8/04/2018, 00:58
—Iekatsu-sama —corrigió, con evidente rintintín. Datsue realizó una leve inclinación de cabeza en respuesta, señal de que lo había comprendido. Estaba claro que, por mucho que se esforzase, no tenía ni la educación ni formalidad de la que gozaba su Hermano. Toda una vida tratando con pillastres de su misma calaña pasaban factura—. Pasen.
No hizo falta decir más. Los Uchiha pasaron, olvidándose de preguntar por Ralexion —Datsue lo había pensado de camino allí—, y se adentraron en las entrañas de la fortaleza. Allí, tras el anillo de piedra que separaba a ricos y pobres, todo era distinto. Casas bien cimentadas, con techos que no parecían que fuesen a caer por una simple brisa. Soldados embutidos en sus relucientes armaduras. Corceles mejor alimentados que los propios plebeyos.
En definitiva, Datsue estaba comprobando de primera mano lo que significaba saltar de la base al pico de la pirámide en una jerarquía feudal. Y, si de algo se lamentaba, era de no estar él en la cima.
—Algún día… —se prometió para sí.
Minutos más tarde, los Uchiha llegaron al salón principal del castillo, abarrotado de todo tipo de súbditos. «Joder, pues sí que hay disputas en este pueblo». Concretamente, en aquel momento se estaba debatiendo si el perro de un hombre había matado o no a las gallinas de otro.
Datsue no pudo evitar sonreír para sus adentros, mientras desviaba la vista al hombre que se sentaba en un lujoso asiento al final de la sala. Luego, asintió a Akame cuando éste le dijo que debía de ser Ieakatsu. Definitivamente, tenía toda la pinta de un anciano viviendo sus últimos días. Para más inri, a su lado, todo lo opuesto a viejo, demacrado y feo, haciendo que el contraste le hiciese ver todavía peor de lo que estaba. Se trataba de una mujer que rozaba la treintena, de cabellos negros y ojos de color miel.
—Por los cuernos de Susano'o...
Datsue resopló.
—Pff… Ya te digo, tío. Está buenísima —tuvo que reconocer. Entonces frunció el ceño. ¿Desde cuando su Hermano soltaba piropos de forma tan descarada? Desvió la mirada hacia él, y captó la tensión en torno a sus ojos—. ¿Qué ocurre, compadre? Recuerda que no debemos mezclar el placer con el trabajo… —soltó. No iba a perder la oportunidad de que, por una vez en la vida, fuese él quién pudiese decírselo y no al revés.
No hizo falta decir más. Los Uchiha pasaron, olvidándose de preguntar por Ralexion —Datsue lo había pensado de camino allí—, y se adentraron en las entrañas de la fortaleza. Allí, tras el anillo de piedra que separaba a ricos y pobres, todo era distinto. Casas bien cimentadas, con techos que no parecían que fuesen a caer por una simple brisa. Soldados embutidos en sus relucientes armaduras. Corceles mejor alimentados que los propios plebeyos.
En definitiva, Datsue estaba comprobando de primera mano lo que significaba saltar de la base al pico de la pirámide en una jerarquía feudal. Y, si de algo se lamentaba, era de no estar él en la cima.
—Algún día… —se prometió para sí.
Minutos más tarde, los Uchiha llegaron al salón principal del castillo, abarrotado de todo tipo de súbditos. «Joder, pues sí que hay disputas en este pueblo». Concretamente, en aquel momento se estaba debatiendo si el perro de un hombre había matado o no a las gallinas de otro.
Datsue no pudo evitar sonreír para sus adentros, mientras desviaba la vista al hombre que se sentaba en un lujoso asiento al final de la sala. Luego, asintió a Akame cuando éste le dijo que debía de ser Ieakatsu. Definitivamente, tenía toda la pinta de un anciano viviendo sus últimos días. Para más inri, a su lado, todo lo opuesto a viejo, demacrado y feo, haciendo que el contraste le hiciese ver todavía peor de lo que estaba. Se trataba de una mujer que rozaba la treintena, de cabellos negros y ojos de color miel.
—Por los cuernos de Susano'o...
Datsue resopló.
—Pff… Ya te digo, tío. Está buenísima —tuvo que reconocer. Entonces frunció el ceño. ¿Desde cuando su Hermano soltaba piropos de forma tan descarada? Desvió la mirada hacia él, y captó la tensión en torno a sus ojos—. ¿Qué ocurre, compadre? Recuerda que no debemos mezclar el placer con el trabajo… —soltó. No iba a perder la oportunidad de que, por una vez en la vida, fuese él quién pudiese decírselo y no al revés.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado