12/04/2018, 23:27
«La ha esquivado.» Ayame chasqueó la lengua, con fastidio.
Sin embargo, pese a que también intentó evadirla ladeando el cuerpo, la segunda flecha fue más afortunada. Aunque no llegó a clavarse en su pierna, sí corto ropa, piel y carne, creando una fea herida sangrante que le obligó a desanudarse la bandana para improvisarse un torniquete.
—¡Hija de...! —masculló, en una maldición que le hizo alzar una ceja.
—¡Oye! ¡A ver si te voy a tener que lavar esa lengua con mi Suiton! —le reprochó.
Pero él sonrió, bravucón.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer? —fanfarroneó, aunque sudaba copiosamente. Sus ojos volvieron a activar el Byakugan, y Ayame se puso en guardia, alerta—. Ganaré en los próximos veinte segundos, Ayame.
—¡Como que te voy a dejar! —le replicó.
Metió la mano en el portaobjetos y Ayame siguió el movimiento de su mano con la mirada. Sacó una canica similar a la suya y la lanzó contra el suelo después de cerrar los ojos.
«¡Si es de luz se cegaría a sí mismo!» Meditó, pero con lo repentino de la actuación apenas tuvo tiempo de levantar los brazos en cruz frente a su cuerpo.
Tal y como había supuesto, no se produjo un fogonazo. En su lugar, fue una densa cortina de humo la que le envolvió. Afortunadamente, con la distancia que Daruu había puesto entre los dos, Ayame se encontraba lo suficientemente lejos como para no verse envuelta en aquella negrura infinita. Pero el no poder verle tampoco era una buena señal. Ayame plegó de nuevo el arco sobre su antebrazo y entrelazó las manos en el sello del carnero, pero su oponente no estaba dispuesto a darle ninguna tregua: cuatro proyectiles surgieron de la misma nube de humo y Ayame saltó hacia su derecha. Pese a todo, dos de ellas le rozaron el brazo, liberando una salpicadura de agua y no de sangre antes de continuar su trayectoria.
«Espera, espera, mala idea. No hagas eso o volverás a fatigarte.»
Ayame canceló su plan inicial, pero y en su lugar creó un clon de agua junto a ella. Daruu surgió entonces de la nube de humo, renqueante, y con cuatro agujas más que lanzó hacia su hombro derecho. Ayame ladeó el cuerpo hacia el lado izquierdo para evitarlas, y mientras el clon, que había entrelazado las manos en tres sellos, lanzó un chorro de agua a presión hacia el Hyūga.
Sin embargo, pese a que también intentó evadirla ladeando el cuerpo, la segunda flecha fue más afortunada. Aunque no llegó a clavarse en su pierna, sí corto ropa, piel y carne, creando una fea herida sangrante que le obligó a desanudarse la bandana para improvisarse un torniquete.
—¡Hija de...! —masculló, en una maldición que le hizo alzar una ceja.
—¡Oye! ¡A ver si te voy a tener que lavar esa lengua con mi Suiton! —le reprochó.
Pero él sonrió, bravucón.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer? —fanfarroneó, aunque sudaba copiosamente. Sus ojos volvieron a activar el Byakugan, y Ayame se puso en guardia, alerta—. Ganaré en los próximos veinte segundos, Ayame.
—¡Como que te voy a dejar! —le replicó.
Metió la mano en el portaobjetos y Ayame siguió el movimiento de su mano con la mirada. Sacó una canica similar a la suya y la lanzó contra el suelo después de cerrar los ojos.
«¡Si es de luz se cegaría a sí mismo!» Meditó, pero con lo repentino de la actuación apenas tuvo tiempo de levantar los brazos en cruz frente a su cuerpo.
Tal y como había supuesto, no se produjo un fogonazo. En su lugar, fue una densa cortina de humo la que le envolvió. Afortunadamente, con la distancia que Daruu había puesto entre los dos, Ayame se encontraba lo suficientemente lejos como para no verse envuelta en aquella negrura infinita. Pero el no poder verle tampoco era una buena señal. Ayame plegó de nuevo el arco sobre su antebrazo y entrelazó las manos en el sello del carnero, pero su oponente no estaba dispuesto a darle ninguna tregua: cuatro proyectiles surgieron de la misma nube de humo y Ayame saltó hacia su derecha. Pese a todo, dos de ellas le rozaron el brazo, liberando una salpicadura de agua y no de sangre antes de continuar su trayectoria.
«Espera, espera, mala idea. No hagas eso o volverás a fatigarte.»
Ayame canceló su plan inicial, pero y en su lugar creó un clon de agua junto a ella. Daruu surgió entonces de la nube de humo, renqueante, y con cuatro agujas más que lanzó hacia su hombro derecho. Ayame ladeó el cuerpo hacia el lado izquierdo para evitarlas, y mientras el clon, que había entrelazado las manos en tres sellos, lanzó un chorro de agua a presión hacia el Hyūga.