáneamente.
Sin embargo, consciente de que no era la primera vez que usaba aquella técnica contra él, y sabiendo que sabía luchar contra las técnicas ilusorias, Ayame ya se había lanzado a la carrera contra él para recortar distancias. Y tenía las manos en un nuevo sello. Debía aprovechar cada milésima de segundo.
—¡Suiton: Teppōdama!
Desde sus labios disparó una bala de cañón constituida por agua que se abalanzó sobre el muchacho.
Sin embargo, aquel desesperado y premeditado ataque había supuesto un arma de doble filo para Ayame. Y enseguida se dio cuenta de su error cuando se sintió con la necesidad de apoyar las manos en las rodillas entre extenuados resuellos.
«Mierda...» Maldijo para sus adentros, con los ojos clavados en Daruu.
Pero a Ayame no le importó.
Porque en el momento en el que alzó una de sus manos supo predecir qué era lo que estaba a punto de hacer. Y no falló en su previsión. El Hyūga emitió una ráfaga de chakra, y los senbon se vieron repelidos en direcciones opuestas. Pero antes siquiera de que terminaran de clavarse en la arena de la playa, Ayame movió el dedo meñique.
Y el hilo de fino alambre que unía su dedo al cascabel que portaba uno de los senbon hizo la magia.
Un débil tintineo repicó en el lugar. Un débil e inofensivo tintineo que se clavaría en los tímpanos de Daruu y afectaría a su sentido del equilibrio, desorientándole momentáneamente.
Sin embargo, consciente de que no era la primera vez que usaba aquella técnica contra él, y sabiendo que sabía luchar contra las técnicas ilusorias, Ayame ya se había lanzado a la carrera contra él para recortar distancias. Y tenía las manos en un nuevo sello. Debía aprovechar cada milésima de segundo.
—¡Suiton: Teppōdama!
Desde sus labios disparó una bala de cañón constituida por agua que se abalanzó sobre el muchacho.
Sin embargo, aquel desesperado y premeditado ataque había supuesto un arma de doble filo para Ayame. Y enseguida se dio cuenta de su error cuando se sintió con la necesidad de apoyar las manos en las rodillas entre extenuados resuellos.
«Mierda...» Maldijo para sus adentros, con los ojos clavados en Daruu.