8/04/2018, 23:30
A medida que subían por el sinuoso camino, la ventisca empezó a arreciar. Los copos de nieve prácticamente les golpeaban, y las rachas de viento les hacían bandear y abandonar los límites del sendero. Daruu no se quería ni imaginar lo que hubiera pasado si hubieran ascendido por una ruta más complicada.
Kaido, que se había quedado un poco rezagado, resollaba con dificultad. Daruu se paró y le hizo una seña para que siguiera el ritmo.
—¡Uffff, espera. Déjame recobrar el aliento. Joder, ¿sabes a quién debíamos haber traído? a Aotsuki "culo frío" Koori. O a su búho parlante. Ese sí que nos hubiese podido dar un aventón hasta la cima. Nos hubiésemos ahorrado bastante —bromeó el tiburón.
—Traer a Kōri-sensei aquí sólo hubiera empeorado las cosas —rio Daruu—. Con él alrededor, siempre hace un poco más de frío. Y lo peor es que él te haría correr más todavía que yo.
Kaido miró hacia arriba. Daruu lo imitó. Allá, sólo había blanco, y era difícil distinguir qué tonalidad de gris claro era nieve o las nubes.
—¿Tus pájaros de caramelo no pueden? me extrañó que no lo hubieras sugerido, pero supongo que ha de haber sido por algo.
—¿Bromeas? ¡Mira esta ventisca! Si ya nos costó aterrizar aquí, imagínate tratar de emprender vuelo ahora, y subir hacia el pico. Sería un suicidio.
»¡Vamos, Kaido! He visto una cueva más adelante con el Byakugan. Podremos refugiarnos de la tormenta. —Daruu hizo acopio de todas sus fuerzas y dio el paso que arrancaría un nuevo sprint hacia arriba.
Tras unos cuantos giros, los muchachos encontraron la susodicha caverna. Era un túnel que se extendía profundo, pero a ellos les bastó con entrar a unos diez metros, donde aún llegaba la luz pero no llegaba el viento ni la nieve. Daruu, totalmente exhausto, dejó la mochila de viaje en el suelo y se dejó caer encima de ella.
—Ay, por Amenokami... —se lamentó.
Kaido, que se había quedado un poco rezagado, resollaba con dificultad. Daruu se paró y le hizo una seña para que siguiera el ritmo.
—¡Uffff, espera. Déjame recobrar el aliento. Joder, ¿sabes a quién debíamos haber traído? a Aotsuki "culo frío" Koori. O a su búho parlante. Ese sí que nos hubiese podido dar un aventón hasta la cima. Nos hubiésemos ahorrado bastante —bromeó el tiburón.
—Traer a Kōri-sensei aquí sólo hubiera empeorado las cosas —rio Daruu—. Con él alrededor, siempre hace un poco más de frío. Y lo peor es que él te haría correr más todavía que yo.
Kaido miró hacia arriba. Daruu lo imitó. Allá, sólo había blanco, y era difícil distinguir qué tonalidad de gris claro era nieve o las nubes.
—¿Tus pájaros de caramelo no pueden? me extrañó que no lo hubieras sugerido, pero supongo que ha de haber sido por algo.
—¿Bromeas? ¡Mira esta ventisca! Si ya nos costó aterrizar aquí, imagínate tratar de emprender vuelo ahora, y subir hacia el pico. Sería un suicidio.
»¡Vamos, Kaido! He visto una cueva más adelante con el Byakugan. Podremos refugiarnos de la tormenta. —Daruu hizo acopio de todas sus fuerzas y dio el paso que arrancaría un nuevo sprint hacia arriba.
Tras unos cuantos giros, los muchachos encontraron la susodicha caverna. Era un túnel que se extendía profundo, pero a ellos les bastó con entrar a unos diez metros, donde aún llegaba la luz pero no llegaba el viento ni la nieve. Daruu, totalmente exhausto, dejó la mochila de viaje en el suelo y se dejó caer encima de ella.
—Ay, por Amenokami... —se lamentó.