13/04/2018, 18:01
Y allí lo vio. Un pequeño y empapado pitillo que sobresalía a duras penas entre la hierba y la hojarasca. Con el rostro sombrío, Ayame se agachó para cogerlo y miró a su alrededor. Usó un par de veces más sus ecolocalización para asegurarse, pero no había rastro del susodicho brick.
—Maldito Uchiha... —maldijo entre dientes, aplastando el cigarrillo en su puño apretado. Durante un instante, llegó incluso a apenarse que no fuera la cabeza de Datsue la que estuviera estrujando.
—¡¡¡Ahí vooooooooy!!!
El Uchiha se descolgó en rapel, tal y como había hecho ella, y la muchacha apenas se le quedó mirando unos instantes. Unos instantes antes de que su mano se dirigiera a su portaobjetos. El alarido de rabia que Ayame no llegó a expresar se canalizó en el peligroso silbido de las dos estrellas de metal cuando surcaron el aire con una bonita parábola y terminaron por coincidir unos pocos metros por encima de Datsue, seccionando de forma limpia el hilo shinobi por el que se estaba descolgando. Por lo que, de no hacer nada para evitarlo, terminaría precipitándose contra el suelo, como ella había hecho segundos atrás.
De todos modos era Uchiha Datsue. Un astuto zorro... No... Un astuto y un maldito tanuki.
—Deuda saldada.
Tal y como había avanzado aquella surrealista escena, ya no podía esperar que el Uchiha le diera ningún tipo de explicación que pudiera tomar por válida, por lo que tendría que tirar de su sentido común. Y lo que le decía el sentido común era que aquel chico, de alguna manera que no alcanzaba a comprender, había transformado el cigarro en un brick para engañarla y hacerle aspirarlo. Ya ni siquiera se creía la versión de que había sido un Fūinjutsu. Perro, jabalí, carnero. Aquellos habían sido los sellos que había utilizado. Y, aunque no comprendía cómo funcionaban las técnicas de sellado, aquellos coincidían exactamente con los sellos de la técnica de transformación. En su momento no le había prestado demasiada atención, porque además la técnica de transformación sólo te permitía transformar al propio ejecutor en otra cosa, pero ahora estaba convencida de que Uchiha Datsue era capaz de transformar los objetos en otros.
—Maldito Uchiha... —maldijo entre dientes, aplastando el cigarrillo en su puño apretado. Durante un instante, llegó incluso a apenarse que no fuera la cabeza de Datsue la que estuviera estrujando.
—¡¡¡Ahí vooooooooy!!!
El Uchiha se descolgó en rapel, tal y como había hecho ella, y la muchacha apenas se le quedó mirando unos instantes. Unos instantes antes de que su mano se dirigiera a su portaobjetos. El alarido de rabia que Ayame no llegó a expresar se canalizó en el peligroso silbido de las dos estrellas de metal cuando surcaron el aire con una bonita parábola y terminaron por coincidir unos pocos metros por encima de Datsue, seccionando de forma limpia el hilo shinobi por el que se estaba descolgando. Por lo que, de no hacer nada para evitarlo, terminaría precipitándose contra el suelo, como ella había hecho segundos atrás.
De todos modos era Uchiha Datsue. Un astuto zorro... No... Un astuto y un maldito tanuki.
—Deuda saldada.
Tal y como había avanzado aquella surrealista escena, ya no podía esperar que el Uchiha le diera ningún tipo de explicación que pudiera tomar por válida, por lo que tendría que tirar de su sentido común. Y lo que le decía el sentido común era que aquel chico, de alguna manera que no alcanzaba a comprender, había transformado el cigarro en un brick para engañarla y hacerle aspirarlo. Ya ni siquiera se creía la versión de que había sido un Fūinjutsu. Perro, jabalí, carnero. Aquellos habían sido los sellos que había utilizado. Y, aunque no comprendía cómo funcionaban las técnicas de sellado, aquellos coincidían exactamente con los sellos de la técnica de transformación. En su momento no le había prestado demasiada atención, porque además la técnica de transformación sólo te permitía transformar al propio ejecutor en otra cosa, pero ahora estaba convencida de que Uchiha Datsue era capaz de transformar los objetos en otros.