10/04/2018, 10:55
Daruu, a varios metros de ella, también se reincorporó mientras se sacudía el barro de la arena de sus pantalones y se acomodaba los hombros y el cuello. Y entonces Ayame se dio cuenta de que ya no la miraba directamente a ella. Estaba mirando su pierna derecha. Concretamente...
«Maldito...» Pensó para sus adentros, frunciendo los labios.
Los ojos de Daruu traspasaron el portaobjetos y, husmeando en su interior, pudo ver un kunai, cinco shuriken, una kemuridama, una hikaridama, el paquete de cascabeles (en el que quedaban 4 más) y el paquete donde guardaba los senbon, ahora vacío.
—Llorando no vas a conseguir nada —le espetó Daruu, sin ningún tipo de compasión. Aunque eso era algo que Ayame ya sabía—. Si esperas tener alguna oportunidad contra tu padre, contra tu hermano, o incluso contra mí, más vale que empieces a canalizar la frustración de formas más productivas. Como por ejemplo, ganándome —añadió, con una sonrisa desafiante—. Aunque la distancia entre tú y yo crece con cada día que pasa. Tú también puedes verlo, ¿verdad? No te hace falta el Byakugan.
Ayame se envaró. Daruu había lanzado un anzuelo, y podía verlo con total claridad. Y aún así...
—Lo sé. Esa distancia siempre ha estado ahí —respondió, ladeando la cabeza. Y sus dedos se cerraron lentamente en torno a la bomba de luz que aún escondía. «Mírame bien, Daruu-kun. ¡Mírame bien y no pierdas ojo!»—. Pero el problema que tengo contigo es que... ¡Ves demasiado!
Alzó el brazo e hizo el amago de ir a estampar la bomba contra el suelo. Sin embargo, nunca llegó a hacerlo. Si Daruu de verdad había visto lo que había cogido en su portaobjetos, esperaba poder engañarlo sin necesidad de Genjutsu. Hacerle caer en una ilusión que no podría disipar.
Hacerle creer que usaría la bomba de luz para obligarle a cerrar los ojos y desactivar su Byakugan mientras recortaba a toda velocidad la distancia que les separaba, con su brazo libre hinchándose por momentos al acumular el agua en él, para ultimar con un contundente puñetazo directo a su abdomen.
«Maldito...» Pensó para sus adentros, frunciendo los labios.
Los ojos de Daruu traspasaron el portaobjetos y, husmeando en su interior, pudo ver un kunai, cinco shuriken, una kemuridama, una hikaridama, el paquete de cascabeles (en el que quedaban 4 más) y el paquete donde guardaba los senbon, ahora vacío.
—Llorando no vas a conseguir nada —le espetó Daruu, sin ningún tipo de compasión. Aunque eso era algo que Ayame ya sabía—. Si esperas tener alguna oportunidad contra tu padre, contra tu hermano, o incluso contra mí, más vale que empieces a canalizar la frustración de formas más productivas. Como por ejemplo, ganándome —añadió, con una sonrisa desafiante—. Aunque la distancia entre tú y yo crece con cada día que pasa. Tú también puedes verlo, ¿verdad? No te hace falta el Byakugan.
Ayame se envaró. Daruu había lanzado un anzuelo, y podía verlo con total claridad. Y aún así...
—Lo sé. Esa distancia siempre ha estado ahí —respondió, ladeando la cabeza. Y sus dedos se cerraron lentamente en torno a la bomba de luz que aún escondía. «Mírame bien, Daruu-kun. ¡Mírame bien y no pierdas ojo!»—. Pero el problema que tengo contigo es que... ¡Ves demasiado!
Alzó el brazo e hizo el amago de ir a estampar la bomba contra el suelo. Sin embargo, nunca llegó a hacerlo. Si Daruu de verdad había visto lo que había cogido en su portaobjetos, esperaba poder engañarlo sin necesidad de Genjutsu. Hacerle caer en una ilusión que no podría disipar.
Hacerle creer que usaría la bomba de luz para obligarle a cerrar los ojos y desactivar su Byakugan mientras recortaba a toda velocidad la distancia que les separaba, con su brazo libre hinchándose por momentos al acumular el agua en él, para ultimar con un contundente puñetazo directo a su abdomen.