8/04/2018, 21:32
—Digo que me preocupa que desciendas desde semejante altura, Ayame. Esos hilos metálicos son muy resistentes, pero como te haya salido defectuoso… —respondió él, con cierta vacilación. Pero ella no vacilaba. De hecho, con cada palabra que salía de los labios de aquel zorro de ojos rojos, le daban más ganas de cometer aquella locura—. No sé, Ayame. Pero si de verdad no te fías de mí y quieres comprobarlo, adelante.
Ella asintió.
—Eso pienso hacer.
Lanzó el kunai hacia arriba. El arma pasó junto a una de las ramas más gruesas que se extendían desde el tronco del árbol, y con un suave giro de muñeca, el hilo topó con ella y comenzó a enrollarse a toda velocidad hasta que quedó como tope el arma de filo. Ayame tiró varias veces del alambre, asegurándose de que aguantaría su peso sin problemas, y después de respirar hondo por última vez, se arrojó al vacío. La gravedad tiró de su cuerpo, y un extraño cosquilleo le subió desde el estómago al sentirse caer. Sin embargo, Ayame apretó las mandíbulas y se agarró con todas sus fuerzas al hilo, dejándose caer como el picado de un halcón sobre su presa.
El descenso duró varios angustiosos y eternos segundos y justo antes de llegar al suelo, Ayame chasqueó la lengua contra el paladar. La onda sonora se expandió a su alrededor, cargada con su chakra, se expandió a su alrededor. El eco de los obstáculos que encontrara llegaría de nuevo hasta ella...
Y le revelaría dónde se encontraba el dichoso brick.
Ella asintió.
—Eso pienso hacer.
Lanzó el kunai hacia arriba. El arma pasó junto a una de las ramas más gruesas que se extendían desde el tronco del árbol, y con un suave giro de muñeca, el hilo topó con ella y comenzó a enrollarse a toda velocidad hasta que quedó como tope el arma de filo. Ayame tiró varias veces del alambre, asegurándose de que aguantaría su peso sin problemas, y después de respirar hondo por última vez, se arrojó al vacío. La gravedad tiró de su cuerpo, y un extraño cosquilleo le subió desde el estómago al sentirse caer. Sin embargo, Ayame apretó las mandíbulas y se agarró con todas sus fuerzas al hilo, dejándose caer como el picado de un halcón sobre su presa.
El descenso duró varios angustiosos y eternos segundos y justo antes de llegar al suelo, Ayame chasqueó la lengua contra el paladar. La onda sonora se expandió a su alrededor, cargada con su chakra, se expandió a su alrededor. El eco de los obstáculos que encontrara llegaría de nuevo hasta ella...
Y le revelaría dónde se encontraba el dichoso brick.