13/04/2018, 20:09
(Última modificación: 16/04/2018, 23:01 por Uchiha Akame.)
Iekatsu bajó un momento la mirada para posarla en ambos ninjas, y luego les dedicó una escueta inclinación de cabeza. Parecía que cada movimiento le costase una fortuna. Sintieron también los ojos dorados de la mujer examinándoles, erizándoles los vellos de la nuca de tal modo que Akame llegó a preguntarse si no había entrado una súbita corriente de aire frío por la gran puerta del salón.
—¡Morihei-san! —exclamó de repente el señor, y al oírle hablar tan alto Akame no pudo evitar que la sorpresa se reflejara en su rostro. «No sabía que pudiera alzar tanto la voz»—. Morihei-san os dará los detalles de nuestra ruta. Partiremos mañana al alba.
El señor Iekatsu trató de incorporarse con cierta dificultad, y cuando ya fue evidente para todos que sería incapaz de levantarse por sí solo, su hijo Saburo se apresuró a ayudarle. No llegó a tiempo, sin embargo, pues la mujer de melena azabache se le adelantó. Tomó la mano del marchito gobernante y le ayudó con gentileza.
—No os preocupéis, Saburo-dono. Yo acompañaré a vuestro padre a sus aposentos —dijo con una sonrisa de amabilidad y la voz siseante, como una cobra venenosa.
Saburo torció el gesto pero no dijo nada, y simplemente se limitó a despedirse de su padre con una inclinación de cabeza y salir a zancadas del salón. Sus dos hermanos le siguieron sin mediar palabra.
—Eh... U... Uchiha-dono...
Una voz temblorosa sorprendió a los jōnin. Si se volteaban, verían a un hombre menudo y delgado que tenía pinta de llevar un buen rato ahí, pero en el que nadie había reparado. Su aspecto era genuinamente anodino; barba rala de color grisáceo, corte de pelo —también canoso— estilo tazón con una calva en la coronilla, varias arrugas en su rostro y manos finas. Vestía con un simple yukata blanco con obi color rosado, y calzaba getas de madera. Parecía de todo menos un cortesano... Aunque lo era.
—Morihei, para serviles —se presentó el hombrecillo—. Iekatsu-sama me pidió que les entregase esto. En este mapa se detalla la ruta que seguirá el séquito, Iekatsu-sama les aconseja que la estudien bien.
El hombre alargó un brazo delgado hacia Datsue, extendiéndole un pergamino enrollado. Si el Uchiha lo abría para comprobar su contenido...
Vería que estaba completamente en blanco, salvo por el sello con la heráldica del clan Toritaka que llevaba impreso en la esquina superior derecha.
—¡Morihei-san! —exclamó de repente el señor, y al oírle hablar tan alto Akame no pudo evitar que la sorpresa se reflejara en su rostro. «No sabía que pudiera alzar tanto la voz»—. Morihei-san os dará los detalles de nuestra ruta. Partiremos mañana al alba.
El señor Iekatsu trató de incorporarse con cierta dificultad, y cuando ya fue evidente para todos que sería incapaz de levantarse por sí solo, su hijo Saburo se apresuró a ayudarle. No llegó a tiempo, sin embargo, pues la mujer de melena azabache se le adelantó. Tomó la mano del marchito gobernante y le ayudó con gentileza.
—No os preocupéis, Saburo-dono. Yo acompañaré a vuestro padre a sus aposentos —dijo con una sonrisa de amabilidad y la voz siseante, como una cobra venenosa.
Saburo torció el gesto pero no dijo nada, y simplemente se limitó a despedirse de su padre con una inclinación de cabeza y salir a zancadas del salón. Sus dos hermanos le siguieron sin mediar palabra.
—Eh... U... Uchiha-dono...
Una voz temblorosa sorprendió a los jōnin. Si se volteaban, verían a un hombre menudo y delgado que tenía pinta de llevar un buen rato ahí, pero en el que nadie había reparado. Su aspecto era genuinamente anodino; barba rala de color grisáceo, corte de pelo —también canoso— estilo tazón con una calva en la coronilla, varias arrugas en su rostro y manos finas. Vestía con un simple yukata blanco con obi color rosado, y calzaba getas de madera. Parecía de todo menos un cortesano... Aunque lo era.
—Morihei, para serviles —se presentó el hombrecillo—. Iekatsu-sama me pidió que les entregase esto. En este mapa se detalla la ruta que seguirá el séquito, Iekatsu-sama les aconseja que la estudien bien.
El hombre alargó un brazo delgado hacia Datsue, extendiéndole un pergamino enrollado. Si el Uchiha lo abría para comprobar su contenido...
Vería que estaba completamente en blanco, salvo por el sello con la heráldica del clan Toritaka que llevaba impreso en la esquina superior derecha.