8/04/2018, 13:51
(Última modificación: 8/04/2018, 13:52 por Aotsuki Ayame.)
Los ojos de Datsue cambiaron de repente. Aquellos dos iris, oscuros y absorbentes como dos agujeros negros, se tiñeron con el color de la sangre y tres diminutas aspas orbitaron alrededor de la pupila.
El Sharingan.
Ayame le soltó bruscamente, como si las solapas de su yukata le hubiesen abrasado las manos, y se alejó de él un par de pasos con el corazón latiéndole con fuerza. Le observó con precaución, pero se cuidó de evitar mirarle directamente a los ojos. Ella ya los conocía de antemano, Daruu le había hablado de ellos, y le traía pésimos recuerdos de una derrota humillante frente a una multitud sedienta que no conseguía olvidar.
—Pero Ayame, ¡por favor! ¡Tranquilízate! —escuchó la voz de Datsue, por encima del zumbido que retumbaba en su cabeza—. El cigarro está… —el chico levantó la mano y de pronto sus ojos se dilataron al darse cuenta que no estaba—. ¡D-debió habérseme caído cuando me tiraste con ese bramido tuyo! ¡Como para no hacerlo, casi caigo yo también! Por favor, Ayame, piensa… ¿Cómo iba yo a meter humo en un brick? Tuvo que ser por… Por… ¡Joder, no sé! ¡Pero yo no fui, te lo juro!
Pero ella apretó aún más las mandíbulas y los puños. Las palabras del Uchiha sonaban sinceras en sus oídos, pero ella estaba tan enfadada, tan cegada, que era incapaz de ver a dos palmos de su cara.
—¡Deja de tomarme el pelo! —bramó, sacudiendo un brazo—. ¡Eres un Uchiha! ¡Si no has hecho nada con ese cigarro...! —Cosa que aún dudaba seriamente—. ¡...Seguro que has usado tu Katon para...! ¡Para meter cenizas o humo dentro de ese brick o algo así! ¡DI LA VERDAD DE UNA VEZ, COBARDE!
Durante un instante se arrepintió de haber tirado el envase al vacío. De haberlo conservado, podría haberlo abierto con ayuda de un kunai para desvelar su secreto, pero la sorpresa y aquel asqueroso ardor amargo en el paladar, la garganta y en el pecho la había hecho actuar sin pensar. Y lo peor era que aún lo sentía. Sentía aquella contaminación invadiéndola. Se llevó una mano a la garganta, casi clavándose las uñas. Y eso sólo la hacía desear abrirse en canal para purificarse de nuevo.
El Sharingan.
Ayame le soltó bruscamente, como si las solapas de su yukata le hubiesen abrasado las manos, y se alejó de él un par de pasos con el corazón latiéndole con fuerza. Le observó con precaución, pero se cuidó de evitar mirarle directamente a los ojos. Ella ya los conocía de antemano, Daruu le había hablado de ellos, y le traía pésimos recuerdos de una derrota humillante frente a una multitud sedienta que no conseguía olvidar.
—Pero Ayame, ¡por favor! ¡Tranquilízate! —escuchó la voz de Datsue, por encima del zumbido que retumbaba en su cabeza—. El cigarro está… —el chico levantó la mano y de pronto sus ojos se dilataron al darse cuenta que no estaba—. ¡D-debió habérseme caído cuando me tiraste con ese bramido tuyo! ¡Como para no hacerlo, casi caigo yo también! Por favor, Ayame, piensa… ¿Cómo iba yo a meter humo en un brick? Tuvo que ser por… Por… ¡Joder, no sé! ¡Pero yo no fui, te lo juro!
Pero ella apretó aún más las mandíbulas y los puños. Las palabras del Uchiha sonaban sinceras en sus oídos, pero ella estaba tan enfadada, tan cegada, que era incapaz de ver a dos palmos de su cara.
—¡Deja de tomarme el pelo! —bramó, sacudiendo un brazo—. ¡Eres un Uchiha! ¡Si no has hecho nada con ese cigarro...! —Cosa que aún dudaba seriamente—. ¡...Seguro que has usado tu Katon para...! ¡Para meter cenizas o humo dentro de ese brick o algo así! ¡DI LA VERDAD DE UNA VEZ, COBARDE!
Durante un instante se arrepintió de haber tirado el envase al vacío. De haberlo conservado, podría haberlo abierto con ayuda de un kunai para desvelar su secreto, pero la sorpresa y aquel asqueroso ardor amargo en el paladar, la garganta y en el pecho la había hecho actuar sin pensar. Y lo peor era que aún lo sentía. Sentía aquella contaminación invadiéndola. Se llevó una mano a la garganta, casi clavándose las uñas. Y eso sólo la hacía desear abrirse en canal para purificarse de nuevo.